La reciente renovación del directorio del Instituto para el Desarrollo Empresarial Argentina (IDEA) incluyó el nombramiento de Gabriel Martino –CEO y presidente del HSBC Argentina– como vicepresidente segundo. En abril pasado, el titular de HSBC local tuvo que declarar ante la Comisión Bicameral investigadora del Congreso Nacional. El trabajo de los legisladores está centrado en desentrañar los mecanismos que permitieron la fuga de unos 3000 millones de dólares depositados en la filial suiza del holding financiero. Martino se negó a brindar información amparándose en el secreto bancario.
La decisión de IDEA es un implícito apoyo a la cuestionada entidad bancaria y, lejos de sorprender, resulta coherente con su historia. El intento de imponer la agenda a los poderes públicos es parte del ADN constitutivo de la entidad. Los ecos del último Coloquio todavía resuenan. El presidente de IDEA, Guillermo Blanco y el abogado Daniel Sabsay, fueron los oradores más belicosos contra el gobierno nacional. El presidente de la institución denunció que se está “ante un intento de reforma del modelo de país que estableció la Constitución de 1853” y que “el gobierno nacional está intentando llevarlo adelante en ambas Cámaras mediante la imposición de leyes sin posibilidad de debate e ignorando el derecho de las minorías a dar su opinión”. Por su parte, Sabsay cuestionó el proyecto de reforma al Código Procesal Penal de la Nación porque permitiría “encubrir a todos los amigos del poder”, calificó de “ser indigno” al canciller Héctor Timerman y exigió que la Presidenta exhiba su título de abogada.
El IDEA fue creado en 1960 por iniciativa de trescientas empresas
líderes. Los tradicionales coloquios anuales comenzaron en 1965. La primera
edición se realizó en un curioso lugar: la Base Naval de Puerto Belgrano. Un
año después, la dictadura de Onganía destituiría a los miembros de la Corte
Suprema de Justicia, disolvería y confiscaría bienes de partidos políticos e intervendría
sindicatos y medios de comunicación. Las compañías integrantes de IDEA apoyaron
fervientemente el “proyecto modernizador” impulsado por la autodenominada
“Revolución Argentina”. Para el elenco golpista, la “partidocracia” era un
obstáculo para el desarrollo económico.
La caída de la autodenominada “Revolución Argentina” abriría otra
etapa. El tercer gobierno peronista, y sobre todo la gestión Gelbard, encontró
fuerte resistencia empresarial. El derrocamiento de Isabel Perón fue muy bien
recibido por esos sectores. La fotografía que ilustra la portada del libro
Cuentas pendientes: Los cómplices económicos de la dictadura, coordinado por
Horacio Verbitsky y Juan Pablo Bohoslavsky, es un símbolo de la comunión de
intereses entre cúpula empresaria y dictadura militar. La imagen muestra al
ingeniero Livio Guillermo Kühl, presidente de IDEA, al general Jorge Rafael
Videla, presidente de facto, y al general Horacio Rivera, titular de Somisa e
integrante de la comisión directiva de IDEA. La instantánea fue tomada en
ocasión de la celebración del 14º Coloquio Anual de 1978.
El retorno de la democracia renovó el escenario. La disputa contra los
poderes económicos culminó con la renuncia del ministro de Economía Bernardo
Grinspun en febrero de 1985. Muchos años después, el “ruso” contaría que “la
patria financiera es muy virulenta. El presidente de una asociación de bancos
me dijo un día, textualmente: “A usted lo vamos a hacer mierda”. “No aprendiste
la historia. Con Illia pisaron muchos pies al mismo tiempo y los bajaron. A
Alfonsín no lo van a bajar. Te van a bajar a vos.”
El 22 de abril de 1985, Alfonsín recibió en la Quinta de Olivos a
representantes de Bunge & Born, Pérez Companc, Bridas, Astra, Alpargatas,
Massuh, Ledesma, Bagley, Techint y Celulosa Jujuy. Los empresarios reclamaron
un cambio de rumbo económico. Los “capitanes de la industria” eran coordinados
por Livio Kuhl, ex ministro de industria del dictador Roberto Viola y ex
presidente de IDEA.
La nueva etapa incluyó el lanzamiento del Plan Austral. El sociólogo
Juan Carlos Portantiero sostuvo que “este plan, en esencia y en pocas palabras
no fue sino el reconocimiento de que, frente al fracaso de las políticas de
confrontación con el capitalismo local y extranjero, era necesario instrumentar
mecanismos que sirvieran de base para un pacto con él”.
El coloquio de IDEA de 1987 fue convocado bajo la consigna “Crecer es
el único camino. Privatización, educación y tecnología”. Las presiones para
imponer la agenda privatizadora estaban dando sus frutos. Ese año, el Ministro
de Obras y Servicios Públicos, Rodolfo Terragno, impulsó la conformación de
diferentes alianzas públicaprivada (ENTel-Telefónica de España, Aerolíneas
Argentinas-línea aérea sueca SAS) y la privatización parcial de la planta de
acero Somisa. Las iniciativas fracasaron debido a la cerrada oposición de los
representantes legislativos del peronismo. En poco tiempo más, los opositores a
las privatizaciones pasarían a ser sus más fervientes defensores.
