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Hay
gente que le teme a los conflictos, sin embargo, los conflictos son
necesarios porque ponen blanco sobre negro. Ayudan a que la historia
avance y se escriba. Si París no hubiera raptado a Helena, Troya no
habría sido invadida y la historia de occidente sería otra, se leería de
otra forma. En principio no existiría la frase "arde Troya". Es verdad
que la calentura de París le costó la vida a mucha gente. Pero esa gente
habría muerto en otra guerra, motivada por ramplonerías como la busca
de poder territorial o la necesidad de mano de obra esclava. La
calentura de París es un triunfo del amor y dio literatura de la buena.
No es poco.
Por lo visto en estos días, donde atléticos veraneantes agrupados
por generación espontánea de odio, y reconociéndose en la imbecilidad
del que estaba al lado, tuvieron que defenderse de los peligrosos hijos
del viceministro de economía (cargaban pistolas de agua ¡con
detergente!), sumado a los chistes de la Tota (hacía reír más cuando
intentó volverse estrella de la canción), diría que el conflicto
doméstico de los argentinos va para rato. Poco importa que, del otro
lado, razonables argentinos hayan tenido el gesto de impedir a Nelson
Castro tomarse el café del estribo, que le hace ver visiones que después
fogonea en la radio; o que hayan sacado carpiendo a Lanata de un
restaurante para impedirle comer comida grasa que le altera la ídem.
A pesar de esos grandes gestos, la impresión es que la
reconciliación de los argentinos es imposible. Ahora pregunto: ¿y cuándo
los argentinos estuvimos reconciliados? ¿Por qué hay que estar
reconciliados? ¿Reconciliados significa creerle a los estúpidos que
pululan como moscas? ¿Estaba reconciliada la Argentina cuando medio país
apoyaba a los militares asesinos seriales y la otra mitad se escondía
para conservar el pellejo? ¿Estaba reconciliada cuando una mitad viajaba
a Miami cada semana y la otra se quedaba en la lona a cada minuto? ¿No
es mejor, acaso, la confrontación de las ideas? Repito: ¿no es mejor
pelearse por las ideas?
Argentina parece haber entrado en una etapa que uno podría definir
como de conflicto de largo plazo. Por un lado un equipo representado por
CFK. Por el otro, una representación colegiada entre personas que no
dan la cara, y otros que la dan pero mejor sería si no la dieran. Y
parecería que la mayor parte de los dos equipos son la de los
convencidos, los que llevan la camiseta grabada en la piel, que son los
que garantizan que el conflicto sea de largo plazo. Ya se sabe que los
convencidos no cambian de bando ni aunque estén convencidos de estar
equivocados, como diciendo "cabezón no me vas a ganar".
A mí me suena que los opositores al gobierno se están repartiendo
las sobras, o sea los votos de esa mitad del país que no votó a CFK,
dispuestos a poner de presidente a De la Rúa si de sacar a los K se
trata (y no bromeo). La cuestión es: cómo hace uno para quedarse con
esos votos. Porque ese grupo está excitado, tienen sed de sangre, odian.
Los excitaron, les enseñaron a tener sed de sangre, a odiar. Y ahora no
es cuestión de irles con discursitos de paz y amor. Los prepararon día a
día para la guerra, diciéndoles que el contrincante político debe
morir, y ahora quieren muerte.
Macri equivoca la estrategia cuando dice hay que quererse más,
dialogar, pactar, y no agredirse. (Si es que dice eso; es que apenas se
le entiende: la ausencia de bigotes anuló la capacidad acústica de sus
palabras; o dice siempre lo mismo y uno deja de oírlo como deja de oír
al viento excepto que esté por llevarte el techo.) Le dijeron a la gente
que al "enemigo" había que escupirlo en la cara y ahora la gente quiere
escupir, no diálogo. Es obvio que las declaraciones de La Tota no son
casuales. Es un mensaje dirigido a esa gente que quiere sangre. Y va en
sintonía con otros discursos. ¿Qué diferencia hay entre tratar de vieja
chota a la presidenta y una tapa de Noticias donde se la trata de
bipolar? La diferencia está quizá en que La Tota no debe saber lo que es
ser bipolar, porque él es unipolar, es decir una idea y listo, que dos
cansan.
