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lunes, 14 de mayo de 2018

LA FUNCIÓN ESTÁ POR TERMINAR

Imagen de "Taringa!"
Por Roberto Marra

Gaby, Fofó y Miliki eran tres artistas circenses españoles que ejercían el hermoso oficio de payasos. Los Tres Chiflados fueron otros, de origen norteamericano, que con otro formato, también llenaban de su particular humor las pantallas. Esos dos ejemplos de comediantes grupales nos alegran la vida cada vez que los volvemos a ver, invitándonos a transitar por los recuerdos de nuestra niñez. Nos permiten retroceder en el tiempo sin otro motivo que llenar el alma de alegrías sencillas y espontáneas. Son algo así como la morada de las pequeñas felicidades de las cuales extraer fuerzas para soportar el peso de las calamidades que nos toque soportar.
Pero, a no desalentarse, porque en Argentina tenemos los nuestros y son del presente. Aunque, en realidad, debiéramos decir mejor que son la “remake” de otros grupos similares que aparecen cada tanto en nuestra particular historia “artística” (y económica).
Los actuales se hacen llamar “Mauri, Totó y Nico”, verdadero trío de actores consumados, dedicados al noble ejercicio de payasos... de la política. Lejos de las privaciones que debieron soportar los integrantes del famoso trío español, estos provienen de familias poderosas, con fortunas inmensas que lograron gracias a la intervención de otras generaciones de payasos similares, algunos con uniformes militares y poco proclives al buen humor.
Tienen una particularidad estos artistas politiqueros: no logran hacer reir, solo llorar. Ni siquiera de alegría, como cuando nos desternillábamos de risa con Larry, Curly y Moe. No, estos son distintos, provocan desencanto, desesperación, tristeza, abatimiento, desolación. Pero lo hacen siempre en nombre de futuras alegrías. La risa, prometen, vendrá con el tiempo, sin asegurarnos cuanto deberá pasar.
Muchos aceptaron el convite a carcajadas de porvenires inasibles. Se sumergieron en esperanzas de comicidades que siguen sin llegar. Andan ahora resoplando sus enojos por el incumplimiento pronto de esas hilaridades prometidas hasta el hartazgo, pero sin embargo, se resisten todavía a aceptar que estos payasos les han engañado. Aun con la llegada de los dueños del “Circo del Fondo”, siguen atados a esa esperanza vana que no les deja ver la realidad que les impide reir.
No son nuevas las actuaciones de este trío dedicado a ridiculizar la verdad, a parodiar la felicidad y utilizar su arma más poderosa para cautivar las audiencias: la burla hacia quienes, lejos de sus payasadas, lograron incluir en la risa de la auténtica felicidad a millones de compatriotas. Son hijos y nietos de bufones idénticos que destruyeron con sus malos chistes la vida de nuestros antepasados. Son simples comerciantes de cachondeos fáciles y procaces, vendedores de espejitos coloreados con la sangre y el sudor de los que nunca ríen, porque no los dejan los que siempre lo hicieron.
La función está por terminar. O eso esperamos quienes no nos reímos con sus desventuras morbosas. Ya no se soporta tanto humor pútrido con el único fin de sacarnos hasta lo que no tenemos. Ha sido suficiente el tiempo para descubrir las maldades escondidas tras sus máscaras de risas miserables. Es el momento de vaciar la platea de este circo perverso, para construir uno nuevo, donde solo actúen los fabricantes de risas auténticas, los inventores de vidas felices, los genuinos representantes de un Pueblo que necesita volver a reir con la risa de la esperanza hecha realidad.

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