En la década del noventa, la agenda debatida en los coloquios de IDEA
acompañó el rumbo neoliberal impreso por el menemismo. Las conclusiones de esos
encuentros era que había que profundizar las reformas estructurales pendientes.
Las investigadoras Sandra Colombo y Maria Lis Rolandi sostienen en La agenda
exterior y los actores subnacionales: los principales sectores de poder
económico de Argentina y el proceso de integración regional (1999-2001) que los
empresarios proponían “1) apertura de la economía como guía para toda
negociación de inserción internacional; 2) reforma del Estado, reforma
administrativa y reforma tributaria, incluyendo el demorado replanteo de la
relación nación-provincias, que permitan mejorar el gasto fiscal, y un uso
eficiente de los recursos públicos; 3) mantenimiento de la Ley de
Convertibilidad, 4) utilización plena del mercado como instrumento para asignar
recursos: desregulación y regulación eficiente tanto en los mercados de bienes
y servicios como en los correspondientes a los factores de la producción; 5)
focalización del gasto social, de manera de llegar mejor a los sectores más
vulnerables de la población y a aquellos que no puedan recibir plenamente, en
el corto plazo, los beneficios de las reformas estructurales; 6) cambios
fundamentales en la organización de la educación y la salud, claves para una
adecuada formación de recursos humanos; 7) mejora de la calidad institucional
en especial en el ámbito de la Justicia y en el sistema político y electoral”.
En el 2000, los integrantes de la Fundación de Investigaciones Económicas
Latinoamericanas (FIEL) eligieron el Coloquio para presentar el programa
económico que unos meses más tarde intentaría aplicar Ricardo López Murphy. Ese
plan de ajuste recibió un fuerte rechazo incluso dentro de las propias filas de
la Alianza gobernante. La gestión López Murphy apenas se extendería durante
quince convulsionados días abriéndo el camino para el nuevo desembarco de
Domingo Cavallo.
Las relaciones de IDEA con el kirchnerismo, con sus más y sus menos,
siempre fueron conflictivas. Los discursos iniciales de Néstor Kirchner en los
que exhortaba a “erradicar las corporaciones que impiden el crecimiento del
país”, fueron mal recibidos por la cúpula empresaria. Kirchner fue el primer
mandatario, en décadas, que no asistiría a los coloquios de IDEA. La misma
postura fue mantenida por Cristina Fernández de Kirchner. En el encuentro del
2005, el entonces ministro de Economía Roberto Lavagna utilizó esa tribuna para
marcar diferencias con el primer mandatario. Kirchner había acusado al
presidente del Coloquio, el supermercadista Alfredo Coto, de actuar de manera
cartelizada para incrementar los precios. El moderador del encuentro, el
periodista Joaquín Morales Solá, preguntó al ministro “¿Vamos a tener Lavagna
por mucho tiempo?”. El interrogante sería develado pocos días después cuando
Kirchner lo desplazó.
En la actualidad, IDEA participa del Foro de Convergencia Empresarial
que en sus “Bases para la Formulación de Políticas de Estado” sostiene que “el
Estado debe establecer reglas de juego claras y hacer cumplir las leyes. Dentro
de este marco, su injerencia en el ámbito propio de la actividad privada,
interviniendo en la toma de decisiones empresarias, no contribuye a dinamizar
la economía del país, ni resulta un aporte al desarrollo económico y social”.
La encuesta realizada por el diario Ambito Financiero, en el coloquio
de IDEA del 2010, revela el ambiente de nostalgia noventista que tiñe esos
encuentros. El periódico realizó dos preguntas a los hombres de negocios: 1) A
su juicio y en función del desarrollo de la Argentina, ¿cuál fue el mejor
gobierno de los últimos 50 años? (como muestra de buen gusto, los organizadores
aclaraban que las respuestas debían ceñirse a los gobiernos democráticos) y 2)
A su juicio y en función de las perspectivas de su actividad/empresa, ¿cuál fue
el mejor gobierno de estos últimos 50 años?.
El gobierno de Carlos Menem encabezó las respuestas con el 53 y el 63
por ciento, respectivamente.
El periodista Hugo Presman sostiene en La ceguera de la burguesía
nacional que “el ensayista Alejandro Horowicz ha caracterizado con precisión
las características de los sectores empresarios... Sostiene que la Argentina
tiene una clase dominante pero carece de clase dirigente. Y para ello basta,
como prueba de consistencia, observar el desierto de ideas en los coloquios de
IDEA. En este caso se comprueba aquel viejo consejo: ‘Dime de qué alardeas y te
diré de lo que careces’. La única idea del coloquio de IDEA está en la sigla”.
*Publicado en Página12
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