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No sé cuántas veces lo conté. Y
eso es una advertencia porque quizá usted ya lo sabe. Lo que no sé cuántas
veces conté es que cuando los dueños de la soja quisieron sacar a Cristina,
ahí, me convertí en un militante para defenderla. A otros les pasó en otros
momentos. Otros venían de antes. Varios de mucho antes. A muchos se les
despertó cuando murió Néstor. Algunos se entusiasmaron cuando se les dijo que
no a los fondos buitres. A muchos les agarró hace poco cuando ganamos por
demasiado poco en la primera vuelta y vieron el peligro. Y hasta hay quienes se
convirtieron después de perder en el ballotage, cuando vieron que eso de que la
derecha es insensible, mentirosa, autoritaria y voraz no era un invento
nuestro. El asunto es que muchos somos militantes.
Y hay de todo tipo: los que no se les ocurre juntarse con otros
militantes, los que se juntan pero en las plazas, los que van al local del
barrio, los que se juntan con su organización partidaria. Hay de todo. Están
los solitarios, los que militan con su grupo de amigos, los que prefieren estar
más organizados, los que no soportan que nadie los organice, los que gritan
desaforados, y los que gritan menos desaforados. Y por supuesto las edades son
cualquier edad, y también su lugar en el mundo. Señoras muy paquetas, peones de
flete, señoras de barrio, psicoanalistas de barba, repartidores de pizza,
dueños de empresas, estudiantes prolijos, y hasta el último militante que me
alcanzó sus dibujos y un cuento sobre Néstor. El hombre me dijo que andaba
cartoneando. Y más allá de la bronca que me dio que al compañero no hayamos
podido incorporarlo a un trabajo más formal y menos pesado, pensé que el cartoneo
podía ser algo que todos andamos haciendo en estos días. Buscando entre los
tachos de esta historia de doce años algo que nos sirva en el mercado de la
esperanza. Y aunque las búsquedas siempre tienen un poco de angustiosas, lo
cierto es que en esos tachos encontramos de todo. Todavía están ahí frescos y
saludables el amor que nos dimos, la solidaridad entregada, la energía gastada,
el coraje obligado. Y también están los miedos -cumplidos con creces-, la
tristeza que lloramos, la despedida que coreamos felices por tener a alguien
valioso a quien despedir por un rato, nada menos que a Cristina. La derrota
está ahí también en esos tachos donde revolvemos para encontrar las cosas que
nos alimenten el espíritu, que nos señalen un camino, que haga de plasticola
para poder juntar todos nuestros corazones que siguen latiendo con las mismas
convicciones de siempre. Ideas sencillas y fuertes como la dignidad del pueblo,
la soberanía de la Patria, la economía al servicio de los que la pasan peor,
los derechos iguales para todos. Y esas cosas encontramos en nuestro cartoneo
cotidiano. Aunque cada uno andemos deambulando por calles diferentes y en
diferentes tachos. Pero todos encontramos lo mismo. Y si queremos volver, no
sólo volver a ser gobierno -que suena un poco burocrático- sino volver a tener
nuestra Patria más justa, nuestra felicidad merecida, y el derecho a seguir
construyendo el futuro de nuestros hijos: hay que buscar. Ese volver es el que
queremos. Y ante cada grito de “vamos a volver” es verdad que un diablito en la
oreja nos dice “¿vamos a volver?” Y sí, yo creo que aunque los destinos
personales cambien (yo no sé si voy a volver a escribir en esta página, ni si
volveré a la tele o a la radio) creo que vamos a volver a recuperar la Patria
que ahora está suspendida. Pero la condición es seguir cartoneando y juntando y
rearmando las fuerzas que ahí nos están esperando. Somos como hormigas al que
un niño cruel y aburrido les pateó el hormiguero. El pánico y el desorden ya
están pasando, se van, ahora viene la tarea minuciosa y paciente de volver a
armarlo. Tocándonos las antenitas entre todos para pasarnos los mensajes,
poniendo cada uno lo mejor que encontró en su cartoneo por los tachos de la
Patria. Y vamos a volver, porque la luz más pequeña rompe la oscuridad, y en
esa oscuridad nos encontraremos mucho más temprano de lo que creemos. Porque
somos luces. Y las luces quieren que las demás luces también brillen. Feliz año
nuevo.
*Publicado en Diario Registrado
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