martes, 30 de marzo de 2010

AFGANISTÁN: OLOR A PODRIDO


EE.UU. odia tanto a Bin Laden y a los talibanes como negocian con ellos debajo de la mesa para que no torpedeen sus emprendimientos energéticos. Teniendo al opio como su principal fuente de financiamiento, los talibanes siguen siendo la pieza fundamental en cuanto al "juego" occidental en Afganistán, aunque Obama se desgañite anunciando su próximo fín, ya largo en el tiempo.

:"El consumo de opio se propaga cada día mas entre los trabajadores adultos y las obreras, en los distritos agrícolas tanto como en los manufactureros. 'Impulsar la venta de opiáceos… tal es el objetivo de algunos emprendedores comerciantes mayoristas. Para los droguistas es el artículo principal'. Los lactantes que toman opiáceos 'se encogen hasta convertirse en pequeños ancianos o en monitos arrugados'. Tal es la terrible venganza que la India y China se toman contra Inglaterra"- escribía Carlos Marx en 1876, refiriéndose al efecto que producía el opio en las cuadrillas de trabajadores que engrosaron los ejércitos del capitalismo industrial. ("El Capital", Tomo I, página 384, Cartago Ediciones, 1974). Utilizado para dormir conciencias y voluntades, sembrado por Inglaterra en la India y luego exportado a la fuerza a China a través de las tres Guerras del Opio desatadas desde 1839 a 1842, el opio se constituyó en arma fundamental en conspiraciones y agresiones imperiales varias. Entre ellas, la organizada por la CIA a inicios de los años 60 en Laos, para agredir a las fuerzas norvietnamitas del Vietcong y al Pathet Lao izquierdista. A través del Proyecto Momentum, inaugurado por el presidente Eisenhower en 1960, la CIA armó un "ejército secreto" laosiano, denominado "L' Armee Clandestine", compuesto por 17 mil cultivadores de opio de la etnia montañés Hmong. Estos paramilitares, comandado por Hmong Vang Pao en 1962, recibieron durante años pertrechos bélicos, alimentos y medicinas a través de la empresa "Air América", tapadera de la CIA, la cual trasladaba desde Laos cargamentos de opio que mercaba para financiar operaciones encubiertas.

Ahora, y desde hace tiempo, Afganistán dá que hablar en relación con el opio y su principal derivado: la heroína. Productor del 92% de la heroína mundial desde que fue invadido por EE.UU. en el 2001 y de opio - en el 2009 se estimaba en 200.000 los adictos al opio y la heroína en este país asiático-este espacio desértico y montañoso se tambalea entre narcotraficantes, pobres de toda pobreza, invasores norteamericanos y sus aliados europeos y magnates energéticos que pretenden hacer allí su agosto.

Petróleo, gas y talibanismo
La zona del Mar Caspio es una de las mas ricas energéticamente hablando, y contiene una riqueza mayor que la de Arabia Saudita. Las reservas de petróleo y gas allí existentes están valoradas en 6 billones de dólares. De los países contenidos en esa región, Turkmenistán, antes perteneciente a la URSS, atesora reservas incalculables de gas, que no puede exportar debido a la falta de infraestructura. En 1992, Turquía, Irán y el país citado se propusieron construir un gasoducto que llegara hasta Turquía y Europa, pero el emprendimiento no llegó a concretarse. Tampoco otros por el estilo, habida cuenta que EE.UU. boicoteaba cualquier proyecto que pasara por Irán. Dos años mas tarde el grupo petrolero argentino Bridas- del cual fué presidente en los años 80 el general genocida Guillermo Suarez Mason- con concesiones en Turkmenistán, propuso construir un gasoducto que cruzara Afganistán y proveyera de gas a Paquistan e India. A su vez, en 1995 la compañía norteamericana Unocal propuso algo similar, y al no compatibilizar intereses con Bridas comenzaron los tires y aflojes en relación con los emprendimientos gasíferos. Entretanto, desde 1994, tanto Bridas como los norteamericanos trataban de congraciarse con los 'señores' pakistaníes: los talibanes. Auspiciados, financiados y armados por EE.UU. en los 70 para combatir a los soviéticos, y luego dueños del país, los talibanes, principales cultivadores de adormidera, y luego heroína, del mundo, se convirtieron en piezas indispensables para llevar a cabo cualquier proyecto que se vinculara con Afganistán. Pero en 1994 le dieron via libre a Bridas para que iniciara su gasoducto. Entonces fueron anatemizados por los norteamericanos cada vez mas, hasta que, luego de los atentados del 2001 a las Torres Gemelas de Nueva York, Afganistán fué invadido por EE.UU. Osama Bin Laden, hasta entonces niño mimado de la CIA, pasó a ser el enemigo número uno y en pos de su persecución y sus acólitos talibanes los yanquis fueron escalando el conflicto hasta hoy, cuando tienen 120.000 efectivos en esa nación montañosa y esperan aumentarlos en 39-000 más hasta su anunciado retiro en el 2011.

En elecciones digitadas por ellos, los norteamericanos pusieron en el gobierno de Kabul a Hamid Karzai, antiguo agente de la CIA y funcionario de UNOCAL, y en el 2002 anunciaron su acuerdo para la construcción del gasoducto de UNOCAL pasando por Afganistán y finalizando en Paquistan.

Sin embargo, con la compra de la mitad de las acciones de Bridas por China, la pugna para construir el gasoducto se agudizan. Y los talibanes, dueños del sur de Afganistán y con control de grandes porciones del territorio, vuelven a ser – como siempre lo fueron- la piezas indispensables para llevar a buen puerto los negocios energéticos.

El opio de los pueblos
Desde el comienzo de la ocupación norteamericana a Afganistán a inicios del siglo XXI la producción de opio allí creció en un 1400%. A su vez, también aumentó la producción de heroína, engendrada gracias a insumos esenciales como el anhídrido acético, fabricado por empresas alemanas y norteamericanss, entre otras, como la Dupont de Nemours. Sin embargo, de nada valieron las quejas de Rusia- principal receptor del opio y la heroína afgana contrabandeada a través de su frontera común- y otros países en relación con la permisividad norteamericana para con los productores de adormidera y sus derivados.

