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viernes, 28 de abril de 2017

LOS DUEÑOS DE LA VIOLENCIA

Imagen de La Nación
Por Roberto Marra

La violencia es el caballito de batalla preferido por los poderosos para derivar las responsabilidades de los desastres económicos y sociales que ellos generan. Por supuesto, la única violencia que se verá es la ejercida por los exaltados manifestantes, en los casos en que los atacados fueran ellos. Cuando los ataques son contra sus enemigos ideológicos, allí la violencia es siempre justificada detrás de escenificaciones mediáticas y palabrerío discursivo de funcionarios y escribas chupamedias.
Muy lejos de ser inocentes palomitas pacíficas, los señores del Poder tienen una larga historia que los condena por anticipado. Desde los comienzos de la conformación como Estado, los “patricios” hombres de la supuesta nobleza autóctona se han valido de la fuerza brutal para lograr sus fines de dominación. Hace falta volver siempre sobre el genocidio de los antiguos dueños de estas tierras, es preciso recordar las brutalidades insoslayables de las represiones contra los peones u obreros, o tantas otras matanzas destinadas siempre a resguardar el statu quo de los ladrones de la Nación.
Párrafo aparte para el bombardeo de la Plaza de Mayo de 1955 y el genocidio de la última dictadura. Allí se vio, descarnada como jamás, toda la fuerza diabólica desatada como parte de un plan que tenía como principal objetivo, terminar con cualquier atisbo de oposición de aquel momento y de su futuro, nuestro presente.
Los pueblos logran, cada tanto, desbrozar el camino hacia sus libertades. Con conciencias asumidas a fuerza de palos y balas, terminan por recomponer fuerzas y correr de la escena a los violentos dominadores, aunque nunca del todo. Desde las atalayas mediáticas, estos fanáticos disfrazados de angelitos, penetran nuevamente las debilidades populares hasta convertir la realidad palpable, en imágenes guionadas para destruir las prosperidades pasadas.
A partir de allí, la justificación de la violencia, falsamente espontánea, es el camino para asegurar la destrucción, no ya de algún edificio o la vida de algunas personas, sino de la misma posibilidad de pensar diferente a lo que el Poder dispone. Como carne de cañón siempre dispuesta, personas parecidas a demonios, arremeten furiosas contra los enemigos que les impusieron, alentadas por energúmenos con licencias de periodistas y politiqueros que nada tienen de demócratas.
Cansa advertir la repetición de la historia. Desmoraliza encontrar personas que reniegan de sus propios pasados. Desespera ver que la verdad se quema en medio de tumultos promovidos por los mismos que asesinaron miles de compatriotas en nombre de una libertad que siempre, invariablemente, ha sido y es, solo para ellos.

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