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Por Luis Bruschtein*
Hay una reproducción de hechos
que parecen calcados. A menos de un año de que ganaran limpiamente las
elecciones se producen movilizaciones, cacerolazos, supuestamente espontáneos,
que buscan la caída de los gobiernos democráticos. “Miren a Brasil y miren a la
Argentina y van a ver una radiografía de lo que me hicieron a mí después de
haber ganado las elecciones”, dijo la Presidenta Cristina Kirchner en su último
discurso por cadena nacional.
El principal autor confeso es el joven José Pérez Venta, quien es un
cuadro político intermedio de la oposición. Fue coordinador de derechos humanos
del área de juventud de la Alianza Bravo Pueblo, que dirige Antonio Ledezma, el
alcalde de Caracas que fue detenido acusado de organizar las guarimbas junto
con Leopoldo López, otro detenido. Pérez Venta también se presentaba como
coordinador del área de juventud en el distrito del Chacao del partido Voluntad
Popular, que dirige el preso López. Primero había estado con López y luego se
había pasado a Bravo Pueblo. Son dos de la miríada de pequeñas agrupaciones que
conforman la oposición venezolana. Se asumen como socialdemócratas por su
origen en el viejo partido Acción Democrática, pero sus posiciones son
derechistas y son financiados por grupos radicales del Partido Republicano en
Miami.
Nadie discute que Pérez Venta y sus cómplices realizaron el crimen de
Hergueta, pero las relaciones políticas de los asesinos son tan desopilantes
que tienen todo el aspecto de ser verdaderas. La relación no es que cometieron
el asesinato porque son de la oposición, sino cómo puede ser que matones de esa
calaña hayan participado durante tantos años en la oposición y hayan sido
aceptados como referentes.
La oposición dice que son infiltrados y niega que el asesino fuera
dirigente de alguna de sus agrupaciones, aunque reconoció que tanto Pérez Venta
como Carlos Trejo, otro de los implicados, han participado en numerosas
actividades públicas. Hay demasiadas coincidencias y muchas fotografías que
muestran a estos matones abrazados y en un trato casi familiar con los
políticos opositores en situaciones críticas como cuando se entregó López a las
autoridades, situaciones en las que cualquiera tiende a rodearse de gente de su
confianza. Es probable que no todo lo que diga Pérez Venta sea cierto o
comprobable, pero lo que es innegable es que tanto Ledezma como López tenían
hampones contratados como grupos de choque. Aun cuando fueran servicios.
Y éstos fueron los grupos que actuaron en las guarimbas del 2014
cuando intentaron derrocar a Nicolás Maduro, razón por la que están presos
López y Ledezma. Pérez Venta y Carlos Trejo participaron en la llamada
Operación Libertad, como se denominó abiertamente a las movilizaciones que
buscaban el derrocamiento de Maduro, el 14 de febrero de 2014, poco después de
que Maduro ganara las elecciones presidenciales. Aunque la oposición dice que
son agentes de Inteligencia infiltrados, estos dos personajes participaron en
huelgas de hambre y acampadas estudiantiles contra el gobierno desde por lo
menos 2010; el hermano de Trejo también es dirigente en uno de los partidos
opositores y los dos estuvieron presos por alguna de esas actividades. Pérez
Venta fue invitado por Lorent Saleh a entrenarse con paramilitares en Colombia.
Saleh fue detenido en ese país y entregado a las autoridades venezolanas. Hay
fotos de Pérez Venta con el ex presidente colombiano Alvaro Uribe, quien
financia a la oposición venezolana más dura.
No se sabe quién organiza los cacerolazos que se presentan como
espontáneos ahora en Brasil. Cristina Kirchner recordó el miércoles que los
primeros cacerolazos fueron en 1973 para crear las condiciones para el golpe
militar contra Salvador Allende en Chile. Cristina agregó: “Las cacerolas
tienen marca registrada. Es la de una agencia de investigaciones de un país del
Norte”. En el caso de Chile está comprobado que tanto los cacerolazos como la
huelga de camiones que desabasteció a las principales ciudades fueron
financiados por la CIA.
Pérez Venta relata las reuniones de los dirigentes opositores previas
a las manifestaciones del 14 de febrero. No hace falta demasiada imaginación
para seguir esa parte del relato. Nada es espontáneo. La provocación que se
produjo en esas marchas estaba evidentemente planificada. En Argentina no hubo
este tipo de provocaciones y enfrentamientos violentos con efectivos policiales,
pero en Brasil se produjeron destrozos y enfrentamientos por parte de supuestos
grupos de anarquistas.
El activista asegura que el entrenamiento que le dieron los
paramilitares de Colombia fue para actos de resistencia pacífica. Ejercicios de
orden cerrado para obedecer con disciplina en las grandes manifestaciones
callejeras, el uso de molotov y las peleas con los efectivos policiales entre
los cuales hubo varios muertos. Cada uno de estos sucesos está guionado en los
libros del norteamericano Gene Sharp sobre “Resistencia Pacífica”. Algunos
consideran que este político, filósofo y profesor anticomunista de 87 años es
el autor intelectual de la caída de Mubarak en Egipto y de las llamadas
revoluciones de colores como la “naranja” en Ucrania y otras en el mundo árabe.
Sharp escribió en 1973 Políticas para la acción no violenta y otro en 2013 De
la dictadura a la democracia. Tiene un opúsculo Métodos de acción no violenta
que es una especie de manual con una lista de 190 acciones de ese tipo. Casi todo
su trabajo está enfocado sobre regímenes dictatoriales en plena decadencia como
los comunistas después de la caída del Muro, porque la mayoría de esas medidas
sólo serían efectivas si por detrás opera una potencia como Estados Unidos.
Sharp se ha puesto de moda entre los grupos más derechistas de la oposición a
gobiernos populares en Latinoamérica y sus libros han inspirado la idea de
“golpe suave”, que implica aprovechar el más mínimo conflicto, ya sea
económico, legal, militar o climático, para promover acciones que lleven a la
caída de los gobiernos populares democráticos. Cada acción es presentada como
un acto heroico en defensa de la democracia, un hecho definitivo, que sólo
puede concluir con la salida de estos gobiernos.
Todo el esquema funciona sobre la base de acciones contra una
dictadura. Pero los gobiernos latinoamericanos son todos democráticos, han sido
elegidos en elecciones libres y funcionan los Parlamentos. Las acciones
motorizadas en estas estrategias tratan de emitir el mensaje de que se está
frente a una dictadura. En el caso argentino, sobre todo con los caceroleros
locales, está esa acción en marcha desde la Resolución 125, en 2008, cuando la
movilización de las patronales rurales no tuvo la intención de resolver el
problema, sino de provocar el debilitamiento y la destitución de un gobierno.
La excusa “democrática” en Argentina o Brasil es muy tenue, entonces se corre
de lugar hacia fuertes campañas mediáticas sobre corrupción como argumento para
destituir a gobiernos democráticos.
La no violencia de estas acciones que propone Sharp queda nada más que
en la enunciación, porque como quedó demostrado en Venezuela convocan a los
sectores más violentos de la sociedad. Esta idea de no violencia es nada más
que una fachada para los golpes destituyentes cuyo objetivo es “frustrar los
procesos de inclusión social que han alcanzado los países de América del Sur, y
a los gobiernos nacionales populares y democráticos, que algunos llaman
populistas”, como dijo la Presidenta el miércoles en la Casa Rosada.
*Publicado en Página12
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