Roberto Viola, criminal |
Por Dr. Rubén Visconti*
En el mes de agosto de 1975, tuve la oportunidad de compartir una charla
con el General Viola respondiendo a una convocatoria que me efectuara motivada
en sus deseos de entrevistar a personas
que tenían o habían tenido participaciones en la política nacional;
participaciones que en mi caso, se habían reducido a ser en repetidas
oportunidades candidato a diferentes cargos, desde diputado a senador nacional,
así como también a gobernador por la Pcia. de Santa Fe; demás está agregar que nunca fui elegido para nada, como si no
hubiera ni siquiera salido de la “gatera”.
La reunión no fue ni muy cordial ni tampoco agresiva y durante su
desarrollo Viola que daba la casualidad estaba casado con la hermana de un
compañero de mi servicio militar en Paso de los Libres, de apellido Giorgio,
lugar, además, del primer destino de Viola en su calidad de subteniente recién
egresado de la escuela de oficiales, y también de Videla; razón por la cual
tuvimos oportunidad de recordar algunas
anécdotas referidas a las maniobras más extensas y numerosas realizadas por el
ejército que a nosotros los incorporados al servicio nos habían costado una
caminata de más de 500 km, la distancia desde Libres a La Paz- Entre Ríos, a la
cual habíamos arribado ya rotos los zapatones, en zapatillas y también en patas
subidos a diferentes carromatos.
La conversación comenzó sobre temas de economía con expresiones de Viola,
muy enfáticas, en las cuales puso de manifiesto su adhesión a la economía
liberal- quizás adelantándome el futuro- a lo cual le manifesté mi disconformidad
señalándole la necesidad de la participación del Estado en la economía y de la
planificación; por supuesto, nuestra discordancia fue total.
A continuación comencé a manifestarle mi convicción de que la situación
política y social de la Argentina iba camino, como por un tubo directo, hacia
un nuevo golpe militar. Dijo sorprenderse
de mis anticipos a los cuales negó posibilidades, totalmente, ante lo
cual tuve que aclararle, yo, un pobre ciudadano, que era solo una idea que no
estaba ligada a ningún plan en desarrollo, y que, por lo tanto, era totalmente
inocente de cualquier sospecha; él lo aceptó, seguramente debido a que como en
realidad SI estaba ligado a un futuro y previsible golpe, tenía
conocimientos de quienes participaban y quiénes no.
Como insistí en mis anticipaciones le pedí que, aceptando a título de
simple “juego” mis sospechas, diera respuesta a
dos inquietudes que podían también ser denominadas como “solicitudes” de
un civil a un jefe militar que posiblemente tuviera participación en el evento
que le anunciaba.
Primero, le dije, que cuando estén en el gobierno, eventualidad que repito
aceptó solo como un juego, un juego de mesa a los cuales son adictos los
militares para analizar las posibles y remotas guerras reales, que desde el
gobierno ustedes conversen y consulten a todos rompiendo ese hábito de pedirles
opiniones a solo a los coincidentes, por ejemplo que personas como yo con ideas
totalmente opuestas a las suyas como acabamos de ponerlo evidencia, también
sean llamados a consultas e intercambio de ideas.
Viola, levantando los brazos, enfáticamente, me respondió, “por supuesto”,
yo o sea él “soy hombre de consulta permanente, descuéntelo”.
Mi segunda preocupación era más difícil de poner de manifiesto, pero ya que
estaba en el lío pasé a manifestársela.
Que ustedes en el gobierno adopten todas las medidas CON LA LEY EN LA MANO.
Si resuelven que hay que condenar a quien comete una infracción que deba ser
juzgado, antes hayan dictado la norma legal y pública que marca el juzgamiento
de esa infracción.
En este momento, tuve la impresión de que había dado en el clavo. Viola,
enfáticamente, con un grado o nivel elevado a la centésima potencia me retrucó
NO TENGA NINGUNA DUDA.
Si hubiera respondido a los nuevos
anticipos que vinieron a mi cabeza al ver su reacción, seguramente me hubiera
exiliado para poner distancia con los reales sucesos del futuro inmediato.
Viola, a la semana pasó a ser el Jefe del Ejército, dejó Rosario y el
24 de marzo de 1976, apenas cinco a seis
meses después, miembro de la primera Junta Militar que desconociendo todas las normas legales, constitucionales,
morales y de piedad humana, pasó a perseguir, encarcelar, matar y desaparecer a
miles de argentinos, de cualquier edad ,sexo o condición, y además, tirar al
Río de la Plata cadáveres o no, a seres
humanos, sin respeto, sin piedad, sin límites a los cuales sus propias creencias
religiosas los obligaban, hasta alcanzar el máximo de su desprecio por la ley
dedicándose al robo de hijos extraídos del los vientres de las madres a las
cuales, al mismo tiempo las torturaban y violaban.
A veces me asusto por el acierto de mis predicciones formuladas en aquella
entrevista ocasional y sin aparente valor, en la cual se me negaban los planes
futuros; Martínez de Hoz y represión total, para decirlo muy sintéticamente.
*Doctor en Economía, Docente de la UNR,
Miembro del CEP
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