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Quienes roban o coimean, proviniendo de cualquier gobierno
de origen popular, no lo hacen en nombre de su ideología, sino en el de sus
intereses personales o corporativos. No son "radicales" que roban,
"peronistas" que roban, "kirchneristas" que roban. Son
corruptos personajes que se aprovechan de su participación en una estructura
partidaria o frentista, dentro de las cuales, con la habilidad propia de los
perversos, logran ascender en sus jerarquías, para poder aprovecharse más y
mejor de las prebendas que siempre (SIEMPRE) existieron en las burocracias
gubernativas. Burocracias que son muy difíciles de transformar, porque de
alguna manera se manifiestan como "imprescindibles". Y cuando llega
un Gobierno Popular, por decisión de la propia burocracia, y con el impulso de
los permanentes opositores al Pueblo, profundizan sus acciones corruptoras,
provocando, casi siempre, la caída en ellas de algunos miembros del nuevo
gobierno, con lo cual se impedirá su erradicación y los privilegios derivados
de la corrupción.
Pero no solo esto sucede cuando un Gobierno Popular asume
sus funciones. Los intereses que defiende son siempre enfrentados a los que trata
de preservar el Poder Real. Por lo que éste, con todo el dominio de los
resortes básicos de la economía, sumados a la casi totalidad de los medios de
comunicación, continúan con una prédica destructiva de cuanto avance en la
agenda del desarrollo de la justicia social se proponga concretar el nuevo
Gobierno. La habilidad para comunicar y la masividad de esa comunicación son,
en virtud de las prioridades de ese nuevo Gobierno Popular, de resarcimiento de
los derechos conculcados durante los gobiernos neoliberales, de derecha,
conservadores, (o como se les quiera denominar), contundentemente provechosos
para la estrategia de desgaste a esos Gobiernos auténticamente representativos
de los intereses populares.
Esa cultura de masas, dirigida a convertir a grandes sectores
de la población en permanentes y “quejosos” ciudadanos, en “indignados” ante la
“corrupción oficial”, logra in-visibilizar la verdadera corrupción, la
estructural, la proveniente de la propia construcción del Poder Real,
corporativo, hoy más que nunca manifestado en lo financiero. Una construcción que,
a cada ladrillo de desigualdad le suma la argamasa del odio de clase, o racial,
o de género, o político, o todo en conjunto. Un Poder Real que es supra
gubernamental, supra nacional, que resulta de un proceso histórico que se
inicia en los comienzos mismos de nuestra conformación como Nación. Una Nación
que rápidamente fue apoderada por una oligarquía que se transformó en la “dueña”
del Estado al que, corruptamente, puso al servicio de sus exclusivos intereses,
violando los derechos de las mayorías y, lo que es peor, convenciendo a éstas
de los “beneficios” que sus ilícitas y deshonestas acciones les aportarán.
Hoy, cuando nuevamente un Proyecto reivindicativo de los
Derechos de las Mayorías ha sido derrotado, y con la acumulación de
experiencias muy bien aprovechadas por la derecha vernácula y sus socios
imperiales, el Pueblo aparece como inerme ante el avance de las “hordas” del
neoliberalismo, escudadas siempre tras las masas de gentes llevadas de las
narices al oprobio de la ignorancia, con la suma de los necesarios obsecuentes comunicadores,
además de los imprescindibles y previsibles traidores a sus orígenes
ideológicos. La siembra de dudas y cizañas de diversa índole, profundiza la
confusión, aprovechada al máximo para construir un relato que haga de valla (en
este caso, simbólica) para el avance de la comprensión del pasado reciente y
sus enseñanzas positivas para la reconstrucción del Proyecto Nacional y Popular.
Asquea ver y escuchar las dudas o sospechas de muchos dirigentes
sobre los líderes que, hasta hace poco, decían defender. Duele escuchar
discursos “anti-corrupción” de tantos idiotas útiles al neoliberalismo, que claramente
se muestran como arrepentidos por haber participado de un Gobierno Popular que
les otorgó privilegios que no merecían. Ahora, auto-erigidos en “dirigentes” de
una “nueva forma de hacer política”, van de canal en canal de TV, de radio en
radio, de reportaje en reportaje, expresando su “indignación” por los corruptos
aparecidos, aprovechando el momento para adquirir una notoriedad que, por sus intelectos,
no les sería alcanzable jamás.
No se trata de negar los errores, las incapacidades o la falta
de algunas oportunas decisiones del Gobierno Popular. De lo que se trata es de comprender
el profundo sentido patriótico de una enorme cantidad de avances sociales, económicos
y políticos dados al amparo de decisiones que partieron de convicciones
expresadas mucho antes de asumir sus mandatos, tanto por Néstor Kirchner como
por su sucesora, Cristina Fernández, y que nunca fueron entregadas (las convicciones)
a las fauces de la bestia neoliberal. Este fue su peor pecado. Sólo por esto,
el Poder Real les perseguirá siempre, como siempre lo hicieron con cada
Gobierno surgido de las entrañas del Pueblo. La corrupción, es solo una coartada.
Jajajajajajajaja
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