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viernes, 28 de septiembre de 2018

LOS INSTITUCIONALES

Imagen de Página/12
Por Roberto Marra
El esfuerzo por parecer más democráticos, suele convertir a algunos opositores en ovejitas sumisas y esperanzadas en lograr cooptar la voluntad de futuros votos, para cuando llegue la hora de las urnas. Hacia ese objetivo se dirigen cuando mencionan la “gobernabilidad”, el “no poner palos en la rueda”, “acatar los tiempos institucionales” y cosas por el estilo, frente a los desmanes que el autovanagloriado “equipo de la champions league” gobernante está produciendo en la economía y, lo que es peor, en nuestra sociedad.
La cansadora cantinela de “no somos golpistas”, no deja de pronunciarse en cada oportunidad televisiva, ante cada reportero del poder mediático, poniendo caras de personas serias y respetuosas de la Constitución y las leyes. Lo cual, hasta para cualquier inadvertido de la realidad, resulta poco menos que una fantasía, vistas las violaciones permanentes que sobre ellas se registran cada día, por parte del actual (des)gobierno, sin que esos mismos “respetuosos” opongan algo más que palabras huecas.
Como un insulto a la razón, proponen que el “respeto” a las instituciones pasa únicamente por una cuestión burocrática temporal, desatendiendo lo que ese tiempo arrastra con su devenir en la sociedad que lo soporta. Si así fuera, si nada podría hacerse frente a los resultados de las depredaciones económicas, productivas, sanitarias y educativas (entre tantas otras) que se suceden desde el mismo día que esta runfla pisó la Rosada, nuestro destino debiera ser aceptado como faquires que duermen sobre clavos, sufriendo, sin hacer otra cosa que esperar hasta el último pinchazo mortal.
Un año más o menos, puede parecer cosa poco importante para quienes no están soportando los balazos de la miseria. Puede ser algo superfluo pasar algunos meses sin suficientes alimentos, sin vacunas, sin escuela, sin remedios, sin trabajo. Puede significar poco y nada que los comedores y ollas populares proliferen mucho más que los comercios de comestibles, donde cada vez entran menos clientes. Seguro que ni ven a los hambrientos revolviendo los contenedores de basuras, ni a los pibes envueltos en el humo pérfido de las drogas.
Entonces aparece la foto de cuatro representantes de eso que denominan “peronismo racional”. “Peronismo democrático” le llaman, ridículamente, ellos mismos. Massa, Schiaretti, Pichetto y Urtubey, siempre tan “institucionales”, con sonrisas tan falsas y vacuas como la habitación que los contiene, se reúnen para asegurar esas corporaciones vaciadas de sentido, como preámbulo a lo que seguro harían si les tocara gobernar. Es decir, nada. O, al menos, nada que cambie de verdad lo que vienen sosteniendo hasta ahora. Gatopardismo a la máxima expresión, seguidismo oligárquico temeroso, asociados ocultos del imperio, miserable oportunismo de conciliábulos de cúpulas sin Pueblo.
No son acciones inocentes. No les falta inteligencia, sino moral. No transgreden sus orígenes por error, sino por convicción. Se asocian a los enemigos del Pueblo, porque son sus enemigos. Se apoderan de frases de líderes que no respetaron jamás, para decir lo que nunca podrían sentir. Se apuran a mostrarse como muro de contención del “populismo”, para asegurarse el respaldo de los corruptos empresarios que los sostendrán mientras les sean útiles.
La espera parece haber sido ya demasiada, ante tanta arrogancia antipopular. La calma y la paciencia, siempre buenas consejeras, pueden estallar cuando desde las instituciones de la “democracia” se sobrepasan los límites de la burla y el desdén.
La justicia social, ese caballito de batalla que muchos utilizan sin la menor convicción de su necesidad, espera la reacción unificada de los buenos, de los sanos miembros de una sociedad martirizada, de los esclarecidos observadores de la realidad sin las tinieblas del manto mediático, antes que los planes diabólicos del enemigo y sus cómplices sin Patria, acaben con los últimos vestigios de nuestra soberanía y devuelvan la independencia a los colonizadores.

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