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miércoles, 6 de septiembre de 2017

LA LIMOSNA INMORAL

Imagen de "Asociación Adventista del Este"
Por Roberto Marra

La caridad con quienes sufrían por su extrema pobreza, fue algo que distinguió a los primeros cristianos. Muchos llegaron incluso al extremo de venderse ellos mismos como esclavos, para poder alimentar a los pobres con el dinero que les pagaban por perder su libertad. Esa conmovedora manera de un altruismo difícil de encontrar en estos tiempos, nos hace notar la brutal diferencia con los opulentos super-millonarios actuales, cuyo grado de egoismo no tiene límites.
A la sinrazón de una acumulación de bienes que les permitiría vivir sus propias vidas decenas de miles de veces, se le suma el absoluto desprecio por las vidas de los millones de otros seres humanos, que subsisten solo para alimentarse mal, vivir peor y morir antes de tiempo, con el único objetivo de proveer al aumento de las fortunas de aquellos que deciden los destinos de la humanidad.
No satisfechos con el daño a quienes le solventan sus enriquecimientos, desatan cada tanto alguna guerra por ahí, otra por allá, cumpliendo con sus metas de dominación territorial del Mundo y asegurándose la necesidad de producción armamentística que, no por casualidad, también les pertenece.
Adueñados de casi todo, se dan el perverso lujo de “tirar a la basura” a millones de hambrientos, abandonados en esos paises a los que declaran “inviables”, claro que solo para sus habitantes. Ellos sí harán viables la extracción de sus riquezas a cambio de tanta desolación, que solo se hará visible para mostrarnos a algunos “famosos” repartiendo limosnas entre chicos desnutridos, para postergar por unos días sus muertes seguras.
Espejo brutal de semejantes impúdicas ambiciones, también “nuestros” millonarios locales ejercen el vil modo del desprecio más feroz sobre la mayoría de los ciudadanos, a los que les garantizan solo padecimientos presentes y miserias futuras.
Como en el resto del Planeta, algunos millones de creídos adláteres de sus admirados ricachones, harán las veces de imprescindibles batallones para el mantenimiento de tanta inequidad. Son quienes vemos expulsar con desprecio de sus mesas opulentas, a los mendigos que ellos mismos ayudan a generar.
Después habrán de ir a santiguarse en algún templo ante la imágen de quien enseñó a dar sin límites, mientras le entrega una limosna a un cura que perdonará sus pecados a cambio de unas monedas manchadas con la sangre de sus inmorales codicias.

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