Páginas

domingo, 6 de junio de 2010

LOS DUEÑOS DE LA TIERRA

Por Silvia Lilian Ferro *

En el espacio público de las últimas décadas, especialmente desde los ‘90, apareció con fuerza el problema de la “extranjerización de la tierra en la Argentina”. Muchas voces de organizaciones ruralistas y referentes académicos sumaron su preocupación ante el proceso creciente de compra de inmuebles rurales por parte de extranjeros. Frecuentemente se piensa que la extranjerización de la tierra es un tema reciente vinculado con la expansión de la sojización y que el incremento de la presencia de compradores extranjeros de tierras argentinas obedecería a la falta de regulaciones estatales, que podrían con los dispositivos normativos adecuados mantener el problema controlado. Siguiendo este análisis, la construcción pública de este problema, aparece como un proceso reciente que podría resolverse sin tocar las bases estructurales e históricas del modelo agroexportador. Planteo que, a su vez, es antihistórico y contradictorio.

Extranjerizar la tierra y el destino preferente de su producción fue un factor constituyente, fundacional y estructural del modelo primario exportador argentino decimonónico. Y en el actual modelo soja-exportador, la extranjerización se expresa más en la sectorización política de demandas por el sostenimiento de la concentración de renta, que en la nacionalidad de quienes acceden a los recursos productivos, como la tierra.

Las organizaciones del empresariado rural que reclaman medidas en contra de la “extranjerización de la tierra”, además de ser precisamente los sucesores beneficiados por la mayor extranjerización de la tierra que se haya dado en la historia sudamericana moderna a partir de los aluvionales procesos inmigratorios desde mediados del XIX, representan y cuentan en el presente entre sus asociados con numerosos “productores familiares” y pooles –argentinos y sojeros– que arriendan y compran grandes extensiones de tierra en Bolivia y Paraguay para volcarlas también a la producción de soja. Empresarios rurales de Brasil y la Argentina son de los países de Sudamérica que más superficie de países aledaños vuelcan a la producción de soja transgénica, y por ejemplo los principales pooles de siembra que operan las mayores superficies cultivadas en territorio uruguayo son, precisamente, argentinos.

Entonces cabe preguntarse si es más fácil ocuparse del problema de la “extranjerización de la tierra” cuando los inversores son de algún país lejano y del Norte que cuando la extranjerización es un problema entre ciudadanos de países vecinos.

Fronteras adentro también se pueden realidad algunas observaciones para poner en cuestión que el desplazamiento forzado de comunidades que practican agricultura de subsistencia, las expulsiones con sesgos violentos a las comunidades campesinas y de pueblos originarios, como el problema de salud pública que padecen los pueblos, enclaves semirrurales y los niños banderilleros envenenados con estos agrotóxicos –entre un amplio abanico de efectos nocivos a escala ambiental y social– son un drama protagonizado por actores que comparten la misma ciudadanía. Son argentinos tanto los habitantes de las poblaciones envenenadas como quienes no respetan distancias humanitarias mínimas.

En un modelo económico de sesgo agroexportador son irrelevantes las falsas dicotomías interno/externo, adentro/afuera, nativo/extranjero ya que la fórmula no es dicotómica sino jerárquica, funcional y basadas en relaciones de fuerza económica. En realidad es un problema entre formas sostenibles o insostenibles de producción de alimentos, entre agricultura al servicio de un modelo de desarrollo nacional o de agrobusiness global que poco se detiene en el detalle de las fronteras nacionales, como bien lo grafica la célebre publicidad “República Unida de la Soja” que la semillera multinacional Syngenta expone sin pudor diplomático.

El problema de la “extranjerización” no es sólo una cuestión de en qué país se nació o de cómo desaventajar a la competencia internacional en términos de oportunidades de rentas e inversión en portfolios de inmensas extensiones de las mejores tierras gerenciadas u ofertadas a los inversionistas extranjeros por los mismos referentes locales del agrobusiness. El eje debería girar sobre cómo los sectores que más renta concentran desde la década de los ‘70, pooles de siembra, multinacionales semilleras, grandes y medianos empresarios sojeros, muchas veces actúan como extranjeros respecto de un desarrollo rural nacional, soberano, equilibrado, sostenible e inclusivo

* Consultora en desarrollo rural.
   Publicado en Página12 - 06/06/2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario