Imagen Rosario12 |
Ahí está, ahí las tienen. Jorobaron tanto con que había que darle más
derechos a las mujeres que ahí las tienen. Ahora a aguantárselas. Parece que el
lugar que le daban nuestros padres y abuelos no bastaba. La cocina, el baño a
la hora de limpiarlo y la mitad de la cama, no eran suficiente, no, había que
prometerles el cielo, y encima dárselo. Y ahí tienen el resultado: cuatro
presidentas en Latinoamérica. De contarlo cansa: una presidenta, dos
presidentas, tres presidentas, cuatro presidentas, cinco Misisipis. Lo único
que faltaría para que sea una catástrofe total es que la Hillary Clinton sea
presidenta de los EEUU, entonces sí que las reuniones de la OEA y de la ONU se
van a transformar en tertulias de chismes de la farándula y consejos sobre el
punto arroz.
Al paso que vamos, estaremos
obligados a cambiar buena parte de nuestro discurso, sea político o no. Vamos a
tener que dejar de hablar del hombre nuevo para hablar de la mujer nueva. ¿En
qué momento saltamos de ceder el paso a la mujer en la cola del banco a dejar
que nos gobiernen? Trabajo para los sociólogos, y que lo hagan rapidito, antes
de que todos los sociólogos sean sociólogas y no quede machismo en pie donde
refugiarse. ¡Pero si hace cincuenta años no votaban y ahora resulta que hay que
votarlas a ellas! Hace diez años caminaban detrás nuestro y sin hacer ruido y
ahora hay que oírlas que nos reten ¡por cadena nacional! Y ya se lo anticipo,
un día el papa será papa, es decir papa pero mujer, es decir papisa, o sea el
papado será papada. Ya me entendió. Y lo que es peor: ¡van a usar pantalones en
lugar de sotana!
¿Cómo no quieren que esta parte
del mundo esté patas para arriba? Es que para las mujeres, el orden es poner
las cosas patas para arriba. Orden era el de nuestros abuelos; la mujer en la
cocina y los hombres rascándose el higo frente al televisor. Pero no, llegaron
las mujeres al poder y ya no se puede esconder la basura bajo la alfombra. La
imagen que se me ocurre es cuando mi vieja, sin esperar a que yo me despertara
de una noche de juerga, ponía las sillas sobre las mesas, las mesas en los
rincones y golpeaba las patas de mi cama con la aspiradora. La casa patas para
arriba, Latinoamérica patas para arriba. ¿Qué les costaba dejar las cosas como
estaban, los pobres a su pobreza y los ricos a su riqueza? No, tenían que
meterse con los derechos adquiridos por los que pueden pagarlos y los derechos
heredados por los que pueden sufrirlos.
¿De quién es la culpa?
Seguramente de esas mujeres que lucharon contra una tradición que les impedía
ser parte del mundo de la política, los negocios, el arte. No entendían que esa
tradición les evitaba los problemas y la malasangre. Que los hombres habían
elegido hacer el trabajo sucio como una forma de evitarles los dolores de
cabeza (que ya se sabe que trae problemas de alcoba). Me refiero a Evita, Rosa
Luxemburgo, La Pasionaria. ¿No les bastaba con que le perdonáramos que
manejaran siempre por el medio de la calle y en segunda, o que siempre
quisieran ver otra cosa en la televisión?
La culpa es de mujeres como Flora
Tristán, la abuela de Gauguin, de ascendencia peruana (se sugiere que podría
haber sido hija de Bolívar, quizá amante de la madre), que era valiente, sí,
pero un tanto exagerada, como buena mujer. Es que no quería ser una figura
decorativa, como si eso fuera un insulto. Si era una figura decorativa sería
por linda, ¿no? Si sos una figura decorativa por ahí salís en la tapa de Gente.
¿No es suficiente? Flora luchó por la emancipación de la mujer y los derechos
de los trabajadores. Era tan exagerada que no se detuvo ni cuando su ex marido
la baleó en plena calle. Sobrevivió y siguió adelante. La reivindicaron Marx y
Engels. Murió a los 41 años de tifus.
Quizá la culpa sea de las mujeres
que se rebelaron por ser simples figuras románticas. ¿No basta con ser musa,
acaso? ¿No basta con ser protagonista principal al ser carne de cañón, del
hambre, del hombre, del trabajo, del progreso, de la avaricia, de la violencia,
de la ideología? Porque aparentemente no es suficiente, como no lo fue para mi
abuela, que un comerciante próspero de la época (que la doblaba en edad, o sea
todo un caballero) prácticamente la negociara para casarse con ella (y para
colmo al pobre hombre después lo agarró un Rodrigazo y acostó de lo lindo). No,
era poco. Querían más. Querían libertad. ¿Para qué, para elegir qué programa
mirar a la hora de la cena?
