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viernes, 1 de septiembre de 2017

EL DESEO DE SARMIENTO


Por Roberto Marra

En 1523, el entonces rey de España Carlos 1°, estableció que los que ellos denominaban “indios”, los Pueblos originarios de América, debían pagar un tributo a la Corona por el solo hecho de ser habitantes de estas tierras. Formó parte de los métodos que fueron adoptando para la explotación de esta mano de obra barata y del aprovechamiento ilimitado de su fuerza de trabajo por los conquistadores y el Imperio.
En 1811 fue derogado ese tributo. Pero la realidad dista siempre de las intenciones de quienes sueñan una sociedad mejor. Y no tardó mucho en llegar esa famosa “conquista del desierto”, que no fue conquista, ni fue en un desierto. Solo se trató de otro método más de avasallamiento de derechos ancestrales y apoderamiento de las tierras por parte de quienes se consideran, desde entonces, los dueños de esos territorios robados a sangre y fuego.
Allí comienza a conformarse esa grieta tan cacareada por los falsos analistas de la realidad televisada, que es concreta y se amplía cada día más, gracias a las políticas económicas y sociales regresivas que se están aplicando, ahora también manchadas con sangre de Pueblo.
Tal como entonces hizo la corona española, ahora los Benetton y los Lewis pretenden justificar sus expansiones territoriales con la estigmatización de los Mapuches, como antes se concretó con tantas otras etnias.
Convertidos en parias en sus propias tierras, perseguidos y sometidos a crueldades deshumanizantes, se inventan, además, fantasiosas leyendas sobre intenciones separatistas inexistentes y conexiones con terroristas, que no por ridículas dejan de ser aceptadas por una gran porción de la población tv-dependiente.
Inútil mostrar con detalle los robos territoriales de los extranjeros y las vilezas de los jueces y los gobernantes de los lugares avasallados, proclives a la sumisión sin límites ante los nuevos “amos”. Inútil porque aún a sabiendas del robo y los métodos abusivos, muchos prefieren sentirse cerca de una clase de la que esterilmente aspiran formar parte.
Son los descendientes ideológicos de aquel enaltecido personaje de la historia mitrista, el “padre del aula”, que decía sin tapujos: “Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia... Se los debe exterminar sin siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”.
Ahora mismo se está cumpliendo con su inmundo deseo, señor Sarmiento.

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