La comunicación de gobierno, como la denominan los
especialistas, es hoy en día una herramienta más de la acción política
y, en consecuencia, de la gobernabilidad. Constituye un ámbito
especializado de la gestión que es imposible de descuidar por parte de
los gobernantes, en vista de su importancia y de la influencia que los
sistemas complejos de comunicación tienen sobre las audiencias que, en
este caso, constituyen también la ciudadanía. La gestión política no se
puede concebir sin comunicación.
Es interesante señalar también que así como todo acto tiene una
expresión comunicacional que es susceptible de ser leída de distintas
maneras, también es verdad que no todo es comunicación. Por esta razón
es imposible disimular los errores de una gestión con campañas de
marketing o con estrategias de comunicación para impactar y convencer a
las audiencias ciudadanas de que está ocurriendo algo que va en sentido
contrario a lo que sus ojos y sus sentidos perciben. Se puede disimular o
engañar por un tiempo, pero finalmente la verdad terminará aflorando si
existen voces diversas, pluralidad de fuentes y perspectivas. Es una
realidad de la que no se convencen todavía ciertos dirigentes políticos.
Tampoco es tan fácil instalar mentiras o difamaciones, salvo en
condiciones monopólicas como las que existieron en tiempos no demasiado
remotos en la Argentina. Afortunadamente esas etapas están quedando
atrás, aunque todavía vivamos las arremetidas de quienes no se resignan a
perder el privilegio del relato único que les otorgaba el control
monopólico de los medios y, como parte de la ofensiva, salen a denunciar
una presunta pretensión gubernamental de controlar el discurso.
Más allá del debate político sobre estos asuntos, es oportuno
recordar que los estudiosos de la comunicación han dado por superada la
confusión entre información y comunicación. La comunicación es
multidireccional o no es tal; es relacional o no es tal; es proceso,
contenidos, estéticas y lenguajes o no es tal; es diversa y
democratizadora o no es tal. No hay comunicación en la
unidireccionalidad y la información, siendo parte, no agota la
comunicación. Todo esto habla de una complejidad evidente en lo
conceptual y en lo real, que se ha profundizado con el desarrollo
vertiginoso de las tecnologías de la comunicación.
Lo dicho es aplicable a la comunicación en general, pero también y
de manera particular a la llamada comunicación de gobierno. Esta acción
política comunicacional no puede limitarse sólo a los anuncios, a los
discursos. Para ser tal, para mejorar en calidad –también para alcanzar
eficacia– requiere de la riqueza misma de la comunicación. Es decir,
habilitar la posibilidad del diálogo, del intercambio o, en otras
palabras, de la construcción colectiva de sentidos. No se construyen
sentidos colectivos con la redundancia de un discurso, con la repetición
de frases o eslóganes más propios de la propaganda que de la
comunicación entendida como un proceso cognitivo, cultural, social y
político.
Las eventuales fallas en una comunicación de gobierno no deberían
mirarse solamente por lo que se dice o lo que se omite, sino también y
fundamentalmente por la existencia o la ausencia de canales fluidos para
recabar, recibir y socializar opiniones, reacciones, puntos de vista
que provienen de la ciudadanía, de los actores sociales, comunitarios,
sindicales y políticos.
Se trata fundamentalmente de habilitar la escucha como parte
esencial de la comunicación de gobierno que, por esta vía, se enriquece
en sus contenidos y abre alternativas para construir una comunicación
más democrática, con posibilidades de constituirse en sólida base de
sentidos compartidos entre emisores y receptores que abandonan un rol
estático y estereotipado para ser, simultánea y activamente,
audiencias-emisoras y emisores-audiencias.
Ese es el valor profundo de la comunicación en la que no existen
roles estáticos o inmodificables. Pero es también el sentido político de
la comunicación que quiere aportar a la consolidación y profundización
de la democracia, desde la escucha de la diversidad. Porque habilitar y
profundizar la escucha es, al mismo tiempo, potenciar la palabra
liberada. Argentina ha dado y está dando pasos muy importantes en cuanto
a la democratización de la comunicación. La comunicación de gobierno,
como estrategia de acción política y como herramienta de gobernabilidad,
debería ser también un capítulo para incluir en los próximos debates.
En todos los niveles y en todas las jurisdicciones, sin importar el
color político de los gobernantes.
*Publicado en Página12
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