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Como la economía es un espacio de
disputa de poder, la construcción de expectativas es una de las trincheras más
importante donde participan diferentes actores económicos y políticos. No se
trata de la definición de la ortodoxia sobre las “expectativas racionales”, que
postula que todos los agentes poseen el mejor conocimiento del funcionamiento
de la economía y toda la información necesaria para definir sus
comportamientos. Esa teoría afirma que así pueden evaluar riesgos y decidir en
consecuencia su conducta y por ese motivo es muy difícil confundir a los
agentes económicos. Es una concepción fallida que la realidad económica ha
sabido refutar en varias oportunidades, especialmente en los mercados
financieros. Distinto es el montaje de la “profecía autocumplida”, que es una
predicción que directa o indirectamente conduce a convertirse en realidad. Si
se propaga que va a escasear determinado alimento o combustible, muchos
probablemente corran a comprarlo. El previsible comportamiento de acopio
contribuirá a que aquella sentencia se convierta en realidad. Es, en sus
comienzos, una definición falsa de una situación que conduce a un nuevo
comportamiento que convierte en “verdadera” la mención inicialmente falsa. La
construcción de esas profecías está muy ligada al manejo de las expectativas
sociales sobre acontecimientos económicos. Por eso en ese terreno intervienen
con intensidad diferentes actores políticos y económicos. Funcionarios del área
económica y hasta la propia presidenta CFK disputan ese espacio con la
oposición, grandes medios y grupos económicos. En el juego de orientar las
expectativas, un grupo numeroso de economistas tiene un papel estelar.
El crecimiento espectacular de
variadas plataformas de difusión de información, con el flujo al instante en
Internet, la comunicación vía mail, la expansión de las redes sociales y los
medios tradicionales, ha derivado en un canal impresionante de rápida
distribución de todo tipo de análisis y especulaciones. En ese amplio mapa de
circulación de noticias, la televisión sigue siendo uno de los principales
modos de acceso a la información de quienes no leen diarios, apuntó el Premio
Nobel de Economía Joseph Stiglitz en la conferencia sobre la libertad de prensa
en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia, en mayo del año
pasado. Stiglitz debería sumar la radio como una de esas vías masivas de
conocer qué está pasando. Por ese motivo el ex economista jefe del Banco
Mundial señaló que en la televisión (y también en la radio) “la concentración
puede ser más perniciosa que en otras áreas”. Esa concentración de los medios
deriva en otra que tiene como protagonista a un elenco de economistas
mediáticos que circulan por estudios de televisión por cable y radios, además
de ser editorialistas y fuente de gran parte de los medios escritos.
Esa expansión de los medios de
comunicación en un mundo económico dominado por la incertidumbre generada por
las finanzas globales, lo que ha acelerado los ciclos de auge y crisis,
exacerbó esa excitación por conocer la palabra de los denominados gurúes. Ese
grupo de economistas del turno mañana, tarde y noche de las pantallas y el micrófono
son los delegados más populares del poder económico para la construcción de
expectativas. Las controversias en materia económica que se desarrollan en los
medios son el paraíso de los lobbies. Esos economistas son sus representantes
más destacados que se dedican a señalar qué es lo que se debe hacer en la
economía. Sostienen un discurso que exponen como técnico pero resulta
fundamentalmente político e ideológico, aspectos que no es cuestionable, pero
sí lo es cuando lo ocultan detrás de una falsa neutralidad.
La exageración de determinadas
situaciones de tensión económica colabora para consolidar la presencia en los
medios de esos hombres de negocios dedicados a la comercialización de
información económica. La incertidumbre la van acentuando con el constante
mensaje de una crisis inminente. Esos economistas son parte importante de la
construcción de la sociedad del miedo, que convierte a las mayorías en una masa
ansiosa por saber qué va a pasar en un mundo lleno de incertidumbre. Ellos se
presentan como los portadores del saber. Diseminar temores facilita su tarea de
disciplinar a una sociedad para que acepte situaciones que serían rechazadas si
fueran ofrecidas en un marco normal. El miedo es el vehículo para condicionar
el comportamiento colectivo. En una era de incertidumbre global, la meta es
imponer de ese modo políticas impopulares.