"Las fuerzas estadounidenses ya no erradican"- afirmó el general Stanley McChrystal, comandante de la Fuerza Internacional para la Asistencia a la Seguridad de Afganistán (ISAF), conformada por EE.UU. y sus aliados de la OTAN., refiriéndose a la zona de Marjah, situada en el sur del país. " Marjah es un caso especial. No queremos llevarnos por delante al medio de vida de aquellos a quienes nos queremos ganar"- señaló hace pocos días un lugarteniente de McChrystal, el mayor Jeffrey Eggers. Según la OTAN, el opio supone el sustento de un 60/70% de los agricultores de Marjah, que ahora pretenden ser utilizados contra los talibán, aún contrariando la política afgana oficial en relación con el cultivo de opio. El laisses faire yanqui y sus aliados de la OTAN con respecto a los productores afganos contrastan con la remanida política norteamericana antidrogas llevada a cabo en Bolivia, hasta la asunción de Evo, y en Colombia, donde se rocía a las plantaciones de coca y amapola con potentes glifosfatos que liquidan todo vestigio vegetal y animal y producen cáncer y otras enfermedades en humanos, a la vez que se "descertifica" a países supuestamente vinculados con la producción de narcóticos.

Por otra parte, se sabe que los EE.UU. odian tanto a Bin Laden y a los talibanes como negocian con ellos debajo de la mesa para que no torpedeen sus emprendimientos energéticos. Teniendo al opio como su principal fuente de financiamiento, los talibanes siguen siendo la pieza fundamental en cuanto al "juego" occidental en Afganistán, aunque Obama se desgañite anunciando su próximo fín, ya largo en el tiempo.

Allí el gas y el petróleo se vinculan a apacibles sueños y pérdidas de conciencia, en tanto el opio se tiñe de negro y de volátil sustancia combustible.

Y todo huele a podrido.

Por: Jorge Luis Ubertalli  - TeleSUR.net

domingo, 28 de marzo de 2010

EL PLAN QUE NO ESPERÓ EL DERRAME

Esta semana la Anses pagará el quinto mes de la Asignación Universal por Hijo (AUH) y especialistas de distintas áreas sociales siguen encontrando efectos virtuosos de esa medida que reconoce derechos a grupos vulnerables.

Un estudio del Ministerio de Economía indica que en 2010 la AUH agregará 1,1 punto porcentual al PBI y 2,3 puntos al consumo. Un informe de la consultora Bein señala que prácticamente el ciento por ciento de quienes reciben el subsidio queda arriba de la línea de indigencia. Dirigentes de la Federación Argentina de Supermercados, que agrupa a las pymes de ese sector comercial, afirmaron a Página/12 que sus asociados elevaron sus ventas un promedio de un 8 por ciento desde diciembre gracias a la AUH. Y sus colegas de autoservicios chinos realizaron una encuesta que reveló que, en algunas zonas, llegan a vender hasta un 20 por ciento más y que el 72 por ciento de las compras de los beneficiarios del plan se destina a alimentos. También creció la producción de calzado e indumentaria para niños. Por otra parte, aumentó la matriculación de alumnos de escuelas primaria y secundaria. Con respecto al área de la salud, un informe de ese ministerio a nivel nacional revela que, en algunas provincias, se incrementó hasta un 40 por ciento la vacunación y que, a nivel país, se elevó en un 40 por ciento la inscripción en el seguro médico estatal Plan Nacer.

“La Asignación Universal por Hijo genera poder adquisitivo en los grupos de menos ingresos. Ese dinero parte desde el menor eslabón de la cadena y produce un enorme efecto multiplicador”, explicó a este diario el economista Aldo Ferrer. Y agregó: “Genera ventas, producción y empleo; y en algunos casos, inversión. Es lo contrario a la teoría del derrame, que nos vendían en los noventa, que proponía bajarles los impuestos a los ricos y esperar que éstos gastaran ese dinero y generaran empleo. Eso nunca sucedió”. En la cartera económica estiman que el subsidio aportará, como piso, un 1,1 punto de incremento al PBI. Pero que ese crecimiento se dará con una distribución absolutamente distinta del resto de la economía.

“Las ventas, la producción y el empleo que genera la AUH se da en pymes en un 90 por ciento de los casos. Son quioscos, almacenes, autoservicios, fábricas de segundas marcas y puestos de trabajo para personas de baja calificación, que son el núcleo más duro del desempleo”, señaló a Página/12 un destacado miembro del equipo económico.

La AUH es una iniciativa inédita en el país y con escasos antecedentes a nivel mundial. Por esa razón, aún hay pocos datos sobre su repercusión económica, social y educativa, así como su impacto en materia de salud, incluso psicológica. Página/12 realizó un relevamiento con especialistas en distintas áreas para evaluar los primeros efectos de la AUH, con el siguiente resultado.

Impacto económico
La Secretaría de Política Económica estima que la AUH aportará como mínimo 1,1 punto de crecimiento adicional al PBI de 2010. Esta suba se dará en mayor parte por el crecimiento del mercado interno y, en menor medida, de la inversión. Esa dependencia oficial estima que el beneficio aumentará el consumo en 2,3 puntos porcentuales. El sector más beneficiado será el alimentario. Luego el textil y el de la indumentaria. Diversos analistas consideran que el shock que provocó el hecho de que casi un millón ochocientas mil familias recibiesen el subsidio tuvo que ver con el repunte inflacionario del primer trimestre. En Economía relativizan esas opiniones y afirman que, aun si existió ese efecto, se irá atenuando a medida que crezca la oferta destinada a esos sectores.

Impacto social
Más allá del registro del que partan, distintas consultoras comparten la idea de que la AUH reducirá en un 50 por ciento la indigencia y entre un 20 y un 30 por ciento la pobreza. Marina Dal Poggetto, economista del Estudio Bein, explicó a este diario: “La participación en el gasto total de una familia de cada uno de los hijos depende de su edad. La franja que más gasta son los jóvenes de entre 15 y 18 años. Para el Indec necesitan 166 pesos mensuales para salir de la indigencia; para nosotros, 216 pesos. Como toda familia recibe algún otro ingreso, aunque sea mínimo, considero que todo menor que reciba el subsidio pasará a estar por arriba de la línea de indigencia”.

