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Ciertos gurúes mediáticos
vienen martillando con que en el poder es mejor la alternancia. Termina un
mandato peronista y viene uno radical, al que lo sigue uno kirchnerista,
reemplazado luego por uno carriotista o macrista o binnerista. Yo también creo
que la alternancia es buena. Alternar de auto aumenta la autoestima y la
economía del país. Alternar de esposa/o baja la panza, hace crecer el negocio
de los implantes de pelos y tetas, y la venta de Viagra hace que el PBI suba
hasta a las nubes, entre otras cosas que suben (con suerte). Alternar de
trabajo agiliza el ingenio, alternar la ciudad por el campo da paz, y el campo
por la ciudad otorga nuevas posibilidades.
Pero los gurúes mediáticos nunca explican cuáles son las ventajas de
la alternancia en el poder, tal como las expliqué yo con precisión doctoral.
Supongo que el planteo nace de la fascinación por la política norteamericana,
donde se alternan republicanos y demócratas, que son la misma basura (invaden,
reprimen, matan igual: Irak, Afganistán, Guantánamo, Bahía de Cochinos, etc.),
aunque los demócratas se rían cada tanto, no eructen en la mesa y parezcan más
humanos; al menos Clinton tenía su corazoncito (en la bragueta pero lo tenía).
Los gurúes que proponen la alternancia en el poder político nunca
plantean la alternancia en el poder económico. La alternancia en el poder
político es una idea típicamente liberal, mientras que la alternancia en el
poder económico sería más bien socialista (socialista de verdad, no del que
vota a Capriles y cree en la mano invisible del mercado), del socialismo que
cree que repartir un poco haría el mundo menos injusto. Sería así: los
muchachos de la Mesa de Enlace y de la Sociedad Rural le dejan el campo a
escritores y guitarristas para que se forren por un tiempo mientras ellos se
dejan el pelo largo y se bañan poco para sentirse de nuevo unos soñadores.
La alternancia en el poder es sencillamente una ventaja para el
establishment: agarran un gobierno nuevito, dubitativo, y le marcan la cancha
antes de que digan el primer discurso. Y si es un gobierno medio blandengue, en
seis meses lo tienen en el bolsillo (nunca mejor dicho). Después viene la
segunda parte del sonsonete de los gurúes: la alternancia funciona siempre y
cuando en el país existan lo que pomposamente llaman políticas de estado, es
decir acciones o planes que se mantengan en el tiempo sin importar quién
gobierna.
Pero curiosamente, los que hablan de políticas de estado en Argentina
proponen derogar las leyes que fueron votadas por el congreso (en muchos casos
con los votos opositores, sus propios votos): ley de medios, nuevos códigos,
nacionalización de YPF, etc. Es decir, quieren borrar esas leyes porque no son
políticas de estado creadas por el estado que todos conformamos con nuestra
militancia, nuestra participación en instituciones, la de nuestros
representantes, o simplemente votando; son perversiones kirchneristas generadas
por el diablo (CFK), los hijos del diablo (La Cámpora), puestas en práctica por
un imberbe ateo marxista (Kicillof), el Pombero Moreno y el fantasma de Néstor
que se aparece si lo nombrás tres veces frente a un espejo.
Pero aceptemos que así como puede ser bueno cambiar de auto o de
esposa/o, es buena la alternancia en el poder político. Luego de una década de
infierno kirchnerista habría que alternar con la siesta ideológica de Binner,
el show de las bicisendas de Macri o un súper country massista para todos y
todas, aunque si venís de Colombia en avión privado te hacemos un descuentito.
O por todos ellos juntos, tan queribles como Los Campanelli. ¡Cómo volveríamos
a reír en la mesa de los argentinos! Poca comida, pero mucha risa, eso sí.
Es verdad. La alternancia le da aire a la política, se vuelven a
discutir los temas inagotables que no deben abandonarse (el rol del estado,
política internacional, inclusión, etc.), aparecen nuevos e indispensables
jugadores porque alguien tiene que gobernar, crear leyes, también para aquellos
que odian la política y los políticos. Pero la alternancia es buena cuando hay
un plan alternativo. No conviene abandonar el plan A si no existe el plan B. No
conviene dejar a la esposa sin haberle echado el ojo a la que la va a
reemplazar (preferentemente ella tiene que saberlo y estar de acuerdo). En la
vida se puede correr esa aventura, para un país puede ser catastrófico. Porque
cuando se pone en el poder a alguien que no está preparado, agarrate Catalina.
