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domingo, 28 de septiembre de 2014

EL IMPERIO CONTRAATACA

Imagen Tiempo Argentino
Por Hernán Brienza*

Dentro de la política interna hay un dato que no puede dejar de soslayarse: la derecha posicional ha decidido convertirse en derecha ideológica ¿Qué significa esto? Sencillamente que aquellos candidatos y periodistas que, mediante un discurso oportunista se veían obligados a cuestionar al gobierno desde el espacio de centroderecha no ocupado por el kirchnerismo, hoy ya no ocupan ese lugar con pudor o con timidez para no terminar de romper con la agenda mediática impuesta por el gobierno nacional en los últimos diez años. Hoy los candidatos de centroderecha ya asumen su propia agenda, imponen sus propias ideas, e intentan desembarazarse de la hegemonía cultural que durante unos años consiguió el kirchnerismo con, por ejemplo, "la fractura del espinazo cultural" que significó el Bicentenario. Y desde esa nueva posición vuelven a disputar el "sentido común" de los argentinos.
Repasemos: el primer indicio fue la chabacanización del discurso político, el remplazo del ideario por el griterío, de la argumentación por el estilete chicanero. El segundo indicio fue el ataque directo a Florencia de la V por parte de varios periodistas del poderoso Grupo Clarín. Porque no se trató simplemente de una pelea entre egos mediáticos, ni siquiera de un ataque directo a Florencia por su supuesta condición de kirchnerista, fue lisa y llanamente un cuestionamiento valorativo a la política de Derechos Humanos del gobierno nacional en referencia a la cuestión de género y sexualidad.
Las falaces diatribas contra la actriz travesti y su identidad intentaron anclarse en el reservorio reaccionario de la sociedad argentina, apelando a clichés y burdas ironías buscando complicidad en el andamiaje cultural machista.
Lo mismo ocurrió con el caso de Melina Romero. Palabras más, palabras menos, los medios reaccionarios estigmatizaron a la piba invirtiendo la carga de la prueba. Como si faltar al colegio, salir con varios pibes, tener un animal rebelde e indomable en el alma, fuera justificativo para una violación y una muerte. Y allí, otra vez, el discurso político bucea en el sentido común del poder machista más primario, intentando deslegitimar a la mujer que desea hacer lo que se le viene en ganas, para no usar frases sobreactuadas y cargadas de ideologismo barato y supuestamente progre.
Quienes no podían quedar afuera de esta operación, obviamente, fueron las víctimas estructurales de la sociedad argentina: los pobres, los bolivianos, los paraguayos, los inmigrantes, los negros, los delincuentes, los motochorros, cuya estigmatización sin organizaciones financiadas por ONG primermundista que los defienda como "minoría/mayoritaria" seguirán siendo marginados y defenestrados por los siglos de los siglos. Incluso hasta un posible candidato del Frente para la Victoria como Sergio Berni cayó en la trampa discursiva que le tendió la demagogia comunicacional y la lógica "atrapavotos".
Y aquí vale la pena hacerse una pregunta: ¿Por qué los principales candidatos consideran que endurecer el discurso de la seguridad "garpa" en términos políticos?
Pero hasta aquí le derechización valorativa realizó un papel superestructural, en términos marxistas, supongamos. No se hacía tan evidente y podía camuflarse con las agendas de las secciones de sociedad, espectáculos y policiales. Pero los candidatos de la derecha –Mauricio Macri, Sergio Massa, Ernesto Sanz, por ejemplo– decidieron dar un paso más, quitarse el disfraz de pseudo centristas y plantear una agenda política y económica desembozadamente noventista. Incluso el beneficiado por el Poder Judicial en la causa del Megacanje, Federico Sturzenegger, se animó a anunciar que con Macri, Argentina vuelve al festival del endeudamiento y la timba financiera internacional, como ocurrió con el que llevó al país a la bancarrota y al empobrecimiento de su pueblo entre los años 1976 y 2002.
La agenda mediática de la derecha se intensificó con la promesa de la quita de las retenciones, de la baja de impuestos, del desfinanciamiento del Estado, de políticas libremercadistas que hundieron la industria nacional en los '90, del recorte de la inversión pública, del ajuste del bolsillo de los trabajadores mediante medidas recesivas que frenen la inflación y la puja distributiva a favor de los sectores populares. En el único punto en el que perdieron fue en la cuestión de los fondos buitre: las mayorías comprendieron rápidamente de qué se trataba la cuestión y le dieron un apoyo manifiesto, en algunos casos, silencioso en otros.
El "sinceramiento del discurso de la derecha" que para muchos progresistas ven como una buena señal porque "al sacarse la careta, el pueblo finalmente se dará cuenta de las espurias intenciones de esos candidatos y se volcará masivamente a la izquierda o al kirchnerismo" es más que preocupante. Porque es necesario hacer un relevamiento realista y un diagnóstico preciso. No se trata de un "sinceramiento" se trata de un síntoma social.
Inteligentemente, Daniel Scioli, quien es visualizado por amplios sectores del kirchnerismo progresista como un hombre de derecha, al ver el corrimiento público de sus competidores, decidió desmarcarse e ir hacia el centro posicional e ideológico. Su extraña frase "me veo como el punto de encuentro del peronismo y el kirchnerismo" –extraña porque hace excluyentes las categorías peronismo y kirchnerismo– le ha resultado efectiva y lo convierte en un candidato de la moderación y no de la ruptura.
¿Por qué los candidatos de la derecha comenzaron a plantear una agenda de derecha?
Sencillo: porque se dieron cuenta de que esa agenda está presente en amplios sectores de la sociedad, que el kirchnerismo, con su alto nivel de discurso ideológico, ha quedado una vez más a la izquierda de las mayorías y que esas mismas mayorías parecen haberse retraído a enclaves ideológicos más tradicionales. En un punto, y en algún momento será necesario analizarlo, el kirchnerismo ha cedido terreno en su batalla cultural.
Ahora, ¿qué ocurre en ese sector que va del peronismo a la centroizquierda y el progresismo? Al no tener un candidato propio se deshace entre el sciolismo que va hacia el centro y las propuestas más radicalizadas de la izquierda tradicional. Es decir, allí hay un vacío. Hoy ese espacio no tiene una figura que los represente, dado que Cristina no puede presentarse. La pregunta final ante este panorama es: ¿Es posible que surja desde el kirchnerismo un candidato que ocupe ese espacio y desplace a todos los demás contrincantes al rincón de la derecha?  

*Publicado en Tiempo Argentino

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