En general, la mayoría de los economistas especializados en temas sociales acuerdan en que la AUH es el plan más eficiente que se ha implementado en el país. Rubén Lo Vuolo, economista del Ciepp, señaló a este diario que “Argentina está mostrando un plan alternativo a los que se utilizan habitualmente, que dependen de determinados condicionamientos de ingresos. Lo ideal sería que fuera ciento por ciento universal, pero este plan ya está demostrando su eficacia social”. Por su parte, Agustín Salvia, investigador del Conicet y de la Universidad Católica, piensa que “el Gobierno ha logrado una eficiente transferencia de ingresos, incluso manejó bien el reemplazo de los programas existentes. El plan va a tener un alto impacto en el índice de indigencia. Socialmente, va a generar transformaciones importantes, que vamos a ir visualizando a lo largo del tiempo. Sería interesante enseñarle a la gente cómo gastarlo, por ejemplo, entregando un listado de alimentos con alto contenido vitamínico.

En el comercio
La mayor demanda de los beneficiarios de la AUH se registró, fundamentalmente, en almacenes y autoservicios de barrio. Alberto Beltrán, presidente de la Federación Argentina de Supermercados, que agrupa a cinco mil pymes de todo el país, comentó que “la venta está creciendo un 8 por ciento promedio, en general, y bastante más fuerte en productos como leche, arroz, fideos, latas de tomate y otros de bajo precio. El dinero que se inyectó en el mercado con la asignación se notó mucho desde diciembre”. Los autoservicios cuyos propietarios son de origen chino ocupan un lugar preponderante en este segmento comercial y se agrupan en otra cámara. El presidente de esta entidad, Miguel Angel Calvete, señaló a Página/12 que “el impulso de esta medida del Gobierno fue tan importante para nosotros que hay zonas en las que las ventas crecieron hasta un 20 por ciento en estos últimos meses. La cámara realizó una encuesta entre nuestros clientes beneficiarios del plan, que reveló que el 72 por ciento del subsidio se gasta en alimentos”.

En la industria
El crecimiento industrial del primer bimestre, según cifras del Indec, fue del 8,2 por ciento, con respecto al mismo período de 2009. El sector alimentario sufrió una caída, por la fuerte ponderación que tiene la carne vacuna –que se vendió mucho menos por la importante alza de su precio–, pero la incidencia de la AUH se notó en la suba del 22 por ciento de la producción de yerba, el 10 por ciento en arroz y el 8 por ciento en fideos y azúcar. Según algunas cámaras industriales, en enero, el tercer mes de pago del subsidio, la demanda de los beneficiarios comenzó a notarse en otros productos, cuyo consumo venía postergado en esta franja social. Alberto Sellaro, presidente de la Cámara del Calzado, opinó que “desde principio de año se viene notando un incremento generalizado de venta, que empuja la producción. El subsidio se nota por la fuerte alza en la demanda del calzado de menor valor, fundamentalmente zapatillas”. Por su parte, Víctor Hugo Benyakar, presidente de la Cámara de Indumentaria Infantil, indicó que “estamos teniendo un crecimiento de demanda del 25 por ciento con respecto al mismo período del año pasado. Esta suba nos llevó a tomar más empleados, en un nivel como hacía mucho tiempo no sucedía”.

En la educación
Los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo cobran mensualmente el 80 por ciento de los 180 pesos del subsidio. Para recibir el resto deben cumplir con exigencias en materia de educación (que el hijo/a asista a clases) y salud. Juan Carlos Tedesco, ex ministro de Educación y actual director del Instituto de Planificación Educativa, que depende de la Presidencia de la Nación, informó a este diario “que la AUH ya resultó en un aumento de la matrícula en la escuela secundaria del 25 por ciento y alrededor de un 20 por ciento en la primaria. El impacto es mayor en adolescentes porque es en el segmento en el que en los últimos años hubo más abandono. Se están construyendo más escuelas y aulas para responder a la demanda. Ahora el desafío es mantenerlos en el estudio. Son jóvenes que ingresan a clase con compañeros de menor edad, que han estado fuera de la cultura del estudio y vienen con problemas sociales arrastrados por años. Pero lo importante es que volvieron”.

En la salud
Para recibir la totalidad del subsidio, los beneficiarios tienen que cumplir con el plan de vacunación completo y con chequeos anuales para conseguir el certificado de salud. Además, los chicos de hasta seis años deben inscribirse en el Plan Nacer, un seguro médico que garantiza 71 prestaciones de salud. Máximo Diosque, secretario de Programas Sanitarios de la Nación, señaló a Página/12 que “la AUH es un instrumento fantástico para atraer a la población a cumplir con el plan de vacunación. Aunque no tenemos aún datos de todas las provincias, los que nos enviaron sus registros estiman un crecimiento de la cantidad de chicos vacunados en alrededor del 40 por ciento. La inscripción en el Plan Nacer ya creció un 40 por ciento. Si se inscriben todos los beneficiarios que cuenta la Anses hasta la actualidad, vamos a terminar duplicando la cantidad de chicos que van a contar con esa cobertura médica. Si se le suma el incremento en la vacunación, estamos hablando de un enorme salto cualitativo en la política de salud preventiva”.

Por Roberto Navarro - rnavarro@fibertel.com.ar
Publicado en Página12 - 28/03/2010

¿IMPUESTO INFLACIONARIO O MONOPÓLICO?


