Washington Uranga se pregunta si basta discutir sobre los medios, sin mirar antes el ser humano como sujeto de la comunicación.
El desarrollo de las tecnologías de la comunicación y de los medios, vinculados con el mercado y el poder económico construido en torno de la industria infocomunicacional, ha traído como consecuencia una distorsión que, siendo obvia, no siempre resulta fácil de distinguir para el observador no especializado y, en muchos casos, tampoco para los especialistas (verdaderos o supuestos) de los temas comunicacionales. La comunicación, y de eso se trata el foco de la cuestión, es ante todo y fundamentalmente una realidad humana, de interrelación entre sujetos. Por lo tanto el centro de la comunicación es la persona, el sujeto humano, y no los medios.
En eso consiste la distorsión. El debate comunicacional se ha desplazado hacia la economía, el negocio, la tecnología, y, en un segundo plano se discute sobre los formatos y las estéticas, perdiendo de vista que todo ello no tiene sentido si no se parte de la premisa fundamental que pone al hombre en el centro de la historia y, por lo tanto, sujeto de la comunicación. En otras palabras podríamos decir que el hombre es un sujeto relacional y por lo tanto esencialmente comunicacional. ¿Obvio? Sí. ¿Mirada ingenua en medio de la realidad hipermercantilizada y consumista? Es muy probable. Pero ello no le quita validez a la afirmación y sí vacía de sentido muchos debates que se hacen al margen de esta certeza que para muchos se ha perdido en la pre historia de la comunicación.
No hay discusión posible sobre los derechos, o sobre ciudadanía comunicacional, o sobre tecnologías de comunicación o sobre el espacio público, si no se rescata el hecho central y fundamental: el sujeto que se comunica, que se relaciona en el ámbito de la vida cotidiana y que no puede prescindir de la comunicación en su constitución social y cultural. La comunicación sólo puede ser entendida en su profundidad –y también en sus desarrollos tecnológicos presentes y en sus luchas políticas– asumiendo que se trata una realidad humana que permite al sujeto relacionarse consigo mismo y con los otros, en un proceso que lo habilita a comprenderse en comunidad y en el espacio social.
Es necesario centrar la discusión en el ser humano y no en los medios o en la tecnología, ni en los formatos ni en las estéticas. Sin olvidar a ninguno de estos campos y aspectos, pero subordinándolos a lo esencial y fundamental. Así la discusión sobre el derecho a la comunicación podrá volver sobre sus pasos para convertirse genuinamente en un debate sobre el hombre, sus capacidades de relacionamiento, la vida cotidiana y no apenas sobre concentración, multimedios, megaempresas e intereses comerciales y económicos.
El ser humano comunicado es constructor de cultura, es decir, del tejido de relaciones que genera modos de entender y entenderse, de expresarse, de manifestar un sentir y un modo de vivir. Esta mirada invita también a revisar la discusión sobre la comunicación popular o comunitaria. No se trata, como algunos pretenden, de un debate sobre lo “alternativo” porque esto siempre refiere a la centralidad de otros (los medios comerciales). No puede ser alternativa aquella comunicación que sitúa al sujeto en el centro, que rescata su vida cotidiana y su cultura.
Volviendo al comienzo de estas líneas. ¿Comunicación o medios? Sólo eligiendo el camino de la comunicación, es decir, comprendiendo que para pensar en los medios antes hay que centrar la mirada en el hombre como sujeto relacional se puede reubicar el debate sobre los medios y su función en la sociedad. De lo contrario estaremos discutiendo sobre economía, sobre intereses y sobre poder. Algo que no está mal; pero una vez más será relegar la discusión de fondo.
Por Washington Uranga
Publicado en Pagina12
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