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miércoles, 19 de septiembre de 2018

TORTURADORES

Imagen de "El Furgón"
Por Roberto Marra
Las torturas más crueles siempre son las más prolongadas. Son las que producen pequeños daños que se acumulan sobre el torturado, haciendo su vida cada vez más insoportable, como aquella famosa “gota que horada la piedra”. De ese tipo de acciones se componen las políticas de los odiosos personajes que ocupan el poder (casi absoluto) por estos tiempos en nuestro País. De esas características son las medidas económicas que van cercenando derechos, como rebanadas de dignidad, que el monstruo neoliberal va devorando con desparpajo ante la mirada desesperada de los hambrientos que ellos generan cada día.
No les basta, sin embargo, con quitarles el pan de la boca a los pobres ninguneados de siempre. No les es suficiente ofender sus condiciones de seres humanos. Necesitan, como corresponde a sus perversiones ilimitadas, tener de rodillas a quienes hasta hace muy poco caminaban con la cabeza erguida de orgullo.
Precisan de una sociedad abatida, descompuesta, alineada a sus designios, abandonada a una “suerte” que no es tal, sino consecuencia de decisiones propias y ajenas, opuestas a sus intereses, de acumulación de odios que no se correpondían con las realidades vividas, de una desconcientización programada para desarmar esperanzas de construcciones sociales más justas.
En ese laberinto estamos, buscando salidas que siempre obstruyen con “piquetes” de sobornos y mentiras, ayudados (cuando no) por los traidores de turno, los presta-brazos para aprobaciones parlamentarias tan oprobiosas, que avergonzarían a un criminal de guerra. Las coimas que ven solo en “cuadernos” inventados para la ocasión, son la moneda corriente entre los verdaderos corruptos, los que siempre estuvieron, los constructores de esta estructura apabullante de pobrezas y desaparición de la Nación.
De eso parece tratarse sus vidas. De sonrisas falsas para pantallas cómplices, de discursos vacuos para parlamentos desvencijados y ciegos, de vallas metálicas para visibilizar la “grieta”, de conciliábulos palaciegos donde se tramitan los certificados de defunciones de millones de sueños populares. Entre “timbreos” y patéticos mensajes de simuladas conciliaciones, transcurre su tiempo de acumulación extrema, su etapa de acelerador a fondo atropellando la historia para acabar con los últimos vestigios de dignidad de la ciudadanía.
De este lado del mostrador, parece no comprenderse del todo la realidad soportada por la mayoría. Muy pocos (y pocas) líderes se atreven a manifestar el estado de cosas con clara intencionalidad superadora. Se acumulan broncas y necesidades que estallan en batallas desperdigadas, faltas de esa unidad tan proclamada y tan huidiza, al tiempo que se preparan algunos personajes para reaparecer con supuestos ímpetus de liderazgos que antes depusieron ante el enemigo por algunas miserables prebendas.
Si hay algo sobre los cual los argentinos sabemos, es sobre torturas. La dictadura dejó una huella de saberes horrendos sobre ellas, aleccionadores elementos para reconocer la importancia de la resistencia de los valientes que la enfrentaron.
De esos momentos extremos habrá de obtenerse el coraje para enfrentar al monstruo neoliberal que nos obtura el camino hacia la justicia social. De aquellas valentías se deberán tomar los ejemplos para acabar con esta oscuridad vergonzante, remate final de una historia de doscientos años que pretenden dar vuelta, para convertirnos nuevamente en colonia, disgregando el sueño de tantos mártires, anulando sus enseñanzas y enterrando tanta entrega por una Patria que pretenden destruir a cambio de la sucia moneda de su traición.

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