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martes, 28 de marzo de 2017

APOSTANDO POR LA MUERTE

Imagen de Documentado.com.ar
Por Roberto Marra

Sabido es que en los casinos, los únicos que realmente ganan son sus dueños. A pesar de saberlo, los jugadores se amontonan frente a las ruletas y gastan fortunas diarias en las máquinas tragamonedas, esperanzados en “salvarse”. Son una más de las tantas formas de dominación que el sistema capitalista dispone para mantener a la población atada a esperanzas vanas, individualistas y falsas.
Pero hay otro tipo de “casino”, en el que los poderosos del Mundo son los que juegan, pero con cartas marcadas, seguros de ganar porque son los productores del juego… y de los premios. Es el negocio de la guerra, uno de los más fructíferos, donde los vendedores de armas recaudan hasta el hartazgo por ventas de materiales bélicos, introduciendo necesidades inexistentes en los países menos desarrollados, aprovechando las debilidades o complicidades de sus gobiernos.
Conocedores de que las personas suelen tener la “mala costumbre” de querer alimentarse, trabajar, educarse y estar sanas, lo que genera luchas internas en todos los países del Mundo, el imperio se cura en salud, proveyendo de los elementos bélicos para neutralizar esas demandas con… balas. Y negando la realidad social creada por ellos mismos, los gobiernos afines a esos intereses dominantes, apuestan  a esa ruleta de la guerra las fortunas negadas al desarrollo virtuoso de sus pueblos.
Además de apostar a las armas, lo hacen también por el olvido. La negación del pasado, o su distorsión, forma parte del juego perverso de la dominación, para lo cual disponen de los medios de comunicación que también “bombardean” las mentalidades dependientes de las pantallas mendaces. Es otra guerra, la cultural, la que perdura más en las conciencias y anula la capacidad de rebelión frente a las injusticias evidentes.
Centenares de miles de muertos y millones de desplazados emigrando hacia destinos imposibles, son el repugnante resultado de los conflictos que el imperio sigue alimentando en el Mundo. Sus armas son las fichas de esa ruleta bélica, donde la miseria humana es llevada al extremo de masacrar personas como en un juego electrónico. Mientras el dinero, ese dios pagano adorado por todos, solo se acumula en los altares de los dueños del casino mundial, los siniestros fabricantes de las guerras.

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