El argumento no es nuevo, pero es recurrente. La inflación vuelve a ser uno de los principales temas de preocupación de la población, dicen los tradicionales formadores y manipuladores de la opinión pública. Y el responsable, dicen además, es el Gobierno, que niega el problema a través del Indec y alimenta el fenómeno a través del aumento del gasto público. Doble condena, entonces, para el Gobierno. Este, enredado en la madeja que le extienden a sus pies, tropieza en una discusión semántica en qué se debe entender por inflación y qué diferencia existe entre este concepto y “tensión de precios”. Hasta Moyano queda enredado, cuando se le piden “aclaraciones” por haber dicho que el aumento del precio de los alimentos es innegable y que ello también se verá reflejado en la puja salarial en paritarias. Las “fuerzas combinadas” de la oposición y los grupos de poder económico ganaron otra batalla: le volvieron a instalar un problema socialmente sensible al Gobierno mientras que, de los responsables de definir precios en los mercados masivos (grupos concentrados de la industria, productores e importadores de insumos básicos para las principales cadenas productivas, grandes cadenas de hipermercados), integrantes de esas mismas fuerzas, ni se habla.

“Si la economía sigue creciendo y el empleo baja, este año nos van a instalar la inflación como problema”, anunciaba ante este periodista a fines de 2005 un alto funcionario del gobierno nacional. No se equivocó. Ese año terminó con tensiones con la industria frigorífica y la decisión oficial de suspender las exportaciones hasta que se revirtiera el aumento en los precios de los cortes populares para el mercado interno. En medio de esas tensiones, el gobierno de Néstor Kirchner tuvo que recurrir al primer cambio de ministro de Economía de su gestión. Entró Felisa Miceli por Roberto Lavagna, apuntándole a una política de desarticulación de los grupos monopólicos dominantes en áreas estratégicas, “por acuerdo o por confrontación”, aseguraban sus allegados. Pero no pudo.

Su diagnóstico no era errado, pero la política del Gobierno en la materia (que la ministra no manejó) siguió limitada a los acuerdos sectoriales de precios para listas limitadas de productos, siempre de alcance limitado. Esta política de “dos realidades” derivó en la posterior crisis de medición del índice de precios, que en 2007 se convirtió en un trauma. En su afán por lograr una redistribución del ingreso, el Gobierno apostó a las políticas de ingresos (convenios salariales, salario mínimo, empleo, mejoras de jubilaciones y perfeccionamiento de planes sociales para sectores vulnerables), que resultaron altamente efectivas. Pero no resolvió el problema estructural de la fuerte concentración económica, que afecta como ningún otro la distribución del ingreso.

Estos grupos concentrados, entonces, siguieron ejerciendo “el libre juego”, pero no el de la oferta y la demanda, sino el de la apropiación monopólica del ingreso. A favor de ellos, un consumo en expansión favoreció aún más su propósito, aunque no dependieron exclusivamente de ese impulso.

Aquella prevención de un alto funcionario a fines de 2005, además, acertó en advertir que “el fantasma de la inflación” sería una herramienta permanente de los grupos de presión (políticos y económicos) para embarrar el terreno. Quienes pretenden, todavía, definir las cuestiones principales de la economía como cuestiones técnicas y no políticas, se empeñan en demostrar que la inflación argentina es y ha sido producto de políticas monetarias y de gasto público imprudente. La realidad es otra, no sólo porque la historia económica los desmienta. La inflación es resultado de una puja distributiva y los precios son el mecanismo de apropiación de los grupos monopólicos: apropiación de los ingresos que obtienen los sectores populares con su trabajo, pero que deben transferir a los grupos dominantes cuando pagan por un producto un sobreprecio que nada tiene que ver con un aumento de costos.

El discurso dominante no habla de estas formas de control de la economía. Culpa al Gobierno, al que hace responsable y hasta beneficiario de la inflación, porque le serviría para “financiar el déficit, porque en vez de bajar el gasto aumenta los ingresos al subir los precios de las operaciones sobre las que cobra impuesto”. Ese discurso dominante también enarbola verdades a medias, como que “la inflación es el impuesto más injusto, porque castiga el consumo de los más vulnerables”. Puede ser cierto en cuanto al castigado, pero tratar a la inflación como “un impuesto” es ocultar groseramente a qué bolsillo o caja va a parar un aumento de precios en la economía.

Podría exhibirse, incluso, otro ejemplo todavía más injusto derivado de la inflación. Supóngase una industria básica, por ejemplo el acero, dominada y controlada por una sola empresa, que abusándose de su posición monopólica decide un fuerte aumento sobre el valor de chapas, perfiles, tubos y laminados que entrega al mercado interno. Ese sobreprecio se trasladará al precio final de automóviles, camiones, maquinaria agrícola, máquinas industriales, cocinas, heladeras, lavarropas, hornos de microondas, instalaciones para la construcción y cualquier otro elemento que utilice hierro en su elaboración. Por cada artículo de los mencionados que se compre, se estará pagando un sobreprecio (¿mil pesos por auto, doscientos por heladera?) que iría directamente a beneficiar a la empresa monopólica que produce el insumo. Un impuesto extraordinario en beneficio de un grupo monopólico. ¿No es injusto?

El ejemplo no es muy ajeno a la realidad. Es más, es la forma más típica de inflación en estructuras económicas fuertemente concentradas, como la argentina. El control que el Estado no ejerza, lo ejercerán los grupos monopólicos. Valdría tenerlo en cuenta, para desarticular ciertos discursos y reorientar la discusión. La inflación se resuelve actuando sobre los responsables, no haciendo lo que éstos dicen que se haga.

Por Raúl Dellatorre
Publicado en Página12 - 28/03/2010

QUIEN DIO EL GOLPE


Imagen: Télam.
Hay sobradas razones para criticar el relato del golpe del 24 de marzo de 1976 y su secuela de terrorismo y decadencia nacional como la usurpación cometida por un puñado de militares contra una sociedad civil inocente, vulnerada en su honor. Los que vivimos el clima político de los días anteriores al golpe no podemos olvidar que aquéllos eran tiempos de asfixia política y que la demanda de “que vengan los militares” había cobrado una fuerza enorme en la Argentina de entonces. Como decía Marx de la irrupción de Luis Napoleón en el poder de la Francia de mediados del siglo XIX, la dictadura no fue “un rayo en cielo sereno”.

