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viernes, 21 de junio de 2013

NEGROS, BLANCOS, GRISES

Por Javier Chiabrando*

Cada vez que sale una de estas brillantes notas, que prestigian las brillantes contratapas de este brillante diario, alguien me escribe para alertarme -cuando no para putearme- de que estoy siendo demasiado categórico en mis opiniones o que pretendo ser el dueño de la verdad. "En la vida no todo es blanco o negro, sino que hay grises", sentencian; o bien me sugieren moderación como si la moderación fuera por sí sola una categoría inobjetable, virginal.
Lo curioso es que en casi todas las categorías de esta agitada vida se valora largamente que alguien sea contundente en sus gustos y deseos, que sepa lo que quiere. No me imagino a alguien levantándose a la mujer de su vida diciéndole "la amo con moderación" o "me gusta bastante". No se puede amar con moderación a los hijos, a la familia, al club. Pero en política, sea en el ejercicio o en la militancia, no. En política, lo categórico es visto como peligroso; como si de saber lo que se quiere a volverse terrorista hubiera un paso corto.
Hay un proverbio que dice: "si vos no te metés con la política, la política se mete con vos". Eso vale para muchos otros territorios: economía, pensamiento, religión. Cuando uno no adopta posiciones claras sobra las cosas, otro las adopta por uno, sea el colectivo social en el que estás inmerso, sea el establishment que controla nuestro mundo. El establishment es un grupo humano muy pequeño que tiene la sartén -y los bancos, los diarios, las instituciones- por el mango. ¿Nunca sintió que le tocan el culo y está solo?; bueno: es el establishment.
Dice Pepe Bianco: "Cuando el escritor no dice o no atina a decirnos cómo son las cosas, las cosas nos dicen tácitamente cómo es él." Si uno no dice como son las cosas, las cosas nos dicen como es uno. Piense usted en esa gente que admira y dígame si es posible imaginárselos cautelosos, moderados, especuladores. ¿Se imagina a Maradona, Piazzola, Cristo, Marx, siendo moderados, defendiendo posiciones grises en cambio de ser negros o blancos o rojos? De haber sido moderados no estaríamos hablando de ellos. También existe la frase que dice a los tibios los vomita Dios, pero como yo no creo en Dios, diría que el problema de la tibieza es que la vencen fácilmente el frío o el calor por su carácter contundente, indudable.
La moderación es buena al comer o al beber o al manejar; difícilmente al hacer el amor, arte, investigar, explorar o crear. Los buenos amantes no son moderados. Los buenos músicos no son moderados (¿cómo es posible?). Los grandes arquitectos no son moderados, sino Oscar Niemeyer o Le Corbusier habrían hecho las casas igualitas a las de sus antecesores. Picasso y Dalí no fueron moderados y por eso sus nombres se volvieron sinónimo de pasión, incluso de exceso. Si alguien le hubiera aconsejado moderación a Kafka nunca habría contado la modernidad como lo hizo.
Creo que los que piden moderación en la política envidian a aquellos que han encontrado la fascinación de la política, a aquellos que son capaces de inmolarse en la pasión colectiva. Y no me venga, doña, con que todos los que están en la política lo hacen porque se enriquecen, porque le garantizo que los que pintan paredes, saltan en la Plaza de Mayo, y van a lo actos, no reciben dinero ni andan en limusina. A lo sumo se comen un choripán gratis regado por un tetra de los que te arruinan la salud. Poco a cambio de volverse un apasionado.
Los grises, o los moderados, son aquellos que tienen miedo de los cambios. Pero lo curioso es que aquellos que se declaran moderados se la pasan pidiendo cambios. Esa es la contradicción, porque los cambios exigen compromiso, cerebro, huevos y ovarios. A los cambios hay que protagonizarlos. Protagonizarlos, dije. Porque cuando el mundo cambia, se impone ocupar un lugar en el nuevo orden nacional o internacional. Sea cual sea. Y ese movimiento lastima a los moderados, les genera incertidumbre. Primero piden cambios, y luego salen a pedir moderación, cambios más lentos, o no cambios.
De todas las frases que reclaman moderación yo prefiero la que dice: "yo no estoy ni de un lado ni del otro". A mucha gente le molestan las posiciones contundentes, inclusos radicales (y no me refiero a las posiciones radicales de los radicales, que es justamente una contradicción). ¿Cuál es el problema de tener posiciones categóricas? ¿El riesgo de volverse un fanático? ¿Y qué? Cuando uno es moderado, el sistema piensa por uno. Y quizá lo que desean los moderados es que el sistema piense por ellos. Recomendar moderación es intentar minar las convicciones del otro, es intentar transmitir miedo, es intentar trasladar a otros la frustración propia.
Y la indiferencia no es moderación. La indiferencia es una posición muy categórica. Los que se declaran indiferentes eligieron el lado opuesto al de la batalla. Yo, por ejemplo, me siento indiferente ante los avatares de la moda. No tengo una actitud moderada hacia ese mundo, ni dudo. Simplemente no me importa. Y no puedo dejar de reconocer que la moda me afecta aunque yo la mire con indiferencia, sino yo andaría todavía con pantalones pata de elefante y el pelo atado; y no lo hago.
Otra opinión curiosa es la que defiende a la objetividad. Supuestamente, opinar como si uno fuera un objeto sería una posición inteligente, adulta, trascendente. Aquellas personas que alaban la objetividad y la moderación deberían pensar que los que gobiernan el mundo y nos meten un kilombo detrás de otro, son justamente aquellos que han llegado al poder (económico, político, religioso, intelectual), porque no son ni moderados ni adoptan ninguna posición objetiva. Son personas que actúan al ritmo de sus ambiciones y pasiones. Y nosotros bailamos con la música que ellos tocan.
Para combatirlos, para combatir ese poder al que uno putea cada día porque se queda con tus ahorros, te contamina los mares, te vende espejitos de colores, y se lleva a las vírgenes del pueblo, hay que utilizar la misma pasión, el mismo desenfado, la mismo ausencia de miedo, las ganas de romper las cosas para volver a armarlas como uno desearía: más justas, más razonables; más humanas. Es eso, o seguir reclamando moderación.

*Publicado en Rosario12

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