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Para determinadas concepciones, las protestas sociales que reivindican
derechos incumplidos constituyen un accionar desestabilizador que justifica la
represión policial. En el marco de un proyecto político, de perfil popular, que
tienda a atenuar las inequidades generadas por el modelo de funcionamiento
social, aparece un sugerente interrogante, de carácter conceptual y político:
¿sería necesario que haya más asistentes sociales y menos policías?
Bregar por la vigencia de
sociedades más equitativas, más justas, constituye un objetivo loable y un
imperativo que identifica a los proyectos políticos de carácter popular. En
contraposición, las propuestas y modelos conservadores se reconocen en la
existencia de sociedades profundamente desiguales, con acceso marcadamente
diferenciado a los bienes y servicios producidos por el conjunto de la
sociedad.
La búsqueda de una mayor justicia
social requiere, principalmente, de una propuesta de carácter estructural que
ataque en su génesis las lógicas de inequidad que caracterizan al capitalismo.
Toda alternativa política que
propicie y defienda una mayor inclusión y bienestar de los sectores sociales
históricamente más relegados, necesariamente tendrá que afectar los intereses
de aquellos otros sectores de impúdica concentración de riqueza que se resisten
a una mayor distribución (en pro del bien común), de lo que han acumulado,
generalmente en base a privilegios diversos y a la explotación del trabajo
ajeno.
A la par, la puesta en marcha de
políticas sociales inclusivas, de mayor igualación, de contención y promoción
social de los sectores más vulnerados, debe acompañar y apuntalar todo proyecto
general que se precie y reconozca como popular.
Pero no todo el mundo piensa
igual acerca de qué hacer con los pobres que genera el sistema. ¿La propuesta
debería ser meramente controlar a los pobres o bien tratar de combatir la
pobreza y actuar sobre sus nocivos efectos?
De "vigilar y castigar"
ya nos hablaba el filósofo francés Michel Foucault, hacia mediados de los '70
del siglo pasado. La disyuntiva podría plantearse, entonces, entre vigilar y
castigar a los pobres o bien evitar la discriminación y apostar a la promoción
y ampliación de derechos, por medio de vigorosas políticas de inclusión y de
distribución de riqueza que mejore la calidad de vida de los mismos. ¿Más
policías para la primera opción o más asistentes sociales (trabajadores
sociales) para la segunda?
Los trabajadores sociales (o
asistentes sociales) son los graduados de las carreras de Trabajo Social que se
cursan predominantemente en universidades, públicas y privadas, de todo el
país. El Trabajo Social es una profesión cuyos objetivos están dirigidos a
contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida de la población (en
particular de los sectores más desfavorecidos por las propias características
del funcionamiento social) y a la defensa irrestricta de los Derechos Humanos,
en su más abarcativa acepción.
No se trata de idealizar en
abstracto (a los trabajadores sociales), ni tampoco de demonizar en abstracto
(a los policías). Pero corresponde distinguir, que el trabajador social se
suele caracterizar por poseer vocación y formación para la promoción humana y
el desarrollo de procesos socio-educativos de las personas, familias y
comunidades. Y el policía se suele caracterizar por su vocación y formación
para el control y la represión. Ambas son profesiones legítimas, pero que
cumplen funciones esencialmente dispares.
Usualmente se piensa más en
reprimir que en prevenir. ¿A quiénes se reprime y se castiga más en nuestras
sociedades? Por cierto, se castiga más a los más pobres, a los más
desprotegidos, a los más estigmatizados. La criminalización de la pobreza no es
una ficción; es una terrible constatación cotidiana.
Una sociedad cabalmente moderna
no debe ser impropiamente permisiva, pero tampoco puede admitir –si se precia
de democrática– la vigencia de criterios inequitativos para las acciones de
punición y para la administración de la justicia.
De paso conviene recordar que ni
más castigo, ni aumento de las penas, ni más cárceles, ni más cámaras de
seguridad (¡ahora las instalaron hasta en el Obelisco!), podrán combatir
eficazmente la violencia, si no se ataca a esta en sus orígenes, en las
causales de índole estructural que sobredeterminan su presencia.
Las tareas de reparación, de
atención de las necesidades sociales, de apoyo a la reivindicación de derechos,
de estímulo a la organización comunitaria, de promoción de actividades
culturales diversas (musicales, teatrales, deportivas, educativas,
cooperativas, etc.), que suelen impulsar los asistentes sociales en los
barrios, constituyen un valioso y estratégico aporte para luchar contra la
desigualdad social. En suma, para fortalecer la equidad y la propia democracia
y apoyar la construcción de una sociedad más humana.
Para la consolidación de una
sociedad con mayor justicia social cabe bregar a fondo por más empleo, por
mejores salarios, por educación, salud, vivienda, seguridad social, recreación
para todos los habitantes. Para contribuir al logro de estos objetivos, sería
mejor que hubiera más asistentes sociales y menos policías.
*Trabajador Social. Profesor Titular (Facultad de Ciencias
Sociales-UBA)
Publicado en Tiempo Argentino
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