martes, 12 de noviembre de 2019

EL FIN DEL FRACASO

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Por Roberto Marra
Hace mucho tiempo, fue instalado el concepto de que existe un “primer mundo”, ese que integran los (también) llamados “países centrales”, que no es otra cosa que una manera de manifestar el poder que ejercen sobre el resto de la humanidad desde el “sentido común”, creado desde lo cultural, para el autoconvencimiento de la mayoría de los habitantes planetarios sobre sus supuestas incapacidades para el desarrollo ante la pre-supuesta y arrogante “superioridad” europea y norteamericana.
No hay lugares donde se manifieste mejor semejante desvarío de la realidad que en las organizaciones regionales y mundiales de países, tales como las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos, como así también en algunas otras de semejantes características. Con ellas se han establecido pre-conceptos acerca de lo que se debe o no se debe, lo que se puede o no se puede hacer por parte de los gobiernos de cada Nación integrante de esos órganos supra-nacionales, que se suponen autónomos.
Sin embargo, la realidad actual y la historia devenida desde sus creaciones, dejan ver cosas muy distintas a esas maniqueas maneras de presentar los hechos que poseen esas instituciones, terminando, hoy día, en simples oficinas del poder imperial, como la OEA, o en ámbito de estériles discusiones que terminan, invariablemente, con los vetos de los países que se piensan con inamovibles superioridades en la ONU.
Como detenidos en el tiempo de la “guerra fría”, continúan utilizando la semántica que les permitió mantener de rodillas a casi toda la humanidad durante décadas, envuelta en el miedo permanente por sus amenazas atómicas. Así continúan ahora, con ese ridículo lenguaje amanerado y descalificante de lo alternativo a sus posturas ideológicas, siempre basadas en la enajenación de las riquezas de las naciones empobrecidas, con el espurio objetivo de aplastar sus desarrollos autónomos y, con ello, la liberación de las fuerzas productivas y culturales propias de cada Nación.
Al contrario de lo que suele suceder en nuestras naciones, los imperialistas no descansan nunca en la búsqueda de opciones para el mantenimiento de sus dominaciones. Sus “tanques de pensamiento” elaboran todo el tiempo formas de asegurar su poderío e impedir el desarrollo de nuestras propias decisiones. De ahí, al hundimiento de los procesos de cambios producidos por los gobiernos de Nuestra América en estos últimos tiempos, solo les resta el paso del convencimiento mediático-cultural de la población mayoritaria, momento desde el cual ya podrán ejercer, más o menos violentamente, todo su poderío golpista, sin demasiada reacción inmediata.
Es ese “detalle” mediático y cultural, el que les ha permitido permanecer por tantos años incólumes a pesar de tanta historia sangrienta y miserabilizante. Es a través de ese poderoso instrumento de masas que se han apoderado de las conciencias primero, y de las voluntades después, para terminar siendo aceptadas por los sojuzgados las cadenas que los atan a un destino de pobreza del que resulta muy difícil emerger.
Cuando se lo hace, cuando se logran desatar esos nudos ignominiosos, la destrucción resulta de tal magnitud, que todo se reducirá a levantar del suelo los restos del botín que se han llevado, sacar de la indigencia a los perdedores de siempre y reconstruir la infraestructura derruída o atrasada por efecto de la expoliación salvaje acontecida.
Pero las vueltas de los tiempos políticos le brindan siempre a los Pueblos de nuestros países otra oportunidad para encarar un nuevo intento liberador de sus fuerzas productivas. Cuando el horizonte se amplíe ante la expectante mirada de los postergados, cuando se revean los malos pasos dados y se atiendan los consejos de la historia, llegará la hora ineludible de no repetir el abandono del fundamento cultural que todo acto renovador o revolucionario debe poseer y el trabajo de pensar se hará costumbre cotidiana para asegurar el futuro que se pretenda alcanzar.
Solo así podrá comenzar un verdadero tiempo nuevo, poblado de certezas elaboradas desde nuestras propias miradas ancestrales, olvidando los dictámenes de los engreídos de ese “primer mundo” alienante y oscuro, dejando de lado las despreciables “recomendaciones” de esos contaminados organismos internacionales, que solo buscarán trabar nuestras esperanzas, como lo hicieron siempre para reducirlas al fracaso que no debemos permitirnos nunca más.

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