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Entre tantos delirios comunicacionales, el pasquín Clarín
publica con regularidad unos números, derivados de supuestas encuestas de una
consultora que trabaja exclusivamente para ellos (o sea, es de ellos). A esta
muy especial medición, le han colocado el prodigioso título de “Índice de
Optimismo”. Con él, van guiando a sus lectores, a través de inducidas certezas
encuestadas, hacia el vil “pensamiento único” con el que sueñan expandir sus
influencias nefastas.
Transmutan en números los presuntos sentimientos de las
personas, asegurando, con esos inverificables datos, las adhesiones a las
políticas y los objetivos que con ellas se intentan construir. La ingenuidad no
forma parte de estas acciones pseudo-periodísticas. A través de esas cifras se
imponen formas de abordaje de la realidad, de las cuales se derivan odios y
rencores hacia figuras que al Poder les resulta imprescindible desterrar del
pensamiento positivo de los ciudadanos.
También intentan que se acepten como inevitables cualquiera
de los resultados de la aplicación de sus medidas económicas, aun cuando en la
práctica cotidiana de los mismos destinatarios de las “noticias”, se verifique
la falsedad de tanta parafernalia comunicacional.
Tan imposibles de probar como los datos del “Índice de Optimismo”,
son las afirmaciones de los títulos de las noticias que llenan la tapa del cotidiano
libelo. Enunciaciones derivadas exclusivamente de las perversas imaginaciones
de sus encumbrados comunicadores, allí se certifican y denuncian delitos y
corrupciones de sus enemigos ideológicos, otorgando a sus dichos carácter de resoluciones
del Poder Judicial, al que, por otro lado, presionan de mil maneras, con claras
amenazas de “escraches” en sus vomitivas páginas.
Otro sector al que dominan con sus aviesas escrituras, es el
de los legisladores, gran parte de los cuales siempre tiene un pasado que los
hace fácil presa de sus aprietes, lo cual se refleja en las votaciones
invariablemente favorecedoras de los intereses del Poder, del cual el pasquín
es parte fundamental.
Caldo de cultivo de tanta infamia presentada como de existencia
imperiosa, son la ignorancia y la apatía de los receptores de esta fábrica de
noticias artificiales. Oscurantismo y desidia que son alimentadas por los
anabólicos cerebrales que conducen espacios televisivos destinados a
profundizar la brutalidad de los destinatarios de las desgracias que, paradójicamente,
aplauden a sus verdugos mediáticos.
Parafraseando a Mariano Moreno, padre del periodismo, vale
decir que si los pueblos no se ilustran, si no se extienden sus derechos, si a cada
hombre no se le permite conocer lo que vale, lo que puede y lo que se le debe,
nuevas mentiras sucederán a las anteriores, y después de vacilar algún tiempo
entre optimistas hipocresías ofrecidas
como verdades absolutas, se consentirá el forzoso destino de cambiar muy poco
para que nada cambie.
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