Sin embargo, el esfuerzo por situar históricamente el acontecimiento devino, en algunos casos, en una suerte de dispersión de las responsabilidades. “Todos fuimos culpables” es el santo y seña de una interpretación según la cual los partidos políticos (todos ellos), los militantes populares, el movimiento sindical, estudiantil y social, los pequeños empresarios y millones de hombres y mujeres participaron en pie de igualdad en una suerte de “responsabilidad nacional” en los horrorosos sucesos que se desencadenaron después del asalto militar al poder. La imagen que transmite esta narrativa es la de una sociedad plana, sin actores políticos de asimétrico peso y relevancia, sin sectores económicamente poderosos, sin intereses sociales en pugna. No es, claro está, un mero error historiográfico, una equivocada metodología de reconstrucción de los hechos; detrás de ese relato hay una operación ideológica de construcción de la realidad. De la de hace 34 años y de la de hoy.

Efectivamente, el golpe y la dictadura no fueron hechos meramente militares. Funcionó en su gestación una poderosa coalición político-social y una coordinación ideológica que aun una recorrida ligera por los diarios de los meses previos pone rápidamente en evidencia. Estela de Carlotto acaba de decir los nombres y apellidos de los grupos empresarios que no solamente apoyaron a la dictadura sino que elaboraron en la sombra de la conspiración su plataforma económica y colaboraron de modo siniestro con la represión contra los trabajadores de sus propias empresas: nada que no se supiera, pero sí la valentía de decirlo sin eufemismos. Sí, la dictadura nacida en 1976 fue cívico-militar. Su proyecto era la expresión de la coalición de los sectores económicos más concentrados de la época. Estos sectores proveyeron ministros, respaldos internos y externos y medios de comunicación a la dictadura. Les dieron también la verborragia revanchista y anticristiana en las homilías de muchos “pastores” de la cúpula eclesiástica. La dictadura tuvo su Justicia y sus políticos. Sus patrones y hasta sindicalistas delatores de militantes. Eso no hace a todos los argentinos igualmente responsables por esa época de horror.

La Plaza de Mayo de este 24 de marzo fue multitudinaria y extraordinariamente plural en su composición. Fue también una de las más apasionadas de los últimos tiempos. Esa pasión está indudablemente asociada a las tensiones actuales. Como para darle más calor a esa pasión, el ex presidente Duhalde no encontró mejor momento que unas horas antes de la conmemoración para dar a conocer su propuesta de someter el juicio a los terroristas de Estado a una consulta popular. La impresión superficial –es decir multimediática– es que en Argentina se enfrentan un bando de la pasión con otro de la “razón”.

En el bando de la pasión militan los que miran al pasado. Los que están dispuestos a desaprovechar “la gran oportunidad” que tiene nuestro país, agitando las divisiones del pasado. Son resentidos útiles o, peor aún, demagogos que perversamente manipulan el dolor popular. En cambio, en el bando de la razón están los serenos, los pacíficos y civilizados, los partidarios del diálogo y el consenso.

Cuando se mira más de cerca la cuestión, aparece el carácter fraudulento de ese mapa de la política argentina. Encontramos, por ejemplo, que entre los “pasionales” están las Madres y las Abuelas con la autoridad política y moral de haber mantenido viva la llama de la justicia y la verdad sin haber condescendido nunca con la violencia y la venganza. Y entre los “racionales” y “pacíficos” –incluso como portavoz del elenco– hay un político que tiene en su curriculum una sangrienta represión a la movilización social que costó la muerte de dos militantes.

Los racionales suelen declamar a favor de un país donde rija el Estado de derecho. Pero no les parece mal que haya jueces que dilatan ilimitadamente los juicios a represores y a apropiadores de bebés. Tampoco que la ley de regulación de los medios audiovisuales aprobada por las dos cámaras y promulgada por la Presidenta sea suspendida y reemplazada de hecho –a través de la suspensión dictada por un grupo de jueces– por la “ley” que aprobara la “CAL” (aunque parezca orwelliano, también Videla tenía su “Congreso”), es decir que quienes ponen el grito en el cielo por los decretos de necesidad y urgencia se sienten tranquilos cuando se imponen los diktats de los terroristas de Estado. Si una propuesta análoga a la de Duhalde de frenar la acción de la Justicia por medio de un referéndum hubiera provenido del Gobierno, ya podríamos imaginarnos el grito escandalizado de los racionales-legalistas: el populismo chavista de los Kirchner estaría, en ese caso, construyendo una tiranía plebiscitaria en lugar de nuestra democracia liberal.

Lo que estaría bien sería que todos aceptáramos que la pasión está entre nosotros y que la política no es posible ni deseable sin pasiones. Que asumiéramos que esa versión liberal, tan de moda en los noventa, que concibe un mundo de mujeres y hombres huérfanos de amores, odios y rencores y calculadores hiperracionales de costos y beneficios pertenece al mundo de las utopías, en este caso más bien a una antiutopía de pesadilla. Con frecuencia, los que predican esa antropología en nombre del enfriamiento de las pasiones han aprobado guerras de exterminio, como las que sacudieron al mundo en las últimas décadas del siglo pasado, necesarias, según ellos, para imponer el mundo del libre mercado en territorios hostiles.

No hay un intento de salir de la pasión para entrar en la racionalidad. Hay, en cambio, un proyecto de construcción de un “partido del orden” alternativo al actual rumbo. Ese parece ser el programa del famoso “Moncloa criollo” de Duhalde. La propuesta de consulta popular sobre el terrorismo de Estado se suma a la propuesta de que las Fuerzas Armadas participen en la represión del delito y a la de renovación sindical con Hugo Barrionuevo como portaestandarte. No parece un pacto para la construcción de un nuevo orden democrático (como fue el antecedente español) sino un acuerdo amplio para restaurar el orden de siempre. Ese orden que no concibe enfrentamientos con la cúpula católica ni con los jueces ni con monopolios mediáticos. Es una operación de normalización de la sociedad argentina después del desvarío populista. Hay un antecedente de la operación, muy recordado estos días, que no respetó ni las instituciones ni la vida.

