Si el clima fuera un banco ya lo habrían salvado, sentenció Chavez en Copenhague el pasado 16 de diciembre. Y agregaba: No cambiemos el clima, cambiemos el sistema. La primera parte fue la más difundida, la segunda, menos. Pero casi nadie levantó lo que fue el nudo de su discurso, centrado en responsabilizar al capitalismo por la creciente degradación del planeta.
Y fiel a su campaña docente, aunque algunas hubieran resultado realmente inútiles como regalarle las “Venas abiertas de América Latina” a Obama, esta vez recomendó el libro del Francés Hervé Kempf titulado “COMO LOS RICOS DESTRUYEN EL PLANETA”, del que extrajo buena parte de su alocución.
Hoy el enfoque dominante para explicar el mundo es el de la representación económica de las cosas, dice Kempf al final del primer capitulo. El mundo conoce una aparente prosperidad, marcada por el crecimiento de los PBI y el comercio internacional. Esta descripción es intrínsecamente falsa, debido a que dicho “crecimiento económico” no paga el costo de la degradación del medio ambiente.
En términos contables, una empresa debe reducir las ganancias economizando determinadas sumas de dinero, llamadas amortización, destinadas a compensar el deterioro de los medios de producción utilizados. Cuando los medios se desgastan, la empresa dispone de una reserva para reemplazarlos.
Pero la empresa “economía mundial” no paga la amortización de la biosfera” es decir, el costo del reemplazo del capital natural que utiliza. Esta conducta que era admisible cuando la capacidad de absorción de la biosfera era grande, se vuelve criminal cuando estas posibilidades alcanzan su límite.
La opinión mundial y quienes toman las decisiones se encuentran en la misma situación que un director de empresa cuyo contador habría olvidado tomar en cuenta la amortización. Creen que la empresa va bien, mientras va derecho a la quiebra.
Por otro lado las élites dirigentes son incultas. Aunque formadas en economía, ingeniería o política, con frecuencia son ignorantes en ciencias y carecen, casi siempre, de la más mínima noción de ecología. El reflejo habitual de un individuo que carece de conocimientos es ignorar, e incluso despreciar las cuestiones relativas a una cultura que desconoce para privilegiar las cuestiones en las que es más competente. Las élites actúan de la misma manera y de allí deriva su subestimación del problema ecológico.
No tuve oportunidad de ampliar aquél encuentro que tuvimos con una treintena de diputados santafesinos que están estudiando modificaciones en la normativa que regula el uso de agrotóxicos, pero el dato sobresaliente era una gran ignorancia en temas técnicos, a tal punto que varios de ellos nos solicitaron material.
Tampoco habría que olvidar un tercer factor: el modo de vida de las clases ricas les impide percibir lo que las rodea. En los países desarrollados y las metrópolis, la mayoría de la población vive en las ciudades, aislada del medio ambiente donde comienzan a manifestarse los estragos en la biosfera.
El occidental medio -prosigue- pasa la mayor parte de su vida en un lugar cerrado, va de su auto a la oficina climatizada, hace las compras en supermercados sin ventanas, lleva a sus hijos a la escuela en auto, se distrae en su casa a solas con el televisor o la computadora, etc. Las clases dirigentes que moldean la opinión están aun mas aisladas de su entorno social y ecologico: solo se desplazan en auto, viven en lugares climatizados, se mueven dentro de circuitos de transporte por eso minimizan los problemas de los cuales solo poseen una representación abstracta.
¿Porque nada cambia si es tan evidente e imperioso hacerlo? Kempf se responde: porque los poderosos de este mundo no tienen interés en ningún cambio y ese debe ser el punto de partida.
Si queremos ser ecologistas no debemos ser ingenuos. El aspecto social sigue siendo la parte no pensada de la ecología, es decir, las relaciones de poder y riqueza en las sociedades. Pero simétricamente, la ecología es el aspecto no pensado de la izquierda.
Así encontramos a ecologistas que postulan románticos y abstractos llamados a toda la humanidad, una izquierda que se quedó paralizada y capitalistas satisfechos que celebran las divisiones.
Es necesario salir de ese hiato, concluye. Comprender que crisis ecológica y crisis social son las dos caras de un mismo desastre causado por un sistema que no tiene otro fin más que preservar los privilegios de las clases acomodadas.
En línea con ese pensamiento Evo Morales en Copenhague abrió un debate todavía ausente entre nosotros:
“La Tierra puede y va a existir sin el ser humano, pero éste no puede vivir sin ella. Si queremos salvar a la Tierra y a la humanidad no tenemos otra alternativa que acabar con el sistema capitalista”. Para reflexionar.
por Horacio Brignone
Columna "Hablando Claro" 19-12-09
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