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lunes, 19 de noviembre de 2018

EL VENENO QUE NOS HUNDE

Imagen de "El Estímulo"
Por Roberto Marra
Existen distintos tipos de venenos. También se diferencian por las formas de sus inoculaciones. Además, no todas esas ponzoñas actúan de la misma manera y en los mismos lapsos de tiempo. Esto lo saben los envenenadores, y actúan en consecuencia, intoxicando a sus víctimas con el método que les resulte de mayor provecho para sus perversos y mortales fines. Por otra parte, es ya del conocimiento masivo que no solo existen venenos que afecten físicamente a las personas. También están aquellos que intoxican las psiquis, que transforman las conductas de los envenenados, convirtiéndolos en seres degradados en sus condiciones humanas, marionetas de fácil manejo para los corruptores de sus conciencias.
Con esas pócimas asesinas de la razón, actúan los poderosos adueñados de la Nación. Con los más abyectos métodos se aseguran la acumulación de apoyos (inconscientes la mayoría) a sus mendacidades diarias, fruto de un aparato muy aceitado de perforación psicológica, cuya más importante herramienta es la mediática.
Tan potente resultan sus venenos, gracias a la circulación por el torrente informativo pertinaz y machacante, que no permite elaborar una noticia, cuando otra ya está provocando un nuevo salto cualitativo en la profundización de la imbecilidad colectiva. Sin tiempo más que para alcanzar la subsistencia diaria, los envenenados no perciben los engaños que los arrastran al pozo de la estupidización absoluta, la tumba de sus básicos valores morales.
El caso del submarino hundido en 2017 y “encontrado” exactamente a un año del suceso, se convierte en paradigmática muestra de estas aberrantes inoculaciones de venenos informativos. La destrucción de la verdad no se limita al ocultamiento del previo conocimiento de la fatídica muerte de sus tripulantes. También intentan aprovechar el hecho, cayendo en la asquerosa sobre-actuación de dolores que no pueden sentir jamás por sus condiciones perversas, mientras se apuran a despedir al buque que lo descubrió para posponer la investigación sobre lo que haya dado orígen a la tragedia.
Pero la ponzoña ya está en la sociedad. De tal magnitud es su afectación, que algunos de los propios familiares de las víctimas elaboran su duelo tratando de encontrar culpables en aquellos que les señalan los medios cómplices, todos integrantes (casualidad mediante) del gobierno anterior al presente. Así se aseguran, con liviandad y sin investigación alguna, hechos que nunca sucedieron y órdenes que jamás se dieron.
Con la premura que indica el manual de la mendacidad, se habla de reparaciones que no se hicieron y cuidados que no se tuvieron, cuando existen evidencias irrefutables de la falacia que ello implica, pruebas que incluyen documentos visuales y participación de decenas de trabajadores del astillero que realizara la rehabilitación del submarino en cuestión.
Nada importará de esas probanzas, porque la verdad es solo una elaboración hecha a medida de las necesidades del Poder. Nada será aceptado como certeza sino los dichos de esos personajes sin ética, que manejan las informaciones y las transmiten con la imprescindible liviandad que oculte lo que moleste a sus mandantes.
No se detienen ante ninguna previsión de daños más que seguros. No escuchan ni ven más que sus intereses y las de sus socios internacionales, verdaderos jefes de los envenenamientos sociales. No retroceden nunca frente a la verdad de los hechos, negando el sol y la luna, el agua y el aire, si les es necesario.
El sospechoso hundimiento del submarino, en cercanías de la más importante base militar del Atlántico sur, con buques del desteñido ex-imperio británico en vigilancia permanente, no le significa nada al (des)gobierno argentino actual. Y no puede ser de otra manera, por su pertenencia ideológica y su condición vendepatria. Peor todavía, elaboran otras pócimas para inocularnos odios y sentidos que no son propios de nuestra condición histórica. Bombas “de peluche”, terroristas de película clase B, armas centenarias encontradas en “operativos” de ridículas dimensiones, tratan de disimular la brutalidad del ajuste social que realizan sin el menor pudor.
Estamos hundidos, tal como los asesinados marinos del ARA San Juan. Con misiles de pobreza, con torpedos de hambre, con bombas de profundización de nuestras miserias, a merced de los paranoicos fabricantes de mentiras que desarman los derechos y postergan por décadas el desarrollo nacional. Ante semejante sinrazón, no nos queda otra alternativa que la búsqueda urgente del antídoto a semejantes venenos inmorales, que no podrá encontrarse sino con la unidad de los que aún mantenemos viva la esperanza de construir una Patria justa. Y encontrar, por fin, la verdad que nos libere para siempre de los oscuros fabricantes de las muertes cotidianas.

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