miércoles, 15 de noviembre de 2017

LA PARADOJA DE LA ESCALERA

Imagen de "arshake.com"
Por Roberto Marra

Estamos subiendo. Eso dicen. Pero la escalera hacia la felicidad prometida parece interminable, y cada escalón parece hundirnos en vez de elevarnos. Es una extraña forma de mejorar, empeorando. Es una repetida (pero mansamente aceptada) fórmula, que se nutre de la ignorancia generalizada y la falsedad ideológica comunicada con la inteligencia de los perversos.
Casi con placer, millones de personas adhieren a postulados que no entienden muy bien pero que, les aseguran desde la televisión, son los que hay que seguir para llegar al paraíso terrenal. Con odios y rencores sin sustento en ninguna realidad objetiva, siguen los caminos trazados desde las alturas del poder, sin atreverse a dudar de tanta ignominia repetida.
Como Yupanquis sin moral, los enajenadores de nuestras vidas nos aseguran que las vaquitas, esas que siempre son ajenas, solo están para consumo de nuestros amos del norte, mientras que las penas, las que nunca dejan de ser nuestras, las deberemos seguir padeciendo aquí, como si fuera el peaje a la dicha lejana que nos espera desde siempre y, por lo visto, para siempre.
No contentos con empujarnos a ese esfuerzo inútil de ascensos que nos hunden, preparan nuevas sorpresas a cada paso, repetidos entretenimientos y distracciones, necesarios para que aceptemos soportar los golpes del látigo de la pobreza creciente. Fábulas tribunalicias mantienen en vilo a los (muchas veces prevenidos) escaladores de los peldaños de la ignorancia, mientras legisladores con poca ética y muchas ambiciones levantan sus manos para acompañar la disparatada andanada de leyes retrógradas que nos envían al peor de los pasados.
Mientras tanto, los pocos que nunca usan las mismas escaleras que el resto, siguen ascendiendo rápido hacia otros paraísos, los fiscales. Acarrean sus fortunas sin esfuerzo alguno, ayudados por una sociedad complaciente, al tiempo que aseguran la llegada de inversores que parecen fantasmas, porque jamás los vemos.
Pero, a no preocuparnos. Gracias a las nuevas leyes que se preparan, se podrá seguir trabajando muchos más años, mientras se continúa ascendiendo por las interminables escaleras hacia un destino que, a estas alturas, ya casi se habrá olvidado. Es posible que, al llegar al último escalón, frente al abismo tantas veces visitado de la miseria inminente, se entienda que a partir de allí solo quede un camino: el del regreso a la unidad de las conciencias solidarias y la expulsión de los asesinos de nuestras más justas convicciones.

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