Por Edgardo Mocca
Publicado en Página12 - 28/03/2010

jueves, 25 de marzo de 2010

CHICAS DE LA CALLE, CHICO DEL COUNTRY


Por una parte, las chicas que se fugan de una institución para adolescentes en riesgo. Por otra parte, el chico que, con sus ataques de pánico, no podía salir del country donde vivía. En su contrapunto irónico, ambas situaciones hablan de “una sociedad dañada, donde las relaciones no tienen referentes claros”.
Por Mónika Arredondo *

Durante una supervisión institucional, en un hogar de adolescentes embarazadas en situación de riesgo y abandono –en la provincia de Buenos Aires–, el equipo de profesionales del instituto manifiesta su perplejidad ante las frecuentes fugas de las internadas. No se trata exactamente de un lugar de encierro. Allí son derivadas adolescentes que, en la mayoría de los casos, fueron judicializadas antes de su ingreso. Es decir, sujetos de 14 a 17 años, habladas y categorizadas por el discurso judicial, policial o, en el mejor de los casos, con internaciones previas.

“Las chicas duran apenas horas en el Hogar. Mientras admitimos a una, otra se está escapando.” Es lo que dice un integrante del equipo. Otro profesional agrega: “Vuelven a la calle, no importa la hora ni la forma. Saltan la reja y se van. Chicas eran las de antes. Con ellas sí se podía trabajar”. Interviene entonces una de las psicólogas: “Antes de fugarse, Mabel me dijo que la calle la protegía. Tenía amigos que cortaban el tránsito, sabía días y lugares de las asambleas piqueteras y horarios de los comedores comunitarios de su barrio. ‘Y si no, doctora, me voy a cartonear’”. Parecería que las instituciones se han instalado en el imaginario social como lugar de desprotección y desamparo.

A la manera de los sujetos que las pueblan, las sucesivas crisis institucionales fueron fragmentando y aislando a las instituciones, atravesadas por los requerimientos de los pacientes y la numerosidad de sus demandas. Se instala un malestar frente a situaciones que se definen como sin salida. Dada esa situación, lo que proponía Mabel era la fuga.

En muchas instituciones se observa hoy la inquietud y la pregunta sobre lo sucedido, se revisa la posibilidad de reconstruir una historia, de inventar nuevos dispositivos de trabajo para producir ocasiones de esperanza. En las crisis, sabemos, lo que se denuncia una y otra vez es la posición de un sujeto alienado en sí mismo y de una institución que decepciona, maltrata y carece de un proyecto colectivo. Si la institución propone un vínculo de mortificación y sometimiento, la escena de una víctima y un victimario se inscribe en su imaginario como la única forma posible de vinculación. El sacrificio debe ser cumplido, la tensión entre individuo y comunidad no se puede resolver por vía de un acuerdo y la división entre desplazados y “recluidos” se profundizará, ya que el lugar de encuentro entre ambos ha sido vulnerado.

Es en la calle, como lugar de encuentro, donde se visualiza esta contradicción y donde se confirma la ruptura de un contrato social que hace caer el lugar del ciudadano. Otros significantes aparecen allí: piqueteros, cartoneros, chicas fugadas... Son significantes que nos remiten a espacios posibles en la construcción de otras identidades, otros agrupamientos y que, por ese hecho, ofrecen la oportunidad de generar otra historia.

De hecho, la calle se transformó, para algunos, en protectora, a diferencia de la institución, que supuestamente protege de la desprotección social. Serán necesarias formas de trabajo que asuman esta nueva realidad. (Esto, naturalmente, instala el debate sobre la ausencia de pactos socialmente acordados que contemplen los distintos intereses de todos quienes habitamos un país.)

Pero la calle sigue siendo, para otros, el sitio peligroso, molesto, que plantea una y otra vez una realidad fragmentada y dividida: piquetes por un lado, secuestros por el otro. Amable para unos y peligrosa para otros. La calle protege a Mabel: le confirma su lugar social como excluida y esto produce otro sentido para ella. Es un lugar legítimo que tiene reglas, acuerdos, divisiones territoriales, encuentros. No es un lugar vacío. Le genera identidad y le da la posibilidad de no ser un simple legajo jurídico.

Algo hay en ese espacio que fue ocupado por quienes han sido expulsados de un sistema de derechos. Un agrupamiento de sujetos hizo del significante excluido letra, fundación y nombre: piqueteros, cartoneros, barrios de pie, los sin techo... Estos lugares de pertenencia e inclusión desde el más absoluto desarraigo no pueden dejar de ser mirados, se nos imponen en la calle, en ese sitio de la fantasía que ocupa el lugar del desamparo: la intemperie. Mabel se siente protegida de un lugar de expulsión (un sistema institucional, familiar) y de otro que le confiere identidad pero que también la expulsa: “menor en situación de riesgo”; es decir, la abandonada, la abusada, la sin recursos. Quizás el Hogar no pueda protegerla de la contundencia de dispositivos y categorías que la dejan afuera, a la intemperie en relación con su destino y su libertad. En la calle hay territorios que conquistar y nombres que habitar.

El recluso

Diferente al discurso de Mabel es el de Pablo. A los 11 años, Pablo no puede salir del country: tiene ataques de pánico. Los padres van a una consulta ante la imposibilidad de Pablo de atravesar las rejas de seguridad de su hábitat en Pilar cada vez que hay actividades afuera. Se sienten impotentes frente a esa “incapacidad” de su hijo.

Con su encierro, Pablo pone en cuestión las fronteras sólidamente marcadas en su reclusión. Con sus fugas, las chicas del hogar vulneran discursos, los cuestionan. La caracterización de minoridad cambia de fuga a deserción. Un analizador en funcionamiento produce como efecto que esas menores que “desertan de un sistema” (un sistema que no las contiene) no puedan ser buscadas o “rescatadas” por el juez o la policía. Hay una resignificación de su acto: ellas desertan de lugares en los que no se sienten identificadas. Por delante las esperan otros lugares y otros nombres. Estas fugas también son analizadores del adentro y del afuera institucional y abren la posibilidad de nuevas fundaciones donde el instituido del hogar se ponga en juego y en cuestión.

