Páginas

jueves, 19 de mayo de 2011

PROFUNDIZAR PARA CONSOLIDAR

Por Carlos Raimundi*


Imbuidos de un intenso entusiasmo por el futuro, algunos dirigentes políticos acreditamos ya alguna historia –en la que están presentes aciertos y errores– en el intento de construir y consolidar un espacio político que conecte las ideas de izquierda democrática (no demoliberal, sino cabal, sustancialmente democrática) con el sujeto histórico que le dé vida, anclaje y protagonismo político. Un sujeto en cuyo núcleo está el hombre y la mujer, las y los jóvenes que forman, aun sin saberlo, los grandes movimientos populares, de los cuales el peronismo ha sido históricamente central.

El entusiasmo por la intensidad de esta etapa está dado por la centralidad de temas en debate, por la disputa del sentido y la hegemonía sobre los conceptos, por el desenmascaramiento de los jefes de las corporaciones que decidieron históricamente por nosotros, haciéndonos creer que quienes nos gobernaban eran los políticos. Está dado por esa necesidad vital de nuestra sociedad de hacer que el ‘discurso del amo’ –en términos de Hegel– lo siga haciendo el amo, pero que el esclavo tome conciencia de que no puede ser el suyo.
Está dado, además, porque en esta etapa se están abriendo los caminos de lo que históricamente creímos que debía hacerse, como, por ejemplo, recuperar la dimensión latinoamericana de nuestro país. El valor histórico del bicentenario no fue solamente su masividad –de por sí valiosa– y el mentís a los agoreros que instaban a no ir al centro porteño, sino la conexión de esas multitudes con una línea nacional y popular de interpretación de nuestra historia, encarnada en Tupac Amaru, Moreno, San Martín, Bolívar, José Martí, Evita, el Che, Salvador Allende, Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche…
Está dado por haberse retomado el control político de la economía (lo que no quiere decir que la economía no tenga problemas), independizarnos de la extorsión de los organismos financieros, resituar la centralidad de valores como el Estado y el mercado interno.
Está dado por la incorporación de sujetos –históricamente invisibilizados– a una masa crítica democrática creciente, como es el caso de las personas que ayudan en las casas de familia, las amas de casa, los pueblos originarios, los hermanos de países limítrofes hasta hace poco indocumentados, las adolescentes que ahora tienen obligación de hacerse los controles de embarazo, las y los que tienen diferentes orientaciones sexuales…
Está dado por la posibilidad de los genocidas y apropiadores de hacer sus alegatos en juicios públicos rodeados de las más absolutas garantías procesales y sin que haya corrido en el país una gota de venganza de parte de sus víctimas. ¿Qué mayor calidad institucional podría pedirse a un país que regresa del infierno como el nuestro?
Para aquellos que dicen ser los candidatos de la ‘socialdemocracia’, ¿qué otra cosa dice la doctrina socialdemócrata si no es más Estado, más unidad latinoamericana, más independencia financiera, más mercado interno? Me dirán: ‘es eso, pero con más calidad institucional’. ¿Es que no son instituciones las paritarias, la Asignación Universal o la desmonopolización de los medios? Salvo que sigamos reduciendo –sin aprender la lección– el concepto de instituciones, a lo que –por ejemplo– lleva adelante el gobierno socialista español, baluarte universal de la socialdemocracia, cuyo “envidiable” parlamento acaba de aprobar los más feroces –y ya conocidos por nosotros– ajustes sociales.
¿Qué confiabilidad nos podría dar para gobernar el futuro próximo del país –no ya en términos de probidad de un dirigente, sino de consistencia en la intensidad y solidez del movimiento político que lo acompañe– un candidato que ‘se toma unos días para pensar’ si va a gobernar un país o una ciudad. O un partido que cavila entre aliarse con Pino Solanas o con De Narváez.
¿Cómo pueden tildar algunos ex compañeros de lucha, de ‘continuidad del menemato’ a una gestión que pasó de las relaciones carnales la Unasur, de la privatización de los aportes jubilatorios a su reestatización, del indulto a los genocidas a su juicio y condena, de la reforma educativa de los ’90 al regreso de la primaria y secundaria?
No obstante esta debilidad de la oposición, el proceso no está consolidado. Uno de los desafíos de quienes estamos convencidos de acompañarlo es prevenir que los grupos afectados apelarán a todos los recursos arteros a su alcance, para sembrar un clima de desorden y asfixia en la población. El otro desafío es plantear ejes de profundización del modelo.
Jamás se hubieran logrado los incentivos fiscales que mantuvieron vivo el mercado interno en plena crisis internacional, sin la apropiación estatal de una parte importante de la renta sojera. Pero quienes apostamos a la llamada ‘profundización’ del modelo, no podemos renunciar a la construcción de una interface hacia la diversificación del modelo productivo.
No le regalaría a otros dirigentes la bandera del rediseño ferroviario. No su mera recuperación, porque eso supondría volver a una estructura pensada para un modelo depredador de recursos naturales propio de una economía extractiva y concentrada en el puerto. Me refiero a su reingeniería, para la integración territorial, la optimización de nuestra condición bioceánica, el empleo estable de cientos de miles de argentinos y la recuperación de la mística productiva en jóvenes trabajadores y profesionales. Y no se me escapa que un proyecto así puede chocar con los intereses de un aliado poderoso. En tal caso, hay que buscar el camino de compatibilizar intereses, pero no renunciar al proyecto.
Otros puntos de la agenda de futuro deben ser la ley de viviendas, la reforma a la carta orgánica del Banco Central, la distribución de utilidades entre los trabajadores y la ley de servicios financieros (una reforma de la presente ley de ‘entidades’ financieras, seguiría poniendo como sujeto a los bancos; una ley de ‘servicios’ financieros, pone como sujeto al ciudadano).
En definitiva, es muy grande el desafío del futuro. Pero jamás hubiéramos podido llegar al punto de plantearnos un desafío tan intenso, si la gestión de gobierno del ex presidente y de la actual presidenta no hubieran encaminado al país bajo los lineamientos citados.
Para otra discusión, en la que estaremos muy presentes en la campaña electoral, queda pendiente el debate sobre los límites de las estructuras tradicionales –tanto políticas como sindicales– para sostener y profundizar este proceso. Y la necesidad de construir esa fuerza política protagonista, no testimonial, mayoritaria, capaz de trasponer esos límites, renovar las prácticas y consolidar a nivel masivo el universo de ideas e ideales que sostenemos y sostuvimos siempre.

*Dirigente de Nuevo Encuentro
  Publicado en Tiempo Argentino

No hay comentarios:

Publicar un comentario