viernes, 24 de enero de 2020

LA CORRUPCIÓN QUE SE OCULTABA

Imagen de "Deslinde 2011"
Por Roberto Marra
Invariablemente, después de la finalización del mandato de un poder ejecutivo, salen a la luz hechos y datos que se mantenían ocultos o se menospreciaban desde el punto de vista de la difusión, ya sea por ser los medios parte de los mismos intereses que el presidente de turno o por el temor de que sean descubiertas las complicidades con hechos peligrosamente cercanos a lo delictivo, cuando no directamente viciados por ese carácter.
Claro que tales cuestiones pueden ser reales o inventadas para la ocasión, tratando de generar culpabilidades que alejen los señalamientos de la población sobre los nuevos gestores del Estado, tratando de desligarse de las responsabilidades que se derivarán de las decisiones que forman parte del proyecto que los llevó a querer asumir semejantes cargos. Así se dió con la gestión que culminó en 2015, a la cual se la atacó durante años antes de la finalización de su mandato, por ser portadora de una característica que el Poder real no admite en los gobiernos: la defensa de los sectores de menores recursos y los intentos de elevar sus condiciones sociales. Es decir, de la justicia social.

De esos ataques surgieron denuncias armadas con la complicidad de un Poder Judicial que sirvió a esos intereses espurios, destinados a agraviar y culpabilizar a cada uno de los integrantes de aquella administración como los causantes de tremendos dramas, la mayoría de ellos inexistentes, pero amplia y profusamente difundidos por la canalla mediática que se convirtió en la herramienta más eficaz para la destrucción final (creían ellos) de cualquier posibilidad de regreso de un gobierno de carácter auténticamente popular.
Ahora, cuando ese regreso se concretó a pesar de semejante parafernalia discursiva, materializada en prisiones preventivas de características claramente políticas para dirigentes a los cuales se estigmatizó tanto como para recibir el odio de los energúmenos que piensan solo a través de neuronas ajenas, comienza a desubrirse el velo que tapaba las verdaderas corrupciones del gobierno de los ceos.
Desfalcos de volúmenes inconcebibles, fugas de divisas nunca registradas en la historia, beneficios personales de cada uno de sus integrantes derivados de cada uno de sus actos e intervenciones, formaron parte indudable, por lo visible y autenticado con documentación que lo corrobora, de la raiz de sus actos de gobierno, asumido con el único objetivo de beneficiarse y beneficiar a los sectores más poderosos financiera y económicamente.
Junto a ellos, como base real de sus actos delictivos, empresarios de mucho predicamento se convirtieron en los peores de esta manada que asaltó el poder político para multiplicar sus ya obscenas fortunas. No fueron en vano las defensas a ultranza que realizaban cada uno de ellos de ese rejunte de vagos y mal entretenidos de la “high society”, de los “nenes de mamá” que condujeron la Nación hasta el barranco de la peor crisis social de la historia, para demostrar, una vez más, y por si fuera necesario, la total y absoluta falta de algún mínimo criterio de tipo social.
El desfalco al Banco Nación por parte de ese “gran empresario”, tan presente en cada uno de los actos de cualquier gobierno, tan respetado y temido por algunos integrantes de esas administraciones, por el poder económico surgido de sus posiciones dominantes en un mercado fundamental para el ingreso de divisas, como es la exportación de granos; pone blanco sobre negro los auténticos “valores” con los que se manejan estos ladrones de traje y corbata, tan seguros de sus impunidades que dejan sus huellas malolientes en cada lugar donde se apoderan de nuestras riquezas.
La cuestión que surge es la necesidad de auténtica justicia, una que permita comenzar a revertir estos oscuros procederes de la clase dominante, lo cual solo podrá ocurrir cuando dejen de serlo. Semejante utopía, con ser aparentemente de imposible concreción, no es óbice para crear las herramientas que puedan acercarnos a ese objetivo de máxima, que puedan servir para sancionar ejemplarmente a tales corruptos, a todos y cada uno de sus cómplices, autores de esos desfalcos pero, peor aún, artífices de la miseria y el hambre verdadero de millones de pibes que ni siquiera pueden imaginar la realidad que los hechó de la vida.
La deuda de la que tanto se habla, esa que será reclamada por otros poderosos del Mundo, sin importarles las consecuencias que demanden para los habitantes de esta Nación, ocupan siempre las primeras planas de esos malditos periódicos del horror relatada como ficción televisiva, como si sus consecuencias fueran nada más que monetarias. Se ocultan las caras y los dolores que ellas expresan, se esconden las inequidades que lastiman la honra de nuestra historia, se entierran las razones derivadas de esos robos descarados, de las burlas de sus hacedores, de las risas maliciosas de quienes nos hundieron en semejante apocalipsis social.
Es tiempo de asomar nuestras narices por sobre la superficie falsa de las noticias a medias que recibimos cada día. Es hora que aflore la capacidad resiliente de una sociedad que sea capaz de hacer añicos las mentiras programadas, entablarle el juicio definitivo a los autores de todas nuestras penas y liberar las fuerzas de la reconstrucción solidaria de la Patria, avasallada con la complacencia de tantos idiotas y condenada al oscuro futuro de la muerte cotidiana.

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