sábado, 28 de marzo de 2020

CIUDAD GÓTICA

Imagen de "Mouse-La Tercera"
Por Roberto Marra
Mientras tanto, en Ciudad Gótica”... Así solía establecer una separata en el hilo argumental de la famosa historieta de Batman, ese personaje disfrazado de murciélago que nos apasionara cuando chicos. Y así podríamos expresar ahora respecto a lo que sucede por detrás de la superabundancia “coronavirulesca”. Porque suceden otras cosas, además de las que apabullan el momento histórico, donde el ajedrez mundial se sigue jugando, montando escenografías futuras o preparando salidas “elegantes” para el Poder Real, siempre dispuesto a tramar, intrigar y... matar.
En medio de la lucha frente al enemigo sanitario de este tiempo, los poderosos continúan con sus conspiraciones, esas que se suelen denostar como exageradas por cierta pacatería periodística que intenta no ver lo obvio para no ganarse enemigos mortales para sus “carreras”. Pero la historia humana nos muestra palmariamente la condición maquiavélica de los dueños de las decisiones, que no descansan en la búsqueda del sucio placer del daño ajeno para satisfacer sus encumbradas posiciones dominantes.
Escondidas por los “comunicadores” que solo saben “bailar” al ritmo de sus patrones (ideológicos y materiales), las noticias funestas de las aberrantes medidas coercitivas del imperio son ocultadas para el gran público, solo posible de escucharlas u observarlas en los pocos medios que ejercen con autenticidad el periodismo, sea del rincón doctrinario que sea.
Las guerras no han parado, las bombas no han dejado de estallar, los misiles no han cejado en su empeñoso camino de muerte dirigida, los desplazados continúan caminando hacia la nada misma, víctimas inexorables de quienes pretenden apoderarse hasta del aire mismo, para que ya ni respiremos. El petroleo u otras materias primas esenciales continúan siendo los paradigmas que señalan las “razones irracionales” de los que mandan a matar por él, arrasando la naturaleza y ciudades enteras que caen como castillos de naipes para satisfacer sus intereses.
Parecen lejanos esos parajes donde la vida vale menos que una bala. Parecen demasiado ajenas las vidas perdidas por la ambición obscena de los energúmenos que manejan el Mundo a su gusto. Pero están allí, con virus o sin él, para hacernos ver que hay algo que se mantiene incólume a pesar de la pandemia, y es el Poder de los mismos de siempre. Sus ministros o presidentes alcanzados por el virósico enemigo, solo son descartables fusibles de una red destinada a manejar los hilos de una sociedad apabullada, donde sobran muchos millones de personas, para las cuales se suelen preparar “soluciones finales” de diversa índole, algunas inimaginables para quienes no dimensionamos nuestro razonamiento con la perversión que los caracteriza a estos “esforzados” dueños de casi todo.
Aún a pesar de la pandemia desatada, miles de desesperados continúan invadiendo el Mediterráneo para cruzar hasta donde, al menos, podrán ser esclavos. A pesar del Covid-19, los campos de refugiados continúan amontonando a estos atormentados migrantes en lugares donde solo cabrían la cuarta parte de ellos en condiciones apenas dignas, sitios donde un solo infectado desataría una mortandad inimaginable. Todo a la vista y con el placet de los gobiernos de una Europa que se desintegra, muy a pesar de la parafernalia burocrática y discursiva que la sustentara hasta ahora.
Pensar una nueva humanidad es tarea de siempre, pero especialmente de momentos como los que se transitan. Crear nuevas metas, trazar otras estrategias, elaborar planes diferentes, es la labor indicada para estos tiempos pandémicos, donde la palabra “vida” resuena con mayor vigor, donde rondan los oportunismos pero también los descubrimientos de lo que ya se creían como valores perdidos. La vieja y falsificada tantas veces palabra “solidaridad” se ha vuelto ahora la más renombrada, se la ha redescubierto en el arcón de las banderas abandonadas, donde siguen acumulados todavía otros paradigmas que fueran las guías fundantes de nuestras vidas anteriores, listos para volver a la batalla de las ideas que nunca se perdieron del todo, porque forman parte esencial del concepto mismo de “lo humano”.
Bastará con ver lo que, hasta ahora, solo mirábamos con indiferencia autodestructiva. Habrá que reconectar las neuronas del conocimiento con las de los sentimientos, de recordar las palabras señeras de los grandes hombres y mujeres de todos los tiempos, para construir ese “hombre nuevo” que la humanidad supo soñar en épocas no tan lejanas, buscando parir sociedades que sean capaces de sacudirse el pesado polvo de la historia y aplastar a los mandamases que oprimen y matan en nombre de futuros inexistentes para las mayorías. Y aunque ahora mismo sea tiempo de privilegiar la lucha contra esos tan pequeños pero mortales antagonistas virósicos, también lo es de mirar hacia la “Ciudad Gótica” que nos espera después de la pandemia.

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