El intento de destruir el tejido social y su destrucción efectiva impide el reconocimiento de las diferencias y de todo deseo que no sea el propio. En esa dirección, a la opción paranoica del otro como enemigo se le opuso la esquizofrenia social del sálvese quien pueda. Pero, a partir de una red social casi destruida, se está gestando una organización de semejantes que dan cuenta de una historia de expulsión y abandono, que reclaman, denuncian, proponen y dan cuenta de la imposibilidad de vivir un paraíso dentro de nuestras casas tolerando un infierno afuera.

Pablo otra vez y su cárcel de lujo. “Esto comenzó –dice el padre– cuando los secuestros aparecían todo el tiempo en la televisión. ¿Qué futuro le espera a mi hijo si hay días que no puede salir ni al jardín?”

En una sociedad cuyas bases fueron dañadas, las relaciones sociales resultantes no tienen referentes claros de contrato o regulación. Si la desposesión y la desigualdad se vuelven constitutivas y naturales, las relaciones de dominio y los modos visibles e invisibles de la dependencia se confunden con la violencia rutinaria como una de las tantas formas legalizadas, se insertan en la vida cotidiana distribuyéndose de manera invisible, pero constante, persistente, en los espacios de poder.

En el caso de Pablo y su cárcel dorada podemos observar la inversión de ese proceso, su contracara. Asistimos al fenómeno de una familia aglutinada en el mundo de los iguales; espacios controlados, uniformes, protegidos, en los que el afuera es considerado peligroso en tanto diferente, en tanto signo de tensión social y de movilidad (pensada como “desequilibrio”). Las consecuencias son obvias: el otro, en este falso equilibrio de puertas adentro, se convierte en una amenaza. El contacto con la comunidad y su diversidad queda alarmantemente reducido. Esto deriva en otra reducción a todas luces simplista: la inseguridad del afuera amenaza la estabilidad del adentro.

Pablo y Mabel, en fin. Uno, falsamente protegido del pánico que le produce lo diferente, lo que amenaza su condición de privilegiado. La otra, en fuga hacia una calle que en algún lugar la protege. Ambos denuncian un maltrato social y dos espacios de legalidad que hoy están siendo cuestionados. El hogar/el country ofrecen un modo de vivir “como si”, como si el otro no existiera; calman el desconcierto o la marginación. Ambos son analizadores extremos y representan distintas imágenes de la pobreza y la reclusión, porque el propio Pablo es también un sobreviviente y sus fantasmas son los fantasmas del colectivo social al que pertenece. Con su encierro denuncia una fractura. Sus padres proyectan su miedo ante un supuesto enemigo que se instaló intramuros, un miedo que se manifiesta en la imposibilidad de su hijo, en su “incapacidad” para poder enfrentarse a los otros, los diferentes, más allá de la vigilancia o el control. Mabel y las chicas del hogar saben acerca de la diferencia y del no lugar. Con sus fugas a su calle, están en el cruce de varias instituciones: la jurídica, la asistencial, la familiar. Denuncian sus grietas, crisis, explosiones y aun desapariciones.

Podemos concluir diciendo, con Michel Foucault, que “sin cooperación social no hay nada, que somos producto de la comunidad desde el momento en que nuestra subjetividad, nuestras costumbres, creencias y gustos más personales fueron forjados por una vasta empresa colectiva” (La vida de los hombres infames, ed. de la Piqueta). Nada existe sin esa colaboración estrecha donde se juega ese otro, como aliado o como oponente, protagonista y antagonista de una escena fundacional de nuestra vida en sociedad.

* Analista institucional. El texto, con algunas modificaciones, procede de un artículo incluido en el libro Pensando Ulloa, compilado por Beatriz Taber y Carlos Altschul (ed. Del Zorzal).
Publicado en Página12 - 25/03/2010

CUBA: ¿DISIDENTES O TRAIDORES?

Por: Atilio A. Boron

La "prensa libre" de Europa y las Américas -ésa que mintió descaradamente al decir que existían armas de destrucción masiva en Iraq o que calificó de "interinato" al régimen golpista de Micheletti en Honduras- ha redoblado su feroz campaña en contra de Cuba. Se impone, por lo tanto, distinguir entre la razón de fondo y el pretexto.

La primera, y que establece el marco global de esta campaña, es la contraofensiva imperial desencadenada desde los finales de la Administración Bush y cuyo ejemplo más rotundo fue la reactivación y movilización de la IV Flota. Contra los pronósticos de algunos ilusos esta política, dictada por el complejo militar-industrial, no sólo se continuó sino que se profundizó mediante el reciente tratado firmado por Obama y Uribe mediante el cual se concede a los Estados Unidos el uso de por lo menos siete bases militares en territorio colombiano, inmunidad diplomática para todo el personal estadounidense afectado a sus operaciones, licencia para introducir o sacar del país cualquier clase de cargamento sin que las autoridades del país anfitrión puedan siquiera tomar nota de lo que entra o sale y el derecho de los expedicionarios norteamericanos a ingresar o salir de Colombia con cualquier carnet que acredite su identidad.

Como si lo anterior fuera poco, la política de Washington reconociendo la "legalidad y legitimidad" del golpe de estado de Honduras y las fraudulentas elecciones subsecuentes es una muestra más de la perversa continuidad que liga las políticas implementadas por la Casa Blanca, con independencia del color de la piel de su principal ocupante. Y en esa contraofensiva general del imperio, el ataque y la desestabilización de Cuba juega un papel de gran importancia.

Estas son las razones de fondo. Pero el pretexto para este relanzamiento fue el fatal desenlace de la huelga de hambre de Orlando Zapata Tamayo, potenciado ahora por idéntica acción iniciada por otro "disidente", Guillermo Fariñas Hernández y que será seguida, sin duda, por las de otros partícipes y cómplices de esta agresión. Como es bien sabido, Zapata Tamayo fue (y sigue siendo) presentado por esos "medios de desinformación de masas-como adecuadamente los calificara Noam Chomsky- como un "disidente político" cuando en realidad era un preso común que fue reclutado por los enemigos de la revolución y utilizado sin escrúpulos como un mero instrumento de sus proyectos subversivos. El caso de Fariñas Hernández no es igual, pero aún así guarda algunas similitudes y profundiza una discusión que es imprescindible dar con toda seriedad.

