Páginas

domingo, 30 de diciembre de 2012

CONSOLIDAR PARA AVANZAR

Por Roberto O. Marra*

Por estos tiempos de análisis retrospectivos de los hechos acaecidos en el último año, aparecen especialistas, periodistas, politólogos y otros similares, desmenuzando lo realizado por el Gobierno Nacional. Así, vemos que están los que rinden pleitesía incondicional a todas y cada una de las medidas y acciones que haya tomado la Presidenta; están quienes, sin dejar de reconocer los logros, marcan diferencias y demandan mayores profundizaciones; hay otros que a regañadientes admiten los avances pero remarcando y enfatizando lo adeudado; están incluso quienes dan por inútiles las realizaciones positivas si no se complementan con medidas “verdaderamente revolucionarias”, aseguran. Por otro lado, nunca faltan los enemigos acérrimos de todo lo hecho, por ser parte interesada o por simple subordinación acrítica al poder real.
No pueden dejar de reconocerse distintos grados de verosimilitud en algunos planteos, y seguro que con buenas intenciones de quienes lo manifiestan. Pero el detalle que parece escapárseles (supongamos que así sea), es que la Presidenta no debe sólo tomar tal o cual decisión y darse por hecho. Se enfrenta siempre, aún en las medidas menos importantes, con un abanico inmenso de variables que intervienen en todo lo que se pretenda hacer: las capacidades de los asesores, la disposición y capacidad de cada funcionario de cada área involucrada, la lucha para convencer a las mayorías parlamentarias necesarias, los intereses de los Estados provinciales, los intereses de otras Naciones, los intereses de las corporaciones involucradas (económicas, sindicales, empresariales), las distorsiones de los medios de comunicación a la hora de dar a conocer las propuestas presidenciales, los intereses y necesidades de los distintos sectores sociales, las subjetividades de la población (la idiosincrasia popular), la situación económica y política mundial.
Es decir que, cada uno de los planteos que la Presidenta haga para impulsar un nuevo nivel de desarrollo económico y social, lleva en sí no sólo la necesaria condición de correspondencia con lo ya hecho y con lo que se vislumbra hacia el futuro, sino también la imprescindible consideración de todos y cada uno de los temas enumerados (y muchos más aún), para elaborar un camino posible (y probable) de ser transitado con el menor rechazo por el conjunto de la sociedad.
Esta planificación permanente, minuciosa, capaz de contener decenas de variables, muchas veces difíciles de controlar, es la tarea que lleva a cabo esta Presidenta de la Nación. No estamos hablando de esos energúmenos serviles del imperio que tuvimos antes en ese máximo cargo. No les era difícil a ellos tomar las medidas porque todo estaba reglado por los centros transnacionales de poder. Firmaban decretos y promovían leyes degradantes para la condición humana de sus compatriotas sin pensar más allá de sus propias y necias pretensiones de perdurar en el sillón inmerecido que habían logrado.
Ahora, o mejor, desde Néstor Kirchner en adelante, las cosas no son así. Aún quienes lo desprecian tendrán que admitir los cambios producidos en la conducción real de lo político y lo económico. Pero esas formas no anulan el poder de las resistencias de quienes se sienten perjudicados y de quienes, por influjo de décadas de destrucción de las conciencias, adhieren más fácilmente a los planteos negativos hacia cualquier acción del Gobierno que a intentar comprender, análisis mediante, lo que en realidad sucede y podría suceder ante cada propuesta presidencial.
El avance ha sido enorme. Las transformaciones son de una gran magnitud (casi revolucionarias en algunos casos). La concientización política ha avanzado en algunos estratos sociales y especialmente entre los jóvenes. Pero los cambios, lo sabemos, siempre son resistidos por las causas o razones que dictan las propias idiosincrasias de la población. Lo cultural tiene una inercia tal que resulta muy difícil un cambio drástico e inmediato (como todos querríamos), menos aun cuando de política se trata.
Volviendo al principio, a las manifestaciones de tantos especialistas, periodistas, politólogos y otros similares, vale la pena detenerse especialmente en aquellos que son de verdad “progresistas”, realmente pensadores desde lo nacional, desde la “izquierda”, si se le quiere poner un rótulo (no peyorativo). Sus reclamos de profundización del proyecto político vigente no pueden dejar de compartirse. Pero resulta muy chocante y hasta inadmisible los señalamientos sobre que el actual sería un modelo sólo “desarrollista frondizista”, o que no tiene en cuenta a los trabajadores, o que no implementa medidas contra los dueños del poder y que en realidad los incluye y favorece en detrimento de los sectores menos favorecidos, y cosas por el estilo. Se acusa además a la Presidenta de actuar con “soberbia” y “prepotencia”, que (no) casualmente son los epítetos preferidos por los medios que se erigieron en portavoces y parte misma del poder concentrado (a esta altura es bueno reconocer que la soberbia de algunos “intelectuales” que hablan de la soberbia de la Presidenta, es hasta invalidante de sus aseveraciones). Se aduce también incapacidad de la Presidenta para aceptar los “grises”, prefiriendo los enfrentamientos y la lógica de amigo-enemigo.
No es posible que personas de tales reales o supuestos niveles intelectuales no lleguen a percibir las enormes dificultades a las que se enfrenta cada día esta Presidenta para poder construir estrategias y tácticas que le permitan ir superando etapas en el camino a nuevos y superiores estadíos. Por lo que se infiere que quienes actúan con la lógica del amigo-enemigo serían ellos.
Es en la comprensión, en la profunda interiorización y convencimiento de las mayorías de los beneficiarios actuales y futuros de las políticas que forman parte inescindible de este Proyecto Nacional y Popular, donde se encontrará el combustible que permita darle la seguridad que la conducción necesita para acelerar los cambios que tanto se reclaman, y de esa manera definitivamente alejarnos para siempre del pasado de horror y miseria que padecimos. No se trata de adherir acríticamente a todo lo generado por el Gobierno. Las críticas honestas, admitiendo lo imprescindible de mantener a rajatabla lo logrado hasta aquí, son siempre necesarias y de invalorable ayuda para los líderes y conductores (conductora en este caso).
Todavía nos quedan restos muy duros de modificar. Porque duele cada indigente, duele cada chico padeciendo miseria. Porque duele sobre todo el contraste con el insaciable consumismo que una parte importante de la Sociedad puede realizar, y que justamente desde esos sectores se ataque al Gobierno cuando éste impone alguna medida de un mínimo apaciguamiento de la inmoral condición de otros argentinos sumidos en la miseria. Esos son los verdaderos frenos a la profundización del Proyecto. Y lo paradójico es que desde esos mismos sectores partan también las críticas “por izquierda” al Gobierno, reclamando que haga lo que su estúpido accionar ayuda a impedir.
¿Se entiende entonces la enmarañada cantidad y calidad de variables que hay que atender para avanzar y profundizar? ¿Se captan las razones profundas de tantas trabas, zancadillas y pretendidas desestabilizaciones? Si es así, podremos comenzar este nuevo año con la mirada atenta a estos hechos, a estas causas, y elevar nuestro compromiso, no ya para empeñarnos en defender a esta Presidenta, por más adhesión que tengamos hacia ella, por más admiración y respeto que nos genere. Será necesario para con la Patria. Sí, esa palabrita que hasta no hace mucho daba vergüenza decirla, pero que al influjo de lo sucedido en toda nuestra Suramérica en el último decenio, se ha convertido nuevamente en la síntesis de lo que somos o, mejor aún, de lo que queremos ser.

*Arquitecto - Miembro de la Asociación Desarrollo & Equidad

No hay comentarios:

Publicar un comentario