Una de las desilusiones más notables para quienes tenían expectativas
de una transversalidad política cuando asumió Néstor Kirchner en 2003,
fue la posibilidad de integrar al Partido Socialista al bloque nacional y
popular que se estaba gestando. Esta ilusión ha desaparecido por completo. En Santa Fe, aquellos
grupos que llevaron al poder en 2007 desde un sedicente campo nacional y
popular a Hermes Binner fueron defraudados completamente. El conflicto
de 2008 con las Patronales del Campo encontraron al PS y a sus voceros
más extremistas como Rubén Giustiniani clamando por “voltear” a la
resolución 125. El aplauso recibido por el presidente de la Sociedad
Rural Argentina desde la militancia socialista al salir de la mano de
Binner al balcón de la casa de gobierno de Santa Fe durante el conflicto
del “campo” terminó por cerrar cualquier posibilidad de entendimiento
con el gobierno nacional y popular.
Esto no era nuevo dentro de la
tradición del Socialismo cipayo. Juan Bautista Justo afirmaba que los
“partidos obreros” y los terratenientes tenían un mismo interes: la
defensa del librecambismo contra la industrialización artificial. El
consumo barato era lo importante, no la producción. Con este
razonamiento, los japoneses en vez de robots deberían estar produciendo
gusanos de seda.
Hoy día, es indudable que el Partido Socialista es el ariete “ético”
en brega contra Cristina y su liderazgo de masas. Junto a sus aliados,
una multivariada fauna zoopolítica que va desde el ex militante del
Partido Revolucionario de los Trabajadores Humberto Tumini hasta el
procesista Partido Demócrata Progresista de Carlos Favario, tienen la
tarea como “izquierda” del bloque oligárquico de derruir con su moralina
anodina a un poder que ha transformado a nuestro país.
Todos sabemos cuales son las virtudes y limitaciones del actual
proceso en curso. Pero uno de los indicadores de los aciertos reside en
los enemigos jurados del gobierno nacional que van desde la “Mesa de
Enlace” a la Corte Suprema de Justicia, que como bien afirma Antonio
Gramsci, es junto al ejército, el núcleo duro de la oligarquía en la
defensa de sus intereses.
El socialismo argentino siempre tuvo un lugar de privilegio en la
lucha contra los gobiernos nacionales y populares que han estado en el
poder en nuestra patria.
Furiosamente antirigoyenistas primero, celebrando “La Vanguardia” el
suicidio de Leandro N. Alem, y antiperonistas después, los socialistas
no trepidaron en justificar los bombardeos a la Plaza de Mayo, ni los
fusilamientos de obreros y militares patriotas en 1956.Algunas frases de
Américo Ghioldi, líder indiscutido del socialismo por entonces,
ilustran lo que pensaban del peronismo. Decía sobre Evita:”Corta de
inteligencia, deficiente de cultura y sensibilidad femenina, ignorante
de las relaciones morales y civiles de los hombres, sin autocrítica, sin
carga de escrúpulos de conciencia, Eva Perón, ingresa a la historia
como una leyenda plantada en el mentidero argentino”;”mujer sin
ternuras, fría, obstinada hasta la crueldad; eso hizo de Eva Duarte el
poder dictatorial que conocía sus predisposiciones fisiológicas y sus
tendencias psíquicas”. Estas y otras lindezas del mismo tipo, las
podemos encontrar en su libro “El Mito Eva Perón”, de 1952.Cambiemos el
escenario y pensemos en que dicen los opositores de la actual presidenta
para llegar a las conclusiones necesarias. A Eva Duarte le decían
“puta”, a Cristina Fernández “la yegua…” Nada ha cambiado en esencia, el
odio contra los gobiernos populares y sus símbolos políticos siguen
igual de vivos.
