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lunes, 16 de enero de 2012

MERCANTILISMO Y OTRAS YERBAS

Por Dr. Rubén Visconti*

El mercantilismo es la primera doctrina económica y política reconocida como tal que tuvo vigencia durante tres siglos, desde 1450 a 1750, basada en la teoría económica que sostiene la necesidad de que el Estado se enriquezca mediante la adquisición de la mayor cantidad posible de oro y plata, como medio de obtener una balanza comercial positiva,es decir, de mayores ingresos que egresos.
En lenguaje actual que sus exportaciones de productos y la prestación de servicios de transporte, por ejemplo, fueran superiores a las importaciones y pagos de esos servicios, generando un saldo favorable.
Esa teoría denominada mercantilismo fue desechada y en algunos casos puesta en ridículo por las que posteriormente aparecieron, la fisiocracia primero y el liberalismo económico después.
La última de ellas, el liberalismo vigente aún en nuestros días, puso el andamiaje teórico necesario para impulsar el capitalismo, ya que las condiciones para el desarrollo del mismo surgieron de las realidades fundamentalmente de Inglaterra que pasó a necesitar del dominio de los mercados externos para su dominio cuasi absoluto. Y a pesar de las diferencias entre ambos conceptos económicos, mercantilismo y liberalismo, apuntaban a un mismo objetivo, los resultados de un comercio internacional favorable era y sigue siendo, la única garantía para asegurar el éxito económico y, consecuentemente, también social, de los países.
Así, el capitalismo dividió a los países en dos grupos, los desarrollados y los subdesarrollados, asignando a la primera categoría la producción de productos industriales de producción y precios crecientes y la segunda la de simples proveedores de materias primas.
Concebidas ambas categorías como preexistentes al propio capitalismo industrial, las transformó en categorías permanentes, irrenunciables, consagradas como tales mediante la teoría llamada “ley” de los costos comprados. Que en los últimos años EEUU trató de aplicar en América mediante la denominación del ALCA.
Un hecho derivado del análisis histórico demuestra el acierto de esta teoría en lo relativo a la posición de los diferentes países dominantes según como se mantuvieran al frente del dominio del comercio internacional.
Así, podemos comprobar cómo los países que dominaron las relaciones de exportaciones/importaciones, en algunos casos por el uso de los préstamos de dinero de las Ligas Hanseáticas, de España y Portugal y también de Holanda por sus posesiones coloniales y fundamentalmente por más largo tiempo por Inglaterra pasaron a constituir el grupo de países dominantes, en forma paralela o exclusiva como es el caso de esta último.
La libra esterlina resultó ser la moneda del comercio internacional, el transporte de mercancías se efectuaba mediante su flota mercante y sus productos le generaban una sólida posición de incremento de riqueza interna, similar la postulada por el mercantilismo.
Las guerras mundiales cambiaron ese orden prioridades, Estados Unidos reemplazó a Inglaterra, el dólar fue y es aún la moneda dominante en muchas áreas, y el comercio internacional favorable produjo los efectos positivos para el desarrollo del país.
Por lo tanto, cuando el gobierno argentino lanza en su actual política económica el presupuesto de reducir las importaciones innecesarias reemplazandolas por producciones nacionales, en un modo similar al expresado hace años por el economista Aldo Ferrer en su libro “Vivir con los Nuestro”, no hace más que responder a una decisión política que sustente y garantice el desarrollo nacional y las decisiones de inclusión social como objetivos indeclinables de nuestro pueblo.
Claro que las condiciones actuales no son las vigentes en las épocas del mercantilismo o de de la creación del liberalismo, y menos aún a las decisiones impuestas por los estados dominantes de considerar como categorías definitivas a los países definidos como países subdesarrollados que no poseían otra posibilidad que la de ajustarse a las mismas como un castigo divino y definitivo, dado que la actualidad demuestra lo contrario siempre que se lleve a cabo políticas adversas a los intereses de los países dominantes, entre las que se incluye, fundamentalmente, la unidad latinoamericana decidida al desarrollo del comercio interbloque, la creación del bando latinoamericano y otras medidas.
Pero a pesar de las medidas adoptadas por cada uno, el problema actual del comercio internacional es mucho más complejo que tiempos ha y es prácticamente imposible sostener, como lo hacían los mercantilistas, que los resultados sean siempre favorables con todos, aceptando un grado de dependencia de las importaciones inevitables, pero ello no autoriza a negar la indispensable intervención del Estado en la regulación de las importaciones como pretenden los defensores del liberalismos, fieles a sus posiciones clásicas, todo lo resuelve el mercado, la intervención del Estado es negativa.
Concluyendo y con esta breve explicación de este tema de discusión actualizada, todos debemos aceptar y deben aceptar los sectores que privilegian sus intereses privados por sobre los del interés general, que si bien las cosas han cambiado mucho desde la época de imposición del pensamiento mercantilista y su posterior seguidor el liberalismo, sigue vigente la conveniencia de que el Estado regularice las importaciones de modo de mejorar los resultados del comercio internacional como condición sine quantum que conduzca al éxito de la política económica nacional sin graves alteraciones en su marcha.
No aceptarlo, es lo mismo que proponer el regreso a tiempos recientes durante los cuales los déficit en el comercio internacional y aún ,en las cuentas fiscales cubriéndolos con créditos internacionales cuyos efectos negativos están en la memoria de todos los argentinos.
Sintéticamente, el gobierno puede y debe regular y prohibir todas las importaciones que no sean necesarias al interés general con la sola limitación de habilitarlas cuando sean necesarias como complementarias de la producción nacional.
Los objetivos fijados por el mercantilismo y por el liberalismo económico siguen siendo correctos con la diferencia de que esos objetivos deben ser establecidos por el Estado y los gobiernos a carga y no por las “decisiones” del señor mercado.

*Docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNR
  Miembro del CEP


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