LA VIDA (NO SIEMPRE) ES BELLA

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Por Roberto Marra

En la famosa película “La vida es bella”, su protagonista, Roberto Benigni, trata por todos los medios de lograr que su hijo no sufra las consecuencias de la bestialidad de los campos de concentración nazis. Transformando la realidad en una permanente comedia, convence al hijo que lo que está viviendo es, en realidad, un juego del que obtendrán un premio si cumplen con las “prendas” que se les impone.

Esta tragicomedia, salvando las distancias con aquel horror de la guerra, podría adaptarse a las circunstancias por las que estamos pasando los argentinos. También aquí se nos invita a tomar la realidad como un juego, destinado a soportar todos los apremios que nos imponen, con el ilusionante fin de lograr un futuro de prosperidad, en apariencia muy cercano, pero que permanentemente se aleja un poco más. Algo así como una utopía negativa, idea que solo puede provenir de las enfermizas mentalidades neoliberales.

Como en aquel niño de la película de Benigni, nuestro Pueblo pasa por un momento histórico donde el sufrimiento parece acrecentarse sin que sus protagonistas se den cuenta de la realidad. Con inusual pasividad aceptan los designios de los dueños del Poder, caminando hacia el precipicio de la miseria con alegría, la misma que desde los despiadados comunicadores se inculca como herramienta pasatista y constructora de obsecuencias.

La farsa continúa con increíbles propuestas de menoscabo de beneficios jubilatorios, o de supuestas necesidades de endeudamientos, o persecuciones judiciales a opositores, o de imprescindibles retrocesos salariales, o designaciones de funcionarios procesados, o destrucciones de industrias nacionales, o tantas otras  “pruebas” por las que, siempre felices, deberemos pasar antes de lograr el paraíso terrenal prometido, el ilusorio premio a tantas resignaciones otorgadas a los poderosos.

En el agudo manifiesto fílmico de Benigni, el niño termina creyendo que había ganado su premio, ese que su padre, ya fusilado por su sacrificio, le había prometido que lograría si cumplía con los pasos del “juego”. Solo cabe esperar que, aquí y ahora, el Pueblo logre despertar a tiempo de la ensoñación mediatizada y perversa, para terminar con esta, nuestra propia farsa, que transita hacia un final que nunca podrá ser feliz.