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La emoción del cacique wichí
David Pastor cuando de un caño en medio del seco paraje Pozo El Toro brotó un
chorro de agua fresca, que viene de las entrañas de la tierra árida a 216
metros de profundidad, no suma votos ni se mensura en plazos electorales. Lo
mismo sucede ante unas pocas casas en ese paraje y en Pozo La China, que los
propios originarios diseñaron acorde a sus costumbres y de las que tuvieron
posesión hace unos días cuando los visitó la ministra Alicia Kirchner. No hay
votos ahí. Hay compatriotas.
La gestión de Estado no se mide sólo a trancos electorales. Se ve en obras, se traduce en ladrillos. Un ejemplo es el plan Pro.Cre.Ar que, no casualmente, fue cuestionado desde las usinas del neoliberalismo autóctono, la Fundación Mediterránea, algo así como los padres de la criatura: de sus filas salió el mejor alumno del modelo de la exclusión, Domingo Cavallo, hacedor de desocupación, endeudamiento externo y extremo y desguace estatal, entre otras plagas. Tampoco sorprendió que las críticas al plan tuvieran su correlato en el diario La Nación. De inmediato, la ANSES desnudó la intención del informe, como se señala en la página 8 de esta edición.
Ayer, el jefe de Gabinete Capitanich y el ministro de Economía Kicillof presentaron el Presupuesto 2015. Prevé más fondos para políticas sociales: más recursos para los que menos tienen.
El escenario no es sencillo. Los niveles de actividad económica marcan dificultades en distintos frentes. La clave radica en responderse: ¿para quién se gobierna? La aplicación de medidas contracíclicas que amortigüen los efectos que arrastre cierta desaceleración de la actividad y que apunten a mantener las fuentes laborales y la capacidad de consumo acerca una respuesta. El Estado debe asumir un rol central en este contexto y en el desarrollo de las políticas de inclusión.
Detrás de la emoción del cacique wichí se expresan años de indiferencia estatal hacia las comunidades.
La Argentina vivió astillada en mil pedazos durante décadas; integrarla, partiendo de las demandas de los más necesitados, es un reflejo de la actual gestión, con el Estado (ese que destruyó el neoliberalismo que pregona la Fundación Mediterránea) como actor fundamental.
La gestión de Estado no se mide sólo a trancos electorales. Se ve en obras, se traduce en ladrillos. Un ejemplo es el plan Pro.Cre.Ar que, no casualmente, fue cuestionado desde las usinas del neoliberalismo autóctono, la Fundación Mediterránea, algo así como los padres de la criatura: de sus filas salió el mejor alumno del modelo de la exclusión, Domingo Cavallo, hacedor de desocupación, endeudamiento externo y extremo y desguace estatal, entre otras plagas. Tampoco sorprendió que las críticas al plan tuvieran su correlato en el diario La Nación. De inmediato, la ANSES desnudó la intención del informe, como se señala en la página 8 de esta edición.
Ayer, el jefe de Gabinete Capitanich y el ministro de Economía Kicillof presentaron el Presupuesto 2015. Prevé más fondos para políticas sociales: más recursos para los que menos tienen.
El escenario no es sencillo. Los niveles de actividad económica marcan dificultades en distintos frentes. La clave radica en responderse: ¿para quién se gobierna? La aplicación de medidas contracíclicas que amortigüen los efectos que arrastre cierta desaceleración de la actividad y que apunten a mantener las fuentes laborales y la capacidad de consumo acerca una respuesta. El Estado debe asumir un rol central en este contexto y en el desarrollo de las políticas de inclusión.
Detrás de la emoción del cacique wichí se expresan años de indiferencia estatal hacia las comunidades.
La Argentina vivió astillada en mil pedazos durante décadas; integrarla, partiendo de las demandas de los más necesitados, es un reflejo de la actual gestión, con el Estado (ese que destruyó el neoliberalismo que pregona la Fundación Mediterránea) como actor fundamental.
*Publicado en Tiempo Argentino
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