Es como dejar a la esposa/o sin tener el sí de la vecina/o de enfrente pero
multiplicado por cuarenta millones.
Este discurso de los gurúes mediáticos es una claudicación, el
reconocimiento de que los otros discursos: corrupción, inseguridad, locura de
la jefa, bóvedas fantasmas, no han dado el resultado esperado. O lo dieron en
un momento y por esas cosas de la psicología de masas, se fueron revirtiendo.
La prueba es que en una caceroleada de hace un año se juntaron medio millón de
personas y en la última medio millar. Y en la próxima harán un partido entre
solteros y casados en el obelisco, veintidós personas más el árbitro,
veintitrés. A no desfallecer, con una veintena de barbudos Fidel armó un lío
del que hablamos todavía hoy.
Además, la alternancia en política está sujeta a variables muy
débiles, caprichosas e impredecibles. En España en el 2004 todo indicaba que
iba a renovar el Partido Popular, pero luego del atentado de Atocha, que el PP
insistió en endilgarle a ETA y no a la alineación de España con los EEUU en la
invasión de Irak, la gente se volcó a votar al PSOE. Hubo alternancia, como
piden los gurúes, pero condicionada por una masacre. El resto es conocido, el
PSOE tuvo que hacerse cargo del gobierno cuando no tenía ni energía ni plan. Y
llegó otra vez la tan mentada alternancia, el PSOE fracasó y ganó Rajoy.
¿Hubiera sido mejor si los del PP ganaban en aquel 2004? Cómo saberlo. Pero lo
que sí es seguro es que la alternancia fue condicionada por unos asesinos y no
por la voluntad de los españoles.
Pero como esta nota se llama elogio de la alternancia, yo voy a
aceptar los que dicen los gurúes y voy a proponer alternancias varias, airear
el país, redecorarlo, resetearlo, comenzar de cero. Arranco: que alternen los
periodistas a los que se le han acabado las ideas y sólo les queda el odio por
otros que se pregunten si vale la pena tanto odio. Que alterne la oposición por
otra que tenga ideas, discurso, capaz de crear un relato alternativo al del
kirchnerismo, que nos haga reír de alegría, que nos sorprenda. Que alternen los
diarios, que los diarios que mienten dejen de salir por un período presidencial
y sea reemplazado por otros, escritos por gente que no esté obligada a defender
la plata afanada y escondida en suiza, y los privilegios hechos a base de
mentira cuando no de muerte. Que alternen los jueces que dan cautelares a
troche y moche para proteger a los poderosos por otros que antes de firmar
miren la balancita en manos de la mina ésa con los ojos vendados.
Alternar el modelo del macho argentino por el de los hombres comunes
con un poco de panza, poco pelo y mucho humor. Alternar la televisión que
atrasa de Tinelli, Susana y Mirtha, por una televisión hecha por pibes que no
respeten códigos y tengan ganas de romper todo lo construido por estos
dinosaurios. Alternar tanto llorerío por ideas. Alternar las cacerolas por las
Tupper, que hacen menos ruido y son tan útiles para guardar la ensalada en
verano. Alternar las alianzas políticas pegadas con moco por uniones sostenidas
por la ideología y los proyectos de futuro. Alternar los taxistas que intentan
deprimirte por gondoleros que te canten una canzonetta d'amore mientras te
llevan a destino.
Alternar la discriminación por la tolerancia. Alternar el discurso del
miedo por el de la felicidad. Alternar las noticias de muertes y mierdas varias
por las de gente que inventa cosas, que compone, que cree en el país, que
escribe poesía, que sale a la calle con una sonrisa, que se reúne con la
familia para brindar, cantar, reír, soñar con un futuro a la altura de lo que
nos merecemos. Alternar la evasión por pagá lo que te corresponde, caradura y
ladrón. Y por último que la Luli Salazar alterne de amante empezando por los
tipos que escriben en este diario, tocan la guitarra, se ríen de casi todo y se
llaman Chiabrando.
*Publicado
en Rosario12
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