Esa prédica es permanente pero
adquiere más penetración cuando irrumpe algún acontecimiento económico que
provoca incertidumbre, y en especial miedo por lo que puede suceder. Capturan
la atención emitiendo mensajes que advierten acerca de que algo malo puede
suceder. Avisan sobre un peligro potencial de consecuencias desastrosas para la
economía y por lo tanto para el bienestar de la población. No importa si
predicen desastres donde no los hay y posteriormente no se verifican, puesto
que luego no son interpelados por la catástrofe que no fue. Esa eventual
desgracia varía según el momento. Hoy es el default que no es.
Esta evaluación cualitativa sobre
el rol de los economistas mediáticos no tenía hasta ahora un análisis
cuantitativo conocido para mostrar la capacidad de construcción de
expectativas, y a la vez para comprobar el predominio en el espacio público del
pensamiento económico conservador en la interpretación de diversos
acontecimientos. Era evidente esa preeminencia en los medios con sólo hacer
zapping, pero no había un estudio de acceso público con cifras y nombres. Ese
ilustrativo trabajo lo realizó Ejes de Comunicación, empresa dedicada, entre
otras tareas, al monitoreo de medios, archivo de audios, videos y recortes de
prensa escrita. Realizó un ranking de economistas en base a su posicionamiento
mediático en los meses de julio y agosto pasados, período de debate económico
agitado por el bloqueo de cobro a los bonistas del canje ordenado por el juez
Thomas Griesa.
La cobertura fue realizada sobre
canales de televisión abierta y cable y radios AM y FM registrando la cantidad
de entrevistas a economistas. Las consultas más que se duplicaron desde abril
pasado cuando anotaron 193, hasta julio que alcanzaron las 408. El ranking de
los primeros diez en el bimestre julio-agosto estuvo liderado por Carlos
Melconian, con 40 apariciones. En orden descendente se ubicaron Agustín
D’Atellis (31), José Luis Espert (22), Daniel Artana (22), Orlando Ferreres
(19), Aldo Pignanelli (17), Ricardo Delgado (16), Matías Tombolini (16), Martín
Tetaz (16), Guillermo Nielsen (12) y Nicolás Dujovne (12). Las apariciones en
la radio estuvieron concentradas en las emisoras El Mundo y Mitre, con el 21 y
15 por ciento, respectivamente. En otras AM la presencia fue menor, reuniendo
Radio 10 y Continental, 7 por ciento cada una, y La Red, el 5 por ciento del
total de irrupciones mediáticas de esos economistas. En televisión, los
estudios de 26TV fueron los más transitados con el 32 por ciento, seguido por
América 24 y TN-Grupo Clarín, con el 30 y 11 por ciento, respectivamente. Más
atrás se ubicaron Canal 7, con el 7 por ciento, y CN23 y C5N, con el 6 por
ciento cada uno.
El relevamiento también incluyó
un análisis cualitativo sobre las características y área laboral de cada uno de
esos economistas, aspectos poco relevantes y que no agregan más detalles de los
conocidos. Lo que sí se deriva de ese análisis, aunque no está explicitado en
el documento, es el pronunciado sesgo ideológico hacia posiciones conservadoras
de esos protagonistas. En el caso específico del conflicto con los fondos
buitre y el juicio desarrollado en el juzgado de Griesa, nueve de esos diez
economistas proponen, con más o menos matices o vehemencia, que la posición
argentina está equivocada, que hay que negociar con los buitres (sin considerar
la existencia de la cláusula RUFO) y que se debe pagar del modo que lo pide el
juez del distrito sur de Manhattan. También que Argentina está en default.
Una sentencia declarada verdadera
pese a que no lo sea puede influir lo suficiente sobre la conducta de los
agentes económicos, ya sea por miedo o confusión, de modo que sus reacciones
convierten finalmente el hecho o sus efectos en verdaderos. Una vez que una
persona se convence a sí misma de que una situación tiene un cierto
significado, y al margen de que realmente lo tenga o no, adecuará su
comportamiento a esa percepción, con consecuencias en el mundo real. De ese
modo se van moldeando las expectativas sociales, hoy con el default, ayer con
la inflación, mañana con el empleo y siempre con el dólar.
*Publicado en Página12
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