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Seguro
que a nadie le importa que el ministro de finanzas de la Nación esté
involucrado en la administración de una red de sociedades en
guaridas fiscales. Seguro que tampoco le importará a nadie que,
desde el presidente para abajo, todos los miembros del gabinete han
fugado dinero al exterior. Por lo visto, no ha habido demasiado
asombro por el dictado de un decreto presidencial para habilitar a su
hermano a blanquear dinero escondido en esas guaridas, cuando la Ley
lo prohibía.
Es
que los asombros forman parte del pasado. O, mejor dicho, para lo que
supuestamente sucedió en el pasado. Lo cual queda patentizado por la
intervención del poder judicial más rápido del planeta, capaz de
dictar sentencia antes de que ni siquiera se haya a acusado
formalmente a una persona, siempre y cuando pertenezca al gobierno
anterior. Hay que destacar esto, porque una vez más Argentina está
al frente. Al frente de una vergonzosa primacía de la ilegalidad por
sobre el derecho.
Sin
embargo, poco y nada le importa al grueso de la gente tanta
corrupción real. Prefieren la otra, la mediatizada para el consumo
masivo y de digestión rápida. Resulta mucho más fácil contar con
chivos expiatorios contra los cuales cargar con esa caballería de
trolls y faranduleros de media tarde, donde los tribunales se han
trasladado hace rato, para sentenciar sin escuchar y sancionar sin
dilucidar ninguna verdad.
Hay
una mayoría adormecida por créditos hipotecarios que jamás podrán
pagar, o por anuncios de bajas en impuestos para los ricos, o por
poder comprar artículos importados a bajo precio mientras se hunde
la industria nacional, o aplaudiendo las persecusiones a los indios,
pretensiosos de derechos inmerecidos por negros, sucios y malos, o
alegrándose del encarcelamiento de sus odiados populistas.
La
inteligencia a pasado a mejor vida. El análisis es cosa del pasado.
La reflexión ya no importa. Ahora es el momento de las conclusiones
rápidas, de los trámites judiciales expeditivos, de las medidas
económicas de corto alcance, pero de las resoluciones financieras
con daños a largo plazo.
Ahora
es cuando estos asaltantes disfrazados de funcionarios honestos,
excavan más profundo la zanja de la división entre ganadores y
perdedores de una sociedad zombi, que masivamente avanza hacia su
derrota fatal, asumiendo el rol miserable que el poder le ha
otorgado, mientras multiplican sus horas de trabajo y extienden sus
vidas laborales, para quedarse con el sucio dinero del remate de la
Patria.
¡Alto, Pensador! Parece que no confías en esos millones de personas que ven lo que los diarios y la tele no muestran. Mejor que describir de nuevo la película falsa es decir lo que no quieren contar ni ver. Eso ayuda más a orientarnos y animarnos.
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