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miércoles, 24 de octubre de 2018

DE LÍDERES Y PROGRAMAS

Imagen de "tiempopopular.com.ar"
Por Roberto Marra
Estar a la altura de las circunstancias significa algo más que entender la realidad. En todo caso, ese es solo el principio para elaborar estrategias que permitan modificar situaciones que nos afecten. Eso, en lo individual. Pero en lo colectivo, en el ámbito de lo social, representa la necesidad de toma de decisiones conjuntas entre quienes coincidan en los diagnósticos para poder impulsar acciones unitarias frente a los desafíos que promueve esa realidad. Ahí comienzan los problemas.
No hay casualidad alguna en la conformación del carácter individualista de la mayoría de los integrantes de la sociedad a la que pertenecemos. No es el resultado de una evolución genética ni un destino establecido por ningún Dios. Es la suma de planes delineados por quienes hace ya demasiado tiempo dominan al Mundo, cuyos representantes más conspicuos también los tenemos ejerciendo el mismo rol en nuestro País.
Entonces, después de establecidas sus metas, desarrolladas sus estrategias y aplicadas sus tácticas, se fueron generando los paradigmas de esta sociedad atontada, ejército de serviciales esclavos modernos, mano de obra barata y de la otra, pero siempre destinada a mantener y elevar la condición de sojuzgados y permitir la acumulación de las riquezas en un puñado de enceguecidos perversos.
En lo político, y en las actuales circunstancias, repetidas situaciones padecidas decenas de veces, no cambia demasiado el esquema de las acciones que se generan desde aquellos que pretenden modificar las alevosas condiciones impuestas desde el Poder. Frente al insulto de la degradación empobrecedora, se levanta una ola de protestas sociales a las que muchos quieren conducir, algunos con buenas intenciones y otros... con las de siempre.
Aparecen los mismos personajes que acompañaron hasta ahora el camino destructivo de la sociedad y la Nación, diciendo los mismos discursos, proponiendo los mismos esquemas, para cambiar algo sin modificar la sustancia. Anteponen, como lógica de sus propuestas, condiciones que expulsan a los mejores cuadros políticos, que alejan del centro de la escena a los más preparados para enfrentar al demonio empoderado en la Rosada y su runfla legislativa y judicial.
De ellos, no otra cosa pudiera esperarse. Individualismo acérrimo y negación de construcciones colectivas. Pero lo preocupante es la réplica de ese tipo de conductas en muchos de quienes se espera algo más, de los cuales se conocen sus honradas intenciones, de sus esfuerzos sinceros por terminar con tanto oprobio consumado.
Otra vez el carro delante del caballo, tratando de proponer antes a los candidatos, que elaborar programas conjuntos entre las fuerzas que estén dispuestas a concretarlos. De nuevo la construción alrededor de alguien, antes que de algo. Se repite el boceto acostumbrado, mientras el enemigo sigue enviando misiles de desesperanza y construyendo odios sin retorno. Se calca el proceso de derrotas repetidas ante quienes poseen todas las ventajas del amañe de sus medios millonarios.
Demasiados candidatos y poca sustancia programática. Solo un breve relato de la realidad que todos conocemos demasiado. Simples informantes de los padecimientos de quienes se deben lograr sus adhesiones, esos millones de embobados por la paradójica construcción mediática de su destrucción. Miradas similares presentadas como diferentes sobre situaciones que solo tienen una salida, y lo saben todos.
Los buenos líderes están ahí, ejerciendo sus funciones siempre. Orientando y acomodando las piezas de un tablero complejo y demasiado dividido. Pero el Pueblo, esa categoría social mayoritaria, está atosigada de miserias auditivas e imágenes que lo alejan de los necesarios objetivos de reinvidicación de sus postergaciones. Para volver a creer, tamizando el polvo politiquero inútil que se vende desde las pantallas, tiene que saber qué se va a hacer, cómo se lo hará, bajo qué premisas ideológicas fundamentales, los esfuerzos que se demandarán, los logros que se pretenden alcanzar y la Justicia que se aplicará.
Inútil convocar a seguir al mejor líder sino mediante una “carta de intenciones” claras y precisas, planes delineados con la transparencia de la participación masiva y el aporte de los mejores (y las mejores), aplacando egos y desandando enfrentamientos de menor cuantía, sin olvidar jamás a los que enredan con complicadas maniobras a toda la sociedad. Esos que, antes y ahora, solo esperan la mano salvadora sin aportar otra cosa que su segura traición.

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