Vengo manejando la idea de la sentimentalidad. Me parece que los sucesos se originan en acciones que tienen ideología, siempre, pero desde un lugar que dota a la personalidad de ella. Somos las personas con sentimentalidad pletórica, unos; son aquellos que reconocemos como del modelo ideológico contrapuesto o los modelos contrapuestos, los que son dotados de una ideología, a veces perversa, que está vacía de plena sentimentalidad.
Mucho abuso yo de estar en Santa Fe, arraigado en mi identidad territorial, y hacía del 93 que no pisaba el barrio de Retiro ni parte alguna de la Capital. Llegó entonces el 200 cumpleaños de la patria, y me fui nomás para allá, queriendo impregnarme de toda la historia que me faltaba, y los olores antiguos.
Entre las reseñas de la celebración habló un tipo, humilde, que me hizo observar cuánto valor le asignan a la aventura de estos días, días prósperos, aquellos que han sufrido mucho. Otra vez la sentimentalidad honda. El que no la posee no quiere cuidar el país, e incluso suele intentar hundirlo, también porque en su egoísmo no lo puede controlar él. El tipo rogaba, no sé a quien, porque esto durase, esto que él nunca había vivido, la alegría incontenible de la calle de la fiesta en aquellos días, que durase....
Eran aproximadamente las 00:25. El gran día 25 de Mayo acababa de comenzar. Muchos volvíamos a nuestros hoteluchos u hoteles u hogares, luego de los fuegos y el himno de la medianoche. Tal vez eran las 00:30. Fue en la calle Libertad, yendo hacia avenida de Mayo, calle más allá, cerca, llamada Salta. Estábamos en el barrio de San Nicolás de la ciudad de Buenos Aires. Caminábamos hacia el barrio de Montserrat, muy próximo, con rumbo sur. Podrían llamarse estos dos los primeros barrios del país, pues contienen lo que es central.
En los altos de una casa, mucha gente muy joven asomada a la calle. Estaba muy oscuro allá arriba, pero se veía que no pasaban de 28 o 30 años. Era el centro de la escena, una joven muy alcoholizada, que enseguida me enterneció. Tuve la impresión de que sus amigos y o primos hermanos etc., respetaban el acto y la pulsión de ella en silencio. Se notaba por la oscuridad que en la casa no había gente muy mayor ni nadie aparte de ellos, y que estaban celebrando. Debajo, caminábamos muchos por la calzada. En todos lados se sentía, sin pecar de soberbio porque existirían matices de adhesión, que el grueso de la gente era favorable a Cristina y Néstor.
La chica tenía el cabello corto y negro, era delgada y muy bella; estaba muy alcoholizada pero se manejaba lúcidamente en su propósito. Cuando la oigo por primera vez yo estaba muy atrás. Ella grita: ¡¡Aguante la televisión pública!! Grita evidentemente otras ideas afines que le merecen aplausos. Yo festejé esos gritos entendiendo cómo venía la mano. Cuando llego debajo de la casa la piba grita: ¡¡Basta de Macri!! Y luego grita más fuerte: ¡¡¡Aguante Cristina!!!
Signo luminoso ya eso en ese momento. Anécdota muy buena en una ciudad conservadora impresionante en su afán conservador, pero que guarda estos milagros en sus honduras, y que en esos días operaba una transformación, yo lo verifiqué.
Sigo caminando y ella seguía hasta gastar su voz: ¡¡Basta de Macri!! ¡¡¡Aguante Cristina!!! Y fuimos a dormir.
La noche del festejo central, de ese día que así había comenzado, cuando brilló Fuerza Bruta, me costó convencer vía mensaje de texto, a un muchacho que fue llevado a Buenos Aires por otro tema, por un tipo opositor veneno, para que se acercara a mi encuentro en la fiesta. Y lo arranqué de las garras del otro, que no se acercó más de cinco minutos al obelisco, juro por la bandera, para irse luego al hotel malhumorado y con desinterés total por la mega celebración. Los otros. Recuerdo que corría el año 99, cuando pude verificar la esencia de los otros, los que tanto desprecio tienen para con uno.
Me había acercado al Centro de Expresiones Contemporáneas, aquí en mi ciudad, Rosario. Lugar donde lo bonito supo esconder lo siniestro. En uno de los galpones habían comenzado a exponer unas maquetas. En ellas, había pequeños roedores, que se herían entre sí, y se estaban desangrando. Los pusieron sin una migaja siquiera. Pasaba eso y aumentaban así su dolor y desesperación. Estaban encerrados. En los “artistas”, hubo la expresa intencionalidad de obtener atractivo, en esa macabra habitación del tormento de los animalitos. Tal el show.
Por su puesto, yo entré en cólera, y empecé a insultar, pero más bien para mí. La ciudad, profanada, a cargo de los galpones, y autorizando eso, en manos de un sorprendente sopapismo. Uno que ya difícilmente pueda engañar como antes.
Ese día o el siguiente, entró una mujer rubia, del norte de la ciudad, a rescatarlos. Como protectora de animales, según atributos que le conferían pasadas gestiones en el rubro, aunque licenciada en la vieja Filosofía y Letras, actuó conforme a Derecho, y actuó oficiosamente, enviada ahí por la civilización, a la que representó, y retiró los animalitos aterrados y hambrientos, y se los llevó para darles cura. Yo sentí mucha gratitud hacia ella, en ese momento.
Esto se liga con otras cosas claro. Un sorprendente sopapismo, tiempo antes de eso, la había despojado a ella de su misión con la fauna, con notorio destrato, y misóginos de por medio, con demagogia, porque ella pedía sólo plazos razonables, y una transferencia de animales a las afueras, programada e inteligente, pero no se concedió.
Yo no tengo idea, de la orientación política de esta mujer; hoy no lo sé. Puede estar en el psicobolchismo, al que nunca pertenecí ni he de pertenecer, pero es tan digna y fue tan maltratada que confío sea una amiga de nosotros, las personas que respetamos a todas las personas.
En el ámbito de una provincia muy grande, hubo un cisma en el sopapismo, porque al parecer este, se tutea con la muerte.
Se recomienda cuidar la vida. Si se tuvo alegría y sentimiento patriótico por la fiesta perfecta del Bicentenario, se sabe de qué hay que cuidarse, y toda la responsabilidad que debe tenerse para transitar este año, donde se requiere su lucha, ya que lamentablemente, el suceso narrado es tan real que arroja luz sobre el peligro pero también lo narrado sobre la calle Libertad del barrio de San Nicolás fue tan verdadero, que demuestra una vez más, que tenemos la potencia, para ese bendito 2012 de sueños confirmados.
*Integrante del CEP
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