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Durante los últimos años la economía social y solidaria ha comenzado
a ganar cada vez más lugar en la agenda pública. Las prácticas de
diversos actores sociales –organizaciones sociales, cooperativas,
asociaciones de pequeños productores, fábricas recuperadas, movimientos
de trabajadores desocupados, etc.– han encontrado eco en el ámbito de
las universidades y en diversas políticas que están destinadas hacia su
promoción, poniendo de manifiesto una forma distinta de abordar la
temática del trabajo, la producción, el comercio y el consumo, entre
otros aspectos. En definitiva: una propuesta que corre el foco del afán
de lucro como única motivación, para poner centro en el ser humano y en
la reproducción de la vida como objetivo esencial de la economía.
Como dato contextual es bueno saber que en algunos de nuestros países hermanos se han sancionado leyes nacionales y reformas constitucionales que incluyen estas miradas. En nuestro país contamos también con una batería importante de políticas públicas, programas y áreas en distintos organismos, así como diversas leyes provinciales y ordenanzas municipales que dan cuenta de la existencia y buscan promover la gran cantidad de prácticas que el movimiento y las organizaciones de la economía social y solidaria parieron durante las largas décadas de neoliberalismo.
Las ferias y mercados de la economía social y solidaria son una expresión que –primero desde las organizaciones y ahora con impulso desde el Estado– tienen mucho para enseñar en este sentido.
Así como Marshall McLuhan sostenía que “el medio es el mensaje” al analizar los condicionamientos pero también las potencialidades que vienen incorporadas con cada soporte de la comunicación, podemos decir también que, para la economía social y solidaria, “la feria es el mensaje”, o que al menos constituye un importante instrumento comunicacional para llegar hacia otros sectores de la sociedad.
Convencidos de esto, desde la Universidad Nacional del Centro, junto con otras instituciones y organizaciones que integramos la Mesa de la Economía Social y Solidaria de Tandil, hace más de dos años comenzamos a impulsar iniciativas de este tipo. Así se conformó el Circuito de Ferias de la Economía Social y Solidaria de Tandil. En ese andar colectivo aprendimos que cada feria es un mensaje en sí mismo, un hecho cultural y comunicacional que sintetiza de un modo inmejorable lo que queremos decir cuando hablamos de una economía distinta.
En cada feria se pone en valor nuestra producción y cultura local. El encuentro de productor y consumidor nos permite conocer de dónde vienen y cómo fueron elaborados los productos que vamos a consumir. Pero sobre todo nos permite conocernos (y re-conocernos) y valorar las manos y las personas que los crearon.
Cada feria –además– nos obliga a resignificar la relación mercado-consumo predominante en el capitalismo, nos interpela a reflexionar sobre nuestro propio consumo y nos desafía a pensar cómo multiplicar estos otros tipos de intercambios. ¿Es lo mismo que los productos que consumimos sean realizados bajo relaciones equitativas, asociativas y cooperativas? ¿Da igual que esos productos sean elaborados cuidando el ambiente o no traigan carga residual de químicos? ¿Acaso no importa si un producto de nuestro consumo diario es extremadamente barato porque trae consigo relaciones de explotación sobre centenares de personas?
En definitiva, cada feria, en el marco de la economía social y solidaria, es una pequeña maqueta y una potente herramienta, a través de la cual podemos comunicarles a otros y otras cómo es esa sociedad que queremos y estamos construyendo.
* Licenciado en Comunicación Social. Coordinador del Programa de Economía Social y Solidaria de la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires (Unicen).
Publicado en Página12
Como dato contextual es bueno saber que en algunos de nuestros países hermanos se han sancionado leyes nacionales y reformas constitucionales que incluyen estas miradas. En nuestro país contamos también con una batería importante de políticas públicas, programas y áreas en distintos organismos, así como diversas leyes provinciales y ordenanzas municipales que dan cuenta de la existencia y buscan promover la gran cantidad de prácticas que el movimiento y las organizaciones de la economía social y solidaria parieron durante las largas décadas de neoliberalismo.
La feria es el mensaje
La economía social y solidaria es una propuesta integral que entiende lo económico en vínculo inseparable con lo social, lo cultural y lo político. Esto nos plantea la necesidad de abordar “lo comunicacional” y asumir el desafío que implica promover otra economía, como disputa de sentidos por la ampliación de los propios horizontes.Las ferias y mercados de la economía social y solidaria son una expresión que –primero desde las organizaciones y ahora con impulso desde el Estado– tienen mucho para enseñar en este sentido.
Así como Marshall McLuhan sostenía que “el medio es el mensaje” al analizar los condicionamientos pero también las potencialidades que vienen incorporadas con cada soporte de la comunicación, podemos decir también que, para la economía social y solidaria, “la feria es el mensaje”, o que al menos constituye un importante instrumento comunicacional para llegar hacia otros sectores de la sociedad.
Convencidos de esto, desde la Universidad Nacional del Centro, junto con otras instituciones y organizaciones que integramos la Mesa de la Economía Social y Solidaria de Tandil, hace más de dos años comenzamos a impulsar iniciativas de este tipo. Así se conformó el Circuito de Ferias de la Economía Social y Solidaria de Tandil. En ese andar colectivo aprendimos que cada feria es un mensaje en sí mismo, un hecho cultural y comunicacional que sintetiza de un modo inmejorable lo que queremos decir cuando hablamos de una economía distinta.
En cada feria se pone en valor nuestra producción y cultura local. El encuentro de productor y consumidor nos permite conocer de dónde vienen y cómo fueron elaborados los productos que vamos a consumir. Pero sobre todo nos permite conocernos (y re-conocernos) y valorar las manos y las personas que los crearon.
Cada feria –además– nos obliga a resignificar la relación mercado-consumo predominante en el capitalismo, nos interpela a reflexionar sobre nuestro propio consumo y nos desafía a pensar cómo multiplicar estos otros tipos de intercambios. ¿Es lo mismo que los productos que consumimos sean realizados bajo relaciones equitativas, asociativas y cooperativas? ¿Da igual que esos productos sean elaborados cuidando el ambiente o no traigan carga residual de químicos? ¿Acaso no importa si un producto de nuestro consumo diario es extremadamente barato porque trae consigo relaciones de explotación sobre centenares de personas?
En definitiva, cada feria, en el marco de la economía social y solidaria, es una pequeña maqueta y una potente herramienta, a través de la cual podemos comunicarles a otros y otras cómo es esa sociedad que queremos y estamos construyendo.
* Licenciado en Comunicación Social. Coordinador del Programa de Economía Social y Solidaria de la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires (Unicen).
Publicado en Página12
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