jueves, 20 de junio de 2019

TIEMPOS DE CONTRATAQUES

Imagen de "Granma"
Por Roberto Marra
Durante el período histórico denominado de la “guerra fría”, la humanidad permaneció siempre temerosa del desencadenamiento de una guerra termonuclear que acabara con la vida humana en el Planeta. Este sentimiento colectivo pareció apaciguarce cuando se derrumbó el bloque de países encabezado por lo que fuera, hasta entonces, la Unión Soviética, momento en el cual el imperio yanqui se asumió como el “ganador” de esa contienda librada en la oscuridad de los secretos y el espionaje, pasando a actuar desenfadadamente como lo que siempre pretendió ser: el gendarme del Mundo.
Décadas después, nada parece indicar que esa hegemonía haya traído la tranquilidad social y la paz internacional que entonces nos vendían como de fácil resolución. Sin un solo minuto sin guerras, sin un solo día sin atentados, con una seguidilla de asesinatos de líderes molestos a los intereses imperiales y ataques despiadados a quienes pretenden desarrollar sus propias experiencias políticas y sociales, todo se ha transformado en un aquelarre del que sale siempre beneficiado el aparato industrial bélico estadounidense y las corporaciones financieras.
Los supuestos “ganadores” no han mostrado nada más que actitudes despiadadas, propias de la brutalidad de dirigentes sin otra determinación que seguir alimentando al monstruo de la guerra, verdaderos psicópatas al servicio de la muerte cotidiana, y no solo por las balas y las bombas. El hambre es el otro factor que forma parte indisoluble de este procedimiento perverso del imperio para dominar las voluntades y los territorios, con el único fin de apoderarse de sus riquezas a costa de millones de víctimas invisibles para el común de las personas, por efecto de la otra pata fundamental de su sistema de apropiación ilícita: los medios de comunicación.
Fue a través de ellos que lograron obnubilar a las mayorías, estigmatizando líderes y procesos políticos adversos a sus intereses, hasta acabar con experiencias virtuosas de raigambres populares. Es con ellos que convencen de hechos nunca acaecidos y de falsas “verdades” inventadas para cada ocasión que necesiten. Son esos medios oligopólicos, conformados como cárteles globales, que logran introducir los venenos que terminan con los sueños soberanos de las naciones y las libertades individuales de sus habitantes, convertidos en simples engranajes de una brutal maquinaria de producción de bienes a los que, además, nunca tendrán acceso.
El periodismo ha sido apresado por esta fábrica de noticias necesarias para la continuidad del espanto diario que significa esta cruel manera de apoderamiento de los recursos ajenos, donde la vida humana vale tanto como una bala, donde ciudades enteras son arrasadas para conseguir algún oleoducto más que abastezca la insaciable sed de energía de este imperio decadente y horrendo, con el repugnante fin de generar riquezas concentradas en algunas decenas de manos, mientras observamos, por las pantallas de la hipocresía, los esfuerzos de algunos abnegados solidarios para evitar las muertes de los desnutridos y los bombardeados.
También aquí, en Argentina, ha actuado siempre el imperio contumaz en su búsqueda implacable de réditos infinitos, a costa de miseria y subdesarrollo, de golpes y desapariciones, acompañado de cómplices de su misma laya, herederos de los oligarcas que nutrieron nuestra historia de vejaciones a la soberanía y postergaciones de una justicia social que solo tuvo brillos temporales durante esas islas históricas donde el Pueblo logró generar líderes desde sus entrañas.
No queda más remedio que enfrentar a semejantes aventureros maléficos, piratas modernos de ataques electromagnéticos y bombardeos de juicios amañados en los tribunales corruptos para acabar con los auténticos líderes populares de Nuestra América. No se puede seguir retrocediendo más, estando ya al borde del abismo que no supimos evitar tantas veces en la historia.
Son tiempos de impostergables contra-ataques, con el único armamento capaz de modificar la horrible realidad que soportamos: la unidad de quienes somos más, pero nunca terminamos por comprenderlo. Una unidad que vaya mucho más allá de nuestras inventadas fronteras nacionales, que supere esas miserables divisiones que solo se ven en los mapas. Y que construya, por fin, ese Mundo nuevo donde manden los que, hasta ahora, solo obedecen a sus verdugos.

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