Ahora las tenemos allí, en los
diarios, en la televisión. Cuatro presidentas. Y uno las ve sacudiendo las
manitos, gesto que en ciertos corazones suena a cariño pero para mí son como:
"andá rapidito a casa que se viene la lluvia y después te me
engripas". Y me pregunto dónde quedó el orgullo de relegar los sueños
personales por apuntalar los del hombre elegido. El placer de volverse anónima
para que el hombre amado llegara adónde soñaba llegar. Y si después ese hombre
les pegaba una patada en el culo y la cambiaba por otra, bueno, era la patada
en el culo de un hombre importante. ¿Era necesario que empezaran a hablar de
hartazgo, de fastidio, incluso de revolución? ¿No podían dejarnos la revolución
a nosotros que ya sabíamos vivir y morir por las buenas causas, incluso por las
mediocres?
Pero no, querían más. El mismo
protagonismo que los hombres. La misma cuota de tragedia. El mismo dolor. La
misma vergüenza. Pienso en la compañera de Modigliani, Jeanne Hebuterne, de 21
años, una hija de un año, embarazada. Un día después de la muerte de Modigliani
se tiró por la ventana del quinto piso de la casa de sus padres católicos que
la rechazaban por amar a un judío. Un obrero la encontró e intentó devolverla a
sus padres que le cerraron la puerta en la cara. El obrero llevó el cadáver ¡en
carretilla! a la casa donde vivía con Modigliani. La casera le negó la entrada
hasta que la policía la obligó a aceptarlo. Jeanne estuvo tirada allí mientras
dos amigos de Modigliani la cuidaban del hambre de las ratas. Al fin los padres
la enterraron en secreto, sacándose el problema y la vergüenza de encima. Con
el tiempo su hermano logró que la enterraran en el Père Lachaise al lado de
Modigliani, compañeros en el amor y en la muerte.
Ella lo logró. Puso el mundo pata
para arriba. Porque Modigliani era un gran artista. Pero ella fue más, ella se
volvió una metáfora: mujer, amante, musa, esposa, idolatrada, rechazada,
objeto, despreciada, abandonada; una cosa (una cosa) tirada en la calle
primero, que luego cruza París, el centro de la modernidad de entonces, en
carretilla, en manos de un obrero (otra metáfora, pero que no termino de
entender ahora), mientras el mundo de los hombres representado por el padre,
decide si debe enterrarla como dictan los protocolos o dejar que se la coman
las ratas. Jeanne, la metáfora de que vivir y morir como mujer asusta a los
hombres.
Menos mal que la manija del poder
económico la tenemos los hombres (no yo, yo soy un artista). Y por eso el mundo
anda bien, produciendo y produciendo, aunque a la larga no quede nada, ni
mundo. Es que el mundo está para secarlo, como a las vacas antes de que se mueran
de viejas. Y si hay que hacer una guerra para que haya más trabajo, la haremos
(yo puedo componer el jingle). Y si hay que dejar que medio mundo se muera de
hambre para que el otro medio muera de colesterol, no nos temblará la chequera.
Seguro que si las mujeres empiezan a manejar la economía mundial como si fuera
la de una casa, agarrate, nada de plata para mandar cohetes a la luna o
fabricar armas. Y capaz que hasta cierran las fábricas de Indonesia donde
chicos de diez años fabrican zapatillas para que los jugadores de la NBA se
vean enormes y perfectos. Ya me imagino el programa "Tupper para
todos". Y van a usar la cadena nacional para decirte que cuando salgas te
pongas un saquito.
Al paso que vamos, señores, habrá
que empezar a luchar por los derechos del hombre. Espero que sea uno de esos
ciclos políticos que se dan por décadas. Una década derechosa donde nos rompen
el orto cada día y nos endeudamos, a la que sigue una década progre donde nos
la pasamos pagando cuentas y dando explicaciones. Espero que el mujerazgo dure
una década y luego venga otra cosa. Quizá lleguen de una vez por todas los
marcianos y nos hermanemos para cagarlos a tiros, como en la peor de las
películas de Hollywood. Pero eso será en el futuro, porque ahora lo que hay son
mujeres en el poder. Mujeres hasta en la sopa. Mujeres, mujeres. Recomiendo
tirarse a dormir la siesta y tratar de que esta década pase rápido. Aunque me
parece que éstas llegaron para quedarse.
*Publicado en Rosario12
No hay comentarios:
Publicar un comentario