Al haber excitado tanto a esos argentinos, ahora para pertenecerles
hay que subir la apuesta y salir a la caza de esos votos con las armas
adecuadas; sino serán acusados de tibios. No falta mucho para que veamos
a equilibrados políticos como Binner, al que sacarle un sí o un no
categórico es un triunfo de paciencia oriental, vociferar contra el
enemigo (era contrincante, pero ya se volverá enemigo) para no perder
ese caudal de votos en manos de gente que no duda en putear y en odiar.
La pregunta es si tipos como Binner o Alfonsín estarán a la altura de la
circunstancias, o serán superados por otros, por ejemplo La Tota, al
que evadir ciertas reglas de la política le cuesta poco porque no las
conoce.
Los que más risa dan son los que hablan de conflicto y crispación
como si fueran una cualidad inherente a este país. Basta hacer un poco
de memoria, y no de largo plazo, para entender que cada país tiene sus
conflictos y que a veces son tan viejos como historia misma.
Curiosamente, esa gente suele ser pronorteamericana y católica. Olvidan
que EEUU basó su crecimiento en el conflicto permanente, en guerras, en
invasiones, en pisar cabezas y en venderle vendas. Yo los entiendo,
muere gente en Irak pero gente de los EEUU encuentra trabajo y occidente
(que es donde vivimos) mejora. La iglesia no se queda atrás en su
práctica sistemática de aplastar culturas, idiomas y otras religiones.
Yo no le temo a la confrontación, al intercambio de ideas, a la
discusión. Yo discuto con amigos, con miembros de mi familia. Miedo le
tengo a los salames sin ideas propias que reparten mails que nadie sabe
quién escribe. Miedo me dan los cagones del buquebus, que creen que
decirle marxista a un tipo es un insulto pero no saben qué es ser
marxista y por qué se merece ese insulto. Esa imbecilidad, esa
ignorancia me asusta. A esos tipos los llevás a cualquier lado como se
lleva un ciego a mear. Esos tipos son los que quiere llevar La Tota a su
molino y los otros molineros al suyo. Lo otro, discutir, me encanta. Y
esos comunicadores que andan todo el día hablando de crispación, país
dividido, y esos tópicos de canción de Palito, deberían aflojar antes
que ese odio los alcance a ellos. Porque un día de éstos, van a tirar un
marxista al río para ver si los marxistas saben nadar. Y en un
restaurante le van a servir pastelitos cocinados en grasa de chancho a
Lanata, para deleitarse viéndolo explotar como al gordo de La Vida de
Bryan.
Qué nos queda a los librepensadores, que andamos como payadores con
la guitarra desafinada y la rima esquiva. Tres caminos: 1) la
indiferencia (que no es en realidad un camino sino no caminar; 2) la
valentía; 3) el miedo. La indiferencia es uno de los grandes recursos de
los que no son capaces de entender el momento que viven y ubicarse en
uno de los rincones, tomar partido, jugar el juego propio y no el que le
dicta la ocasión (o los que controlan la ocasión). Pero para no morir
de indiferencia hay que tener ideas, saber, leer, pensar. La
indiferencia (igual que la ignorancia), es una coraza que protege de las
ideas porque a las ideas hay que adoptarlas, entenderlas y defenderlas.
Demasiado trabajo. Mejor hacerse el otario. El miedo es el miedo. Si te
alcanza, fuiste carlitos. Queda la valentía, que al menos en los
libros, es la mejor de las opciones, pero para ser valiente conviene
tener algo que defender, saber lo que se defiende. Los que lo saben la
van a ejercer. Los que no, van a seguir escupiendo.
*Publicado en Rosario12
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