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viernes, 16 de febrero de 2018

“CON UNA MANO EN EL CORAZÓN”

Imagen de "El Intransigente"
Por Roberto Marra

Hay expresiones de dirigentes gremiales y políticos que uno no sabe si se hacen por inocencia o por ignorancia. Aunque, a estas alturas de los sucesos, parece claro que en esos ámbitos nadie es inocente y la ignorancia no puede llegar a tanta, que no se puede reconocer la realidad demostrada por lo contundente de una historia que se ha repetido siempre que un gobierno conservador, neoliberal, ha puesto sus pies en la Rosada.
Es el caso de frases como: “le pedimos al presidente que se ponga una mano en el corazón”, o aquella otra que dice: “el presidente deberá cambiar de rumbo”. Por fuera del chiste que surge inmediato sobre la carencia de corazón del susodicho, está la certeza absoluta que este tipo de gobiernos jamás hacen otra cosa que la que están haciendo. Esa es su misión, esa es la forma única que reconocen como válida, porque sus objetivos no tienen nada que ver con ningún valor supremo, ni con la ética o la moral.
Entonces, sabido de antemano por todos los que medianamente conocen nuestro pasado (y lo han vivido), amén de sus pretensiones de liderazgos, resulta ofensivo para la inteligencia popular semejantes sandeces de supuestas esperanzas de cambios que saben imposibles. Por lo cual cabe preguntarse por la sinceridad de quien las dice, más de quien es objeto del ruego vano.
Hay una actitud temerosa hacia los dueños de un Poder que avasalla y solo transfiere dolores y desdichas a la población, por parte de estos supuestos “líderes”. Se muestran demasiado “cautelosos” para pronunciar las críticas que surgen como obvias por los daños que se están produciendo a la estructura productiva, a las posibilidades de desarrollos soberanos, a los derechos básicos de los ciudadanos, también alcanzados por esa ola estupidizante de rogar más que de exigir.
Todo se da gracias a la labor fundamental de los medios y sus figurones. Han construído éstos, un imaginario donde no se admite oponerse con dureza al destino miserable al que no está acarreando estos ladrones disfrazados de funcionarios. Solo se permiten suaves frases como las mencionadas, edulcoradas y en voz baja, para que el tirifilo de prosapia mafiosa no se sienta ofendido, solo “regañado”, como un niño que ha hecho una travesura.
Estamos prisioneros de una jaula mediática que no permite expresarse a todos por igual. Los programas de televisión solo llevan a dirigentes oficialistas u opositores con escasas o nulas posibilidades de acceder alguna vez a instancias importantes de gobierno. La negación a una parte importante de la población del derecho a su identidad ideológica, se manifiesta crudamente en las pantallas a las que no acceden sus representantes, salvo excepciones que solo confirman la regla.
La libertad solo es una entelequia aplastada por toneladas de mentiras. La falsedad de los ubicuos “dirigentes” que transitan sus cobardías por los medios, contribuye al desarme del deseo popular de modificar la realidad. Y mientras algunos ex-funcionarios pasan sus días en los tribunales o en las cárceles, sentenciados de antemano por la otra pata de la opresión, la distracción llega a tal nivel, que jubilados y trabajadores hacen colas para pagar las inmensas tarifas, mientras vociferan: “había que cambiar, ya no se daba más”...

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