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viernes, 20 de octubre de 2017

LA REALIDAD ENVENENADA

Imagen de "Notas Periodismo Popular"
Por Roberto Marra

Dejando de lado la complejidad filosófica de la palabra “realidad”, lo cierto es que, esencialmente, se define con ella a lo que registramos con nuestros sentidos. Pero también podemos considerar como realidad lo que percibimos que lo es, mediante nuestra interpretación de lo que sucede, tamizado por lo ideológico, ese intrínseco conjunto de pensamientos que conforman nuestra identidad comprensiva de lo real, histórico, social y, en general, todo lo derivado de la acción humana.
Esta aclaración vale más todavía para abordar con precisión los sucesos políticos. Los de acá y los de más allá. Y también para poder ver las interrelaciones que existan entre ellos, a partir de las repercusiones o derivaciones que se puedan establecer de los hechos.
El caso de Venezuela es de imprescindible abordaje para establecer, justamente, las relaciones entre los sucesos de aquel País hermano con nuestra realidad nacional y con la del resto del Mundo. Sobre todo ahora, cuando en sus últimas elecciones a gobernadores, los resultados fueron sorprendentes para el imperio y sus sirvientes locales.
Fue una victoria aplastante del Pueblo venezolano, nutrido del mil veces denostado pensamiento de Chávez. Fue una gesta trascendente para la vida interna de aquel País, pero también una lección para todos nosotros. Porque Venezuela estuvo atravesada por una violencia creada exprofeso para tumbar a su gobierno legítimo, generando incertidumbre hacia un futuro cargado de amenazas del “Pato Donald” y su troupe de chupamedias continentales.
Ahí está, entonces, esa realidad que mencionamos antes, transida por nuestra ideología, sí, pero sostenida por los hechos relevantes que son tan innegables como la Luna y el Sol. Pero, claro, está aquello de que “no hay peor ciego que quien no quiere ver”. Entonces entramos en otra dimensión, la de la mentira a sabiendas, la de la falsía autoinfringida, como base para mantener posiciones intransigentes derivadas de la obcecación y el engaño.
Y, entonces, se niega el resultado comprobado por propios y extraños. Y se oscurece un acto de suprema democracia, con el vil veneno de la duda, inyectada en los débiles de espíritu y los malos de corazón. Porque la fiesta popular debe ser evitada a toda costa y la verdad debe morir rápido, para recomenzar la sucia tarea de la destrucción de los sueños de libertad.

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