El pasado lunes 18 de enero la Secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton hizo declaraciones y dijo: “…la tragedia que continúa asolando a Haití y al Pueblo haitiano es bíblica…”, la repetición desde hace mucho tiempo en los medios masivos de escenas violentas y de pobreza provenientes de Haití, sin ahondar en sus causas, parecen darle la razón a las palabras de Hillary Clinton. El terremoto es un hecho natural, y pareciera que la pobreza también, pero nada más lejos de la realidad, o de una auténtica historia.
Puede tomarse a este cúmulo de escombros que es hoy Haití como un caso testigo para analizar distintos aspectos de su realidad y también de la nuestra, la continental, la de Latinoamérica.
Estamos en pleno comienzo del Bicentenario de la Revolución de Mayo, muchas veces ocurre cierta discusión acerca de catalogar y establecer una línea demarcatoria frente a las varias insurrecciones indias y los precursores criollos de la revolución en Hispanoamérica, en esos casos Haití suele quedar de lado. Lo cierto es que la primera revolución contra un sistema colonial, contra una metrópoli europea fue haitiana, y tuvo un doble carácter: independentista y antiesclavista.
Por estas latitudes, los gritos de mayo también tuvieron una impronta antiesclavista. Pero también sabemos que desde época temprana comenzó una lucha casi paralela por imponer un modelo de nación, entonces no es de extrañar que la ley emanada de la Asamblea del Año XIII aboliendo la esclavitud se la haya dejado sin efecto tiempo después. Otro ejemplo más, décadas después y con la esclavitud abolida por la Constitución Nacional de 1853, cuando ya estaba en plena marcha la Argentina agro-exportadora, indios sobrevivientes eran ofrecidos y repartidos en convocatorias publicitadas en los diarios de la época y encontraban eco masivo en las familias de alta alcurnia de Buenos Aires tras culminar la denominada “Campaña del Desierto”. Es lo que nos cuenta Osvaldo Bayer, la esclavitud se reimplantó de hecho.
Haití pretendía ser antiesclavista a kilómetros no más del gigante del norte que llegó incluso a una guerra civil (1860), por la esclavitud entre otros motivos. Gran pecado de Haití.
Igualmente es un caso testigo de la victoria del modelo liberal impulsado por Inglaterra y continuado por los Estados Unidos. Desde comienzos del período revolucionario a partir del XIX, toda la información, los movimientos políticos, lo conversado entre vecinos, la prensa de ese entonces y la bibliografía, el lenguaje, etc. hacía referencia al resto del Continente. El único obstáculo era el tiempo debido a las distancias, pero era común hablar o mencionar lo ocurrido o lo por venir en Cochabamba, el Alto Perú, Santiago, Montevideo, Asunción, la Gran Colombia, Guayaquil, México, Santo Domingo, y un largo etcétera, había -sino una conciencia- una visión continental.
El proyecto liberal de las manos de las oligarquías locales fue imponiéndose y para mediados del XIX la idea de una América unida o la América del Sud era algo casi olvidado y solamente reivindicado por algún caudillo marginal y rápidamente tildado de delincuente o salvaje por la prensa del sistema imperante. Es decir, en todo el Continente triunfó un modelo de dominación que nos fragmentó y nos redireccionó hacia Europa primero y luego hacia los EUA. Divide para reinar, Haití también quedó aislada y al igual que cada Estado Latinoamericano de espaldas al resto. En Argentina muchos se convencieron con el tiempo, que “descendían de los barcos”.
Testigo de la casi imposibilidad de importar modelos que no son nuestros y que han sido pensados para otros Pueblos. Siempre suenan y resuenan las palabras de Scalabrini Ortíz: “virginidad mental”. Es que la Revolución francesa se hizo para Francia, y porqué no, para Europa; sus ideales de “igualdad fraternidad y libertad” no eran para las colonias. La osadía haitiana le costó caro, desde el comienzo de su vida “independiente” a la isla se le impuso una deuda unilateral desde el otro lado del Atlántico, unos 150.000.000 de francos oro, un presupuesto anual francés de aquella época, y esto en calidad de indemnización al Estado Francés y a sus colonos que perdieron sus posesiones. Y también de hecho una imposición de gobernantes títeres que sólo debían satisfacer los deseos de Francia por cobrar esa suma y seguir teniendo influencia en los asuntos de la isla. Y después de Francia… el imperialismo yanqui, el dueño del garrote. Inauguró el siglo XX invadiendo Haití saqueando su Banco y quedándose hasta asegurarse que el poder en la isla fuera de capataces obedientes desembocando en la mitad del siglo en el reinado de la familia Duvalier, derribada por una rebelión popular. ¡Oh casualidad! Los Duvalier encontraron asilo político en Francia.
En definitiva Haití cayó como todo el continente en la archiconocida historia de dictadores, endeudamiento externo, recetas del FMI y del Banco Mundial e intervenciones de marines.
Un agravante más, entre tanta tragedia, en tiempos del coloniaje francés, esclavitud mediante, la poca tierra de Haití se destruyó con el monocultivo de bananas baratas, no había que pagar sueldos. Con la injerencia yanqui a través de su organismo Agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID) impuso a los agricultores el abandono del cultivo de granos, sobrevino la importación masiva de alimentos, la migración masiva de ex-agricultores a engrosar los cordones de pobreza, villas miseria, y más endeudamiento para comprar esos alimentos.
Contrapuestamente y sin ánimo de ejercer ninguna defensa del sistema cubano, existe a pocos kilómetros de tanto desastre un panorama diferente. Un modelo con sus características pero pensado para el Pueblo y desde ese Pueblo de autonomía, de orgullo nacional, de dignidad que en algunos rincones de este continente muchas veces brilla por su ausencia.
Desde este camino nuevo de Integración que retoma aquel camino de Independencia común, es que Haití pueda encontrar oxígeno a tanto agobio. Es tarea nuestra dejar de vivir de espaldas a nuestros hermanos del continente. No es fácil vivir al lado del dueño del garrote, pero tampoco imposible, es cuestión de voluntad y solidaridad, de los haitianos y nuestra, pero en esta circunstancia más nuestra que nunca. También es un deber, porque a pesar de que no es momento de especulaciones, cuando el olor de los muertos se incrementa, y mientras medio mundo envía médicos, socorristas y medicamentos, el imperialismo yanqui ya instaló algunos miles de soldados primero en el aeropuerto, horas más tarde en el palacio de gobierno, y con un portaviones nuclear a la vista.
Walter Paz - CEP
No hay comentarios:
Publicar un comentario