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Basta
ir a la cocina y en un día soleado abrir la canilla y llenar un vaso
con agua y después mirar esa misma agua en la luz de la ventana para que
la imaginación se dispare y emprenda una carrera demencial y nada sea
igual que un minuto antes, porque ahora se está pensando que el agua del
vaso viene de ese mismo río al que se puede descubrir cada mañana más
allá de los mástiles de los barcos amarrados en las dársenas, desde
aquella masa uniforme y monótona que casi no sufre cambios con las
variaciones del cielo y las estaciones, y se medita acerca del largo y
complejo proceso de depuración
y de qué manera el agua, a través de
innumerables e insospechadas cañerías, en el vientre de la ciudad, llega
finalmente hasta ahí, a ese departamento, a la cocina de ese
departamento, a la canilla que se acaba de abrir para saciar la sed,
agua venida desde aquel río profundo y oscuro, agua cristalina ahora,
límpida, transparente, agua pura a menos que una mente afiebrada, una
memoria afiebrada, aun en la calma de un mediodía como éste, quiera
cargarla de imágenes de horror, enturbiándola, ensuciándola, volviéndola
súbitamente intolerable, imágenes, aspas que no son de molinos girando
en la noche negra, hélices arrastrando pájaros de muerte en el aire del
río, bultos arrojados al vacío, cosas vivas cayendo cayendo y después
hundiéndose en el agua revuelta, hacia el fondo, hacia la oscuridad
absoluta, hasta mezclarse abajo con el barro milenario, con desechos
milenarios, lejos para siempre de la luz y las respuestas y la
posibilidad de cordura, allá en el agua del río, esa misma que ahora uno
se dispone a beber para saciar la sed en la cocina de un departamento
invadido por la tibieza de un día soleado y la música de la radio, agua
clara, purificada, desinfectada, con su justa proporción de cloro, que
llega con la misma facilidad y eficiencia a otras canillas, en edificios
céntricos, en los suburbios, en casas, oficinas, conventillos,
mansiones, hoteles, cárceles, hospitales, cementerios, canillas de
plástico, canillas de oro, la misma que llena la pila bautismal de las
iglesias, las piscinas para el deporte o el placer, la que lava la piel
de los recién nacidos igual que la arrugada piel de los ancianos, la que
acaricia a la adolescente detenida ante el espejo del baño orgullosa de
su cuerpo en flor, la misma agua que acude a los miles de picos de las
máquinas de café en todos los bares de la ciudad, la que alimenta
macetas en ventanas y balcones y también algún nostálgico huerto de un
inmigrante europeo en un barrio cualquiera, la misma que sirve para la
cocción de los alimentos y para borrar la sangre de los asesinatos,
tinieblas, zumbidos en la noche, bultos arrojados, cosas vivas cayendo,
silencio, agua venida desde los misterios de las profundidades trayendo
noticias de muerte, agua de múltiples usos, agua que sirve para lavar
otros muertos en ciertas ceremonias fúnebres, agua limpia, agua
incolora, insípida, inodora, uno de oxígeno y dos de hidrógeno, agua
transparente, óptima e insustituible para la higiene, agua que alberga
espantos, bultos, cosas vivas, cayendo cayendo, hundiéndose en el
líquido oscuro, bajando bajando, perdidas, confundidas en el barro
milenario, lejos para siempre de la luz y las respuestas y la cordura,
agua que brota en chorros triunfales en las fuentes de las plazas y es
aprovechada a veces para conciertos acuáticos al anochecer, agua donde
se bañan los gorriones, agua transparente, agua para las manos del
cirujano, de la partera, del mecánico, de la maestra, del jugador de
fútbol, del político, del policía, del comerciante, del artista, agua
para lavar todas las manos, agua que ha perdido la inocencia, aspas que
no son de molinos girando en la noche negra, hélices de anchas palas
impulsando pájaros de muerte, bultos arrojados, cosas vivas cayendo y
cayendo y hundiéndose, lejos para siempre de la luz y las respuestas y
la posibilidad de cordura, agua que trae nombres, agua mansa útil
indispensable a la civilización, agua llegada hasta este vaso a través
de complicados procesos de purificación y que ninguna purificación podrá
jamás purificar del todo.
*Publicado en Página12
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