viernes, 14 de junio de 2019

DIFUNDIENDO AL ENEMIGO

Por Roberto Marra
Parece existir cierto regodeo masoquista en los opositores al gobierno cambiemita, cuando observamos en las redes sociales y en las páginas de algunos periódicos la mención permanente de los y las peores representantes de la ideología que sustenta a esa runfla de obcecados vendepatria que se empeñan cada día en superarse en los daños provocados a la sociedad. No hay día ni hora en que no se reproduzca la opinión de algunos de esos energúmenos mediáticos, los “famosos” de los cuales parecemos depender para elaborar el estado de situación en que nos encontramos.
Como si se tratara de eruditos, de sabios intelectuales o profundos analistas de amplios conocimientos y experiencias, se multiplican sus palabras hasta el paroxismo, haciendo, sus víctimas, de distribuidores gratuitos de sus malversaciones de la realidad, las que generan como producto de lo único que parece moverlos en sus cómodas vidas: el interés individual.
La ubicación ideológica de esos personajes de tan baja calidad moral y siempre de tan alta retribución material, los hace particularmente odiosos y réprobos, por lo cual no merecerían ser expuestas sus diatribas feroces más de lo que ya resulta insoportable en los medios del Poder. Sin embargo, a cada minuto nos llegan videos o imágenes de esas insoportables arengas antipopulares, particularmente antiperonistas, especialmente clasistas y de tinte oligárquicas, provocando repulsas pero incidiendo, se quiera o nó, en la percepción de los hechos y de las personas atacadas por sus impúdicas manifestaciones de odios incontrolables.
Nombrarlos sería generar mayor difusión de sus “famas” de cartón pintado. Multiplicar sus mensajes, es la demostración del poder de los mentimedios sobre las conciencias ciudadanas, bombardeadas con el perverso placer de los imbéciles con aura de inteligentes que dominan las pantallas a cada hora. Pretender motivar el desprecio a sus mensajes repugnantes es el motivo estéril de quienes, siendo contrarios a ellos, los reproducen en sus redes.
Son herramientas para conducir los pensamientos de quienes no buscan pensar por sí mismos, ni formar parte del colectivo social al que, por sus condiciones, pertenecen. Son la frutilla del postre de la ignorancia provocada y sostenida para evitar la comprensión mayoritaria de una realidad tergiversada y desmenuzada, hasta hacerla inasible para quienes solo pueden atinar a buscar sus sustento diario como único acto posible en sus vidas cotidianas.
No hay disculpas para los repetidores de sus mensajes, cuando comprenden sus significados reales. No tiene sentido alguno difundirlos, más todavía de lo que ya se hace, si se es capaz de ver la verdadera dimensión del daño que provocan, horadando las neuronas maltrechas de los desnutridos sociales (y materiales) que son cada vez más en nuestra Nación.
Es repulsivo observar tanta asquerosa manifestación de desprecios instalada como verosímil en las pantallas, generando tanta obturación del futuro y tan inútil pérdida de tiempo en los que creen que pueden dañar a quienes tienen demasiada cercanía a los poderosos, que los mandan al frente del ataque despiadado hacia el campo popular, a sabiendas de la obnubilación que provocan sus figuras de injustos “prestigios” fabricados para la ocasión.
Abandonar la actitud de esclavos repetidores de lo que el Poder desea difundir, es la tarea primordial de aquellos y aquellas que pretendan colaborar con el fin de tanta miseria consumada. Es el deber inapelable de quienes se sientan parte de un proceso que culmine con la expulsión de los gobernantes apátridas y sus secuaces, dándole vida a un nuevo tipo de comunicación, donde la palabra valga por su relación con los hechos reales, transformándose en el vehículo solidario que sea capaz de devolvernos la certeza en los sueños justos que nos robaron, con sus odiosos mensajes, los cómplices mediáticos de los autores de todas nuestras desgracias.

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