ESPEJITOS DE COLORES VERSUS INDUSTRIA NACIONAL

Por Roberto Marra

“Para muestra basta un botón”, decían nuestras abuelas. Y este es el caso, cuando queremos saber cuáles son los objetivos del gobierno en materia de trabajo y seguridad social. Botones fáciles de obtener ante tanta cantidad de medidas aplicadas, desde hace poco más de un año, contra trabajadores y jubilados.

Ahora que, alegres funcionarios, anuncian la quita de aranceles a la importación de productos informáticos,  podemos advertir cuales son los objetivos en materia de industria y producción nacional: que no existan más. Así de tajante es el futuro inmediato para las empresas dedicadas a ese rubro, tan importante hoy en día para el desarrollo tecnológico propio.

Lo peor (siempre hay algo peor) es la forma necia en que se muestra mediáticamente este proceso de destrucción industrial. Tratan de demostrar, siempre con la consabida alegría, que ahora los consumidores podrán acceder a la compra de sus computadoras, gracias a la baja de los precios que esta medida genera. Idiotas o perversos, estos comunicadores terminan siendo cómplices del fin de la construcción de un proceso productivo que costó años y muchos esfuerzos empresariales y de toda la sociedad, comenzar a lograr.

Es la exacerbación del egoísmo, donde lo que importa es lo que cada uno pueda individualmente, sin considerar a quienes no pueden nada. Es la rápida autopista hacia el precipicio de la inmoralidad al que nos arrastra el neoliberalismo. Es la sociedad estupidizada entrevistada por estúpidos con micrófonos, adhiriendo a las medidas dictadas por sus verdugos, corriendo feliz al fin de sus libertades reales.

Convencidos de la necesidad de consumir lo que le dicten los medios, sin analizar el contexto y los daños sociales, miles de atontados se lanzan sobre los espejitos de colores importados, con el único y triste fin de ahorrar unos miserables pesos. Nada les importará los trabajadores en la calle, mientras les aseguren las “alegres” medidas que protegen sus compras extranjeras, bajando las persianas nacionales.

A contramano de la realidad, furiosamente ingratos con el pasado próximo que los redimió, estos aturdidos consumidores sin ciudadanía, se autoflagelan sin ver sus propias heridas, que profundizan con inconsciente felicidad, para sentirse parte del banquete de los poderosos, al que no fueron, ni jamás serán invitados.