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Mujica, "el Pepe",
como le gusta llamarlo a la progresía que lo corteja como si fuera un gurú,
volvió a demostrar que su forma de actuar en política no es precisamente la
coherencia. Amigo de Víctor Almagro, titular de la OEA, tanto que él mismo fue
gestor fundamental para que lo colocaran en ese sitio para reemplazar a otro
que bien baila, el chileno José Miguel Insulza. Tan fraterna su amistad que
frente a cada gesto hostil contra los gobiernos rebeldes del continente por
parte de Almagro, Mujica siempre encontró una justificación para arroparlo.
El problema es que Almagro no sólo es hijo putativo de Mujica y del
Frente Amplio uruguayo sino también del Pentángono, y donde manda capitán no
manda marinero. Por lo tanto, ahora que las embestidas de la OEA contra
Venezuela van "in crescendo", hasta el propio Mujica (pícaro como es
dentro de su doctrina de “como te digo una cosa te digo la otra”), también ha
necesitado correrse a un costado, no sin antes perdonar los dichos del
alcahuete de los gringos señalando que "Almagro no es ningún traidor, es
abogado, un esclavo del derecho”. En fin, un pusilánime, pero “nuestro
pusilánime”.
Como no se debe sentir muy a gusto con retractarse, Mujica hizo lo que
Almagro vienen promoviendo: denostar públicamente a un presidente al que Mujica
(ex tupamaro arrepentido y traidor indisimulado de los principios
revolucionarios que en los 60 levantara Raúl “Bebe" Sendic) no le llega ni
a la suela de sus zapatos. “Maduro está más loco que una cabra”, declaró
insolente, sumándose al coro de hostilidad que sufre Venezuela bolivariana día
a día. Y semejante confesión provocó enseguida que toda la prensa reaccionaria
del planeta (desde el ABC, El País y El Mundo de España, los medios gusanos de
Miami, pasando por El Universal y El Nacional, de Venezuela) reprodujeran sus
palabras reafirmando la “valentía” de haberlas pronunciado en esta ocasión.
Era hora que sucediera, y que se terminara de esta forma con los
encubrimientos autistas que muchos hicieron de un personaje que dejó hace mucho
tiempo de ser lo que era, y pasó a ser una mala caricatura de sí mismo. Ni
Tupamaro, ni progresista ni mucho menos guerrillero revolucionario. Los
verdaderos luchadores son los que reivindican el combate toda la vida, no los
que agiornan su pensamiento y lo convierten en un cambalache ideológico.
Mujica, antes de decir lo que dijo ahora, había gobernado a favor de
las multinacionales, coincidió con Tabaré Vázquez en entregar el Uruguay a las
pasteras y las megamineras, convocó en el lujoso hotel Radison de Punta del
Este a empresarios argentinos que en su momento le hacían la guerra al gobierno
kirchnerista y les ofreció invertir en Uruguay donde “nadie” les pondría retenciones,
recibiendo múltiples elogios de lo peor de la oligarquía bonaerense por ese
gesto. Tanto que varios de esos ejecutivos declararon que sin dudarlo
cambiarían a Cristina por Mujica. No es de extrañar, a los burgueses argentinos
(hoy en el gobierno junto a Mauricio Macri) les venía como anillo al dedo un
presidente como Mujica que negoció en secreto con EEUU un tratado nefasto como
el TISA, que tanta contestación recibió por parte de los trabajadores estatales
latinoamericanos.
Pero hay más, Mujica jamás hizo un gesto positivo hacia el juzgamiento
de los militares genocidas. No sólo eso, junto con su colega Fernández Huidobro
(su ministro de Defensa y también ex tupamaro) hicieron todo lo posible para
exculpar a los torturadores porque ya “son viejitos”.
Sin embargo, hasta ahora, parecería que nadie quiso darse cuenta de
quien es Mujica y constantemente frente a las pocas voces críticas que se
levantaban (entre ellas, la de los auténticos tupamaros que lo conocen muy
bien), se imponía esa imagen de anciano bonachón, capaz de decir tonterías o
lanzar exabruptos, que siempre eran festejados o perdonados. Un día aspiraba a
Premio Nobel de la Paz, otro se convertía en protagonista de una película de
Kusturica, o se presentaba como “vasco” para hablar de los bombardeos a
Guernica, o posaba muy campante, en su “humilde chacra” con el ex Rey Juan
Carlos. Todo por el mismo precio.
A tomar nota: Mujica no es lo que era sino lo que es ahora. Suele
pasar con algunos que en sus años mozos adoptaron posiciones combativas y con
el correr del tiempo se convierten en sombras de su propio pasado. Hoy, José
Mujica cree que Maduro es un “loco", exactamente lo mismo que opinan: John
Kerry, Barak Obama, Mauricio Macri, Alvaro Uribe Vélez, Víctor Almagro,
Ramos Allup y toda la oposición venezolana. Y en función de ello, convocan a
derrocarlo.
*Publicado en Telesurtv.net
Tal cual, basta de pleitesías a ese viejo acomodaticio devenido la nueva mascota de la oligarquía. Y es cierto lo que decís, quien tuvo una trayectoria noble no hace sino profundizarla. Por pura lógica.Cosa que este tipo no hizo. Tras la operación de importación de presos de Guantánamo venía otro movimiento subrepticio, más en consonancia con un Plan Cóndor: la habilitación de cárceles internacionales en Sudamérica (hoy con musulmanes y mañana.... con latinoamericanos molestos). ¿Cómo pudo un hombre antes cautivo siquiera sentarse a hablar de una salvajada semejante? ¿Un ex cautivo aprobando cautiverios? Una contradicción que ya pasa de grosera y da para un urgente cónclave de psiquiatras. Hemos sido muy benignos con este viejo de mierda. Demasiado. Y no es senilidad lo suyo, es cipayismo. Buen artículo. Saludos.
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