Es preciso recordar que estos ataques tienen una larga historia. Comienzan desde el triunfo mismo de la revolución pero, como política oficial y formal del gobierno de Estados Unidos se inician el 17 de marzo de 1960 cuando el Consejo de Seguridad Nacional aprueba el "Programa de Acción Encubierta" contra Cuba propuesto por el entonces Director de la CIA, Allen Dulles.

Parcialmente desclasificado en 1991, ese programa identificaba cuatro cursos principales de acción, siendo los dos primeros "la creación de la oposición" y el lanzamiento de una "poderosa ofensiva de propaganda" para robustecerla y hacerla creíble. Más claro imposible. Tras el estruendoso fracaso de estos planes George W. Bush crea, dentro del propio Departamento de Estado, una comisión especial para promover el "cambio de régimen" en Cuba, eufemismo utilizado para evitar decir "promover la contrarrevolución". Cuba tiene el dudoso privilegio de ser el único país del mundo para el cual el Departamento de Estado ha elaborado un proyecto de este tipo, ratificando de este modo la vigencia de la enfermiza obsesión yanqui por anexarse la isla y, por otro lado, lo acertado que estaba José Martí cuando alertó a nuestros pueblos sobre los peligros del expansionismo norteamericano.

El primer informe de esa comisión, publicado en 2004, tenía 458 páginas y allí se explicitaba con gran minuciosidad todo lo que se debía hacer para introducir una democracia liberal, respetar los derechos humanos y establecer una economía de mercado en Cuba. Para viabilizar este plan se asignaban 59 millones de dólares por año (más allá de los que se destinarían por vías encubiertas), de los cuales 36 millones estarían destinados, según la propuesta, a fomentar y financiar las actividades de los "disidentes". Para resumir, lo que la prensa presenta como una noble y patriótica disidencia interna parecería más bien ser la metódica aplicación del proyecto imperial diseñado para cumplir el viejo sueño de la derecha norteamericana de apoderarse definitivamente de Cuba.

Dicho lo anterior se impone una precisión conceptual. No es casual que la prensa del sistema hable con extraordinaria ligereza acerca de los "disidentes políticos" encarcelados en Cuba. Pero, ¿son "disidentes políticos" o son otra cosa? Sería difícil decir que todos, pero con toda seguridad la mayoría de quienes están en prisión no se encuentran allí por ser disidentes políticos sino por una caracterización mucho más grave: "traidores a la patria." Veamos esto en detalle. En el célebre Diccionario de Política de Norberto Bobbio el politólogo Leonardo Morlino define al disenso como "cualquier forma de desacuerdo sin organización estable y, por tanto, no institucionalizada, que no pretende sustituir al gobierno en funciones por otro, y tanto menos derribar el sistema político vigente.

El disenso se expresa sólo en el exhortar, persuadir, criticar, hacer presión, siempre con medios no violentos para inducir a los decision-makers a preferir ciertas opciones en lugar de otras o a modificar precedentes decisiones o directivas políticas.

El disenso nunca pone en discusión la legitimidad o las reglas fundamentales que fundan la comunidad política sino sólo normas o decisiones bastante específicas." (pp. 567-568) Más adelante señala que existe un umbral el que, una vez traspasado, convierte al disenso, y a los disidentes, en otra cosa. "El umbral es cruzado cuando se ponen en duda la legitimidad del sistema y sus reglas del juego, y se hace uso de la violencia: o cuando se incurre en la desobediencia intencional a una norma; o, por fin, cuando el desacuerdo se institucionaliza en oposición, que puede tener entre sus fines también el de derrumbar el sistema." (p. 569)

En la extinta Unión Soviética dos de los más notables disidentes políticos, y cuyo accionar se ajusta a la definición arriba planteada, fueron el físico Andrei Sakharov y el escritor Alexander Isayevich Solzhenitsyn; Rudolf Bahro lo fue en la República Democrática Alemana; Karel Kosik, en la antigua Checoslovaquia; en los Estados Unidos sobresalió, al promediar el siglo pasado, Martin Luther King; y en el Israel de nuestros días Mordekai Vanunu, científico nuclear que reveló la existencia del arsenal atómico en ese país y por lo cual se lo condenó a 18 años de cárcel sin que la "prensa libre" tomara nota del asunto.

La disidencia cubana, a diferencia de lo ocurrido con Sakharov, Solzhenitsyn, Bahro, Kosik, King y Vanunu, se encuadra en otra figura jurídica porque su propósito es subvertir el orden constitucional y derribar al sistema. Además, y este es el dato esencial, pretende hacerlo poniéndose al servicio de una potencia enemiga, Estados Unidos, que hace cincuenta años agrede por todos los medios imaginables a Cuba con un bloqueo integral (económico, financiero, tecnológico, comercial, informático), con permanentes agresiones y ataques de diverso tipo y con una legislación migratoria exclusivamente desarrollada (la "Ley de Ajuste Cubano") para la isla y que estimula la migración ilegal a Estados Unidos poniendo en peligro la vida de quienes quieren acogerse a sus beneficios.

Mientras Washington levanta un nuevo muro de la infamia en su frontera con México para detener el ingreso de inmigrantes mexicanos y a los procedentes de Centroamérica, concede todos los beneficios imaginables a quienes, viniendo de Cuba, pongan pie en su territorio. Quienes reciben dinero, asesoría, consejos, orientaciones de un país objetivamente enemigo de su patria y actúan en congruencia con su aspiración de precipitar un "cambio de régimen" que ponga fin a la revolución, ¿pueden ser considerados "disidentes políticos"?

Para responder olvidémonos por un momento de las leyes cubanas y veamos lo que establece la legislación en otros países. La Constitución de Estados Unidos fija en su Artículo III, Sección 3 que "El delito de traición contra los Estados Unidos consistirá solamente en tomar las armas contra ellos o en unirse a sus enemigos, dándoles ayuda y facilidades." La sanción que merece este delito quedó en manos del Congreso; en 1953 Julius y Ethel Rosenberg fueron ejecutados en la silla eléctrica acusados de traición a la patria por haberse supuestamente "unido a sus enemigos" revelando los secretos de