Todavía resuenan las palabras shakesperianas y asesinas de Américo
Ghioldi:”Se acabó la leche de la clemencia” o “La letra con sangre
entra”, para justificar los fusilamientos de indefensos ciudadanos
peronistas en 1956.Rodolfo Walsh retrató esto magistralmente en su
“Operación Masacre”. Ni olvido ni perdón.
El PSD de Ghioldi y Nicolás Repetto siguió con su monserga
antiperonista sin importarle un rábano el voto ni las mayorías
populares. Lo único que le interesaba a la gavilla ghioldista era la
desaparición de la faz de la tierra de la “pesadilla” peronista de la
política nacional. Mientras tanto, algunos grupos comenzaron una
revisión honesta de la relación entre el socialismo y el peronismo. El
ghiodismo llevaba, sin lugar a dudas, a un callejón sin salida.
Entre los grupos que comenzaron el “Camino de Damasco” hacia la
comprensión de lo nacional se encontraba el PSP, de fuertes influencias
maoístas en sus comienzos, liderado por entonces por el abogado
Guillermo Estévez Boero y el bioquímico Héctor Cavallero que intentaron
un acercamiento al movimiento popular desde una perspectiva
independiente. Incluso dándole a su socialismo un marcado tinte
latinoamericanista, que expresaban en una simbología cercana a la de los
movimientos nacionales de nuestro continente.
Lamentablemente, la vieja raíz juanbejustista no había desaparecido
totalmente, y la división del partido en la década del noventa del siglo
pasado, agravó las cosas hasta destruir todo tiente nacional y popular
.El Partido del Progreso Social de Cavallero se acercó al menemismo en
el poder, vaciándose de todo sentido reformista, mientras que la
fracción liderada por Estévez Boero se fue socialdemocratizando a la
europea cada vez más, olvidando cualquier raíz ligada a nuestra América
difícil. La muerte del abogado y productor agropecuario, que era el
conductor indiscutido no hizo más que empeorar las cosas. La nueva
generación que tomó la dirección del Partido Socialista acaudillada por
Rubén Giustiniani y Hermes Binner, olvidó rápidamente sus reflejos
nacionales para volver al viejo socialismo liberal profesado por el
fundador Juan Bautista Justo.
Juan B. Justo, más que en un lejano e hipotético “socialismo” creía
en un capitalismo “sano”, de carácter republicano en lo político, con
participación sindical, donde la estabilidad de la moneda y el
librecambio fueran el centro de las políticas estatales.
El kirchnerismo con su proyecto de capitalismo nacional integrado a
las hermanas republicas de la Patria Grande, con fuerte participación
estatal es visto por las capas medias como un “populismo” que sólo
dilapida recursos y afianza el clientelismo y la ineficiencia económica.
La presión de los votantes del PS hace que el partido que lidera el
Frente Amplio Progresista aumente su crítica al mal llamado “relato del
modelo”, adoptando una política de enfrentamiento total que no era la
misma de hace unos años.
Es furgón de cola de los grupos hegemónicos que no toleran ni
siquiera un tibio intento de cambio social y de la vetusta estructura
económica. Son la expresión de una clase social cuya impotencia
histórica es proverbial. A esto lo podemos denominar un ghioldismo
“blando” que no pide, por ahora, “sangre” ni “violencia” contra un
gobierno elegido por el 54% de los argentinos. Pero, y esto es un
indicio preocupante, Hermes Binner justificó las muertes de militantes
chavistas en Venezuela acusando al gobierno bolivariano y a su
“populismo”.
Por último, si agregamos la afirmación del candidato a presidente por
el Frente Amplio Progresista de que en caso de votar en Venezuela entre
la opción de Hugo Chávez o la de Capriles, lo hubiera hecho por el
representante del imperialismo, podemos colegir, sin equivocarnos, en
que debemos estar alertas ante la posibilidad de que el “ghioldismo
duro” vaya tomando cuerpo en el Partido Socialista, en detrimento de los
principios de justicia social e integración latinoamericana que alguna
vez dijeron defender.
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