LAS REDES IDIOTAS

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Por Roberto Marra

Si nos dejamos llevar por las opiniones (y las respuestas) que se manifiestan en las redes sociales, debiéramos convenir en que la sociedad está repleta de idiotas. Cualquier argumentación que hagamos en algunos de estos medios de comunicación, invariablemente recibirá réplicas de energúmenos que se basan en el desprecio absoluto por los interlocutores, a los cuales vapulean con saña feroz y con palabras que solo tratan de herir y menoscabar.

Imposible lograr que alguno de estos cobardes, generalmente encubiertos detrás de seudónimos, pueda admitir algo de lo que se le demuestra con evidencias categóricas. Inútil pretender que consideren la posibilidad de algún error propio en sus expresiones obscenas.

Esto no es otra cosa que el lógico resultado de la aplicación de formas de comunicación masiva que han ido conformando una cultura del desprecio hacia el otro, mediante la acumulación de odios y rencores sin bases reales, pero convertidos en tales por efecto de la repetición permanente. Es la cultura del individualismo fanatizado, base inmoral del capitalismo que campea por el Mundo, atravesando conciencias para mantener asegurado el Poder de quienes se adueñaron de todo, incluso de nuestras propias vidas.

Sumado a estos métodos denigrantes, está la formación idiosincrásica de tantas generaciones, basadas en la supuesta superioridad de unos sobre otros, solo por la cantidad de bienes materiales que posean. Como en aquel precepto del nazi Goebbels, tanta mentira repetida logró en nuestra sociedad el resultado que los poderosos necesitaban: un Pueblo que acepta como verdad absoluta la superioridad de los privilegiados sobre el resto. “Resto” que, en realidad, es mayoría y, sin embargo, salvo en contadas ocasiones de la historia, no logra revertir semejante despropósito moral.

Como todo hecho cultural, no es eterno ni inmodificable. Pero tanta degradación demanda mucho compromiso de quienes logran sortear la trampa que se tiende cada día desde esas redes sociales y el resto de los medios. Construir una alternativa a semejante inmoralidad es un camino ineludible, pero que necesita, además de voluntad, convicciones y capacidad. Porque llamar idiota a quien nos llama idiota, es fácil. Terminar con la idiotez, no tanto.