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No somos eso que dicen
ligeramente algunos periodistas deportivos. Nosotros no somos eso. Me
refiero a los argentinos. No somos eso. No somos ese tipo que corta el
alambrado. Tampoco somos ese otro tipo que arrojó un preparado químico contra
los jugadores de River Plate. Toda generalización es un acto de fascismo
discursivo. Pero decir: "Los argentinos son esto o aquello" implica
algo más que un desacertado método de comprensión del universo. Es una gran
operación cultural destinada a destrozar la autoestima de los argentinos.
¿Por qué un tipo con micrófono se cree con licencia para decir que mi
hermana, que dedica su vida a salvar animales, por ejemplo, es igual que el
energúmeno que protege al barra brava que agredió a los jugadores de River?
Sólo a un insensato se le podría ocurrir pensar que los argentinos
somos todos iguales. O a alguien que tiene el amor propio devastado. O a
alguien que no se considera argentino. Que se cree superior al resto. ¿Quién le
dio a un periodista deportivo la facultad para hablar sobre el fútbol argentino
en general, para hablar de cómo somos los argentinos?
Lo preocupante son las líneas argumentales, las hipocresías
justificativas, los malabarismos discursivos para sostener la violencia entre
caníbales.
No somos eso. Los argentinos no somos sólo eso. Pero parece que
algunos necesitan socavar la autoestima de millones de argentinos para que nos
sintamos eso. Para que pensemos que somos los peores del planeta sólo porque un
par de criminales, amparados por una red criminal, hicieron lo que
hicieron.
¿Complicidad de la barra brava, la dirigencia, la policía, la
política, los empresarios, el periodismo, los jugadores? Sí, claro, pero eso
nos permite hablar de "los argentinos".
Existe una tilinguería desmedida en algunos periodistas que espanta al
más pintado. Incluso en los que comentan en la TV Pública. Siempre están
dispuestos a sacar de sus entrañas la sarta de lugares comunes sobre "los
argentinos somos así", "la sociedad violenta en la que vivimos",
"entran por una puerta y salen por la otra", es decir,
generalizaciones insustanciales, incomprobables e inconducentes.
Claro que no somos perfectos. Ni los mejores. Claro que eso que ocurrió
el jueves es parte de nosotros. Los miles de hinchas gritando "River sos
cagón", cuando había cuatro jugadores heridos con químicos, también somos
nosotros.
Y los jugadores de Boca intentando jugar el partido y aplaudiendo a la
hinchada que gritaba contra las víctimas del ataque, también somos nosotros.
Como fuimos nosotros cuando River destrozó su estadio cuando se fue a la B o
cada vez que destrozan las barrabravas. Siempre somos nosotros.
Somos nosotros cuando gran parte de la sociedad sostuvo a la dictadura
militar o votó al menemismo, por ejemplo.
Pero, también, somos muchísimas otras cosas resplandecientes de
dignidad. Pero no importa eso. Esto no es un tratado de autoayuda nacional.
Simplemente se trata de demostrar una vez más la falacia de que los
"argentinos somos lo peor del mundo", una operación cultural que está
puesta allí, en el corazón de los lugares comunes para destrozar nuestra
identidad colectiva, identidad fundamental a la hora de construir una noción
que permita un desarrollo comunitario y solidario.
Lo ocurrido el jueves desató también una serie de encadenamientos
argumentales y discursivos que muestran una de nuestras peores formas de
relacionamiento: el pensamiento binario. River-Boca, Blanco-Negro, Amigo-Enemigo.
He leído y escuchado desde la ristra de ataques xenófobos,
descalificadores y discriminadores a los que muchos hinchas de River nos tienen
acostumbrados, al rosario de estupideces justificadoras del ataque a los
jugadores millonarios. A ver: una patada mal sancionada por un árbitro en un
partido sólo justifica arrojar gas picante en la cabeza de un descerebrado;
justificar la patada de Funes Moris porque en 1986 Passucci le encajó una
plancha a Ruggieri sólo cabe en una mente afiebrada.
Nuestro país debe erradicar esas lógicas argumentales. Pido un mínimo
de abstracción para comprender el próximo párrafo. No estoy hablando del hincha
de River o de Boca, de peronista o el anti peronista, del kirchnerista o
antikirchnerista, me refiero a la línea argumental de justificación, al modelo
de reflexión que utiliza quien piensa de esta manera.
Por ejemplo, los que creen que una patada justifica el uso del gas
tumbero, ¿son los mismos que justifican la represión ilegal por los crímenes de
las organizaciones político-militares? ¿Son los mismos que justifican el
bombardeo a la Plaza de Mayo por las actitudes autoritarias de Juan Domingo
Perón? ¿Son los mismos que justifican los femicidios porque la mujer era
infiel? ¿Son los mismos que justifican lo injustificable siempre? ¿O son otros?
¿O van cambiando?
Los hechos son incomparables, claro, pero ¿así funciona nuestra
racionalidad binaria en la Argentina? ¿Nuestro fanatismo? ¿Nuestra sin razón?
¿No hay posibilidad de un pacto para vivir? ¿No es posible ponernos de acuerdo
en que arrojarle un frasco de gas tumbero a un trabajador no tiene ninguna
justificación posible? ¿Que matar no tiene ninguna justificación posible? ¿Que
torturar no tiene ninguna justificación posible?
Nicolas Shumway, en su libro un tanto esquemático La invención de la
Argentina escribió alguna vez: "La Argentina es una casa dividida contra
sí misma y lo ha sido al menos desde que Moreno se enfrentó a Saavedra. En el
mejor de los casos, las divisiones llevan a un impasse letárgico en la que nadie
sufre demasiado; en el peor, la rivalidad, las sospechas y los odios de un
grupo por el otro, cada uno con su idea distinta de la historia, la identidad y
el destino, llevan a baños de sangre como las guerras civiles del siglo pasado
o a la guerra sucia de fines de la década de 1970".
Como en una letanía, siempre que la violencia irrumpe en el fútbol o
en la política, pienso en esta profecía de Shumway. A veces, creo que siempre
estamos asomados a la balaustrada del horror. La mayoría de las veces pienso
que 32 años de democracia no pueden ser en vano, que algo aprendimos sobre la
pluralidad, la diversidad y la tolerancia.
Esta nota no habló de hechos. No importa lo que realmente ocurrió el
jueves. Alguien dirá que "mezclar" fútbol y política no corresponde.
Pero es que esta nota trata sobre los discursos que se elaboraron a partir de
una cuestión específica. Podría haber sido uno u otro el culpable. Eso no
importa. Lo preocupante son las líneas argumentales, las hipocresías
justificativas, los malabarismos discursivos para sostener la violencia entre
caníbales.
No somos eso. No todos somos eso. No deberíamos serlo. O Deberíamos
dejar de serlo.
*Publicado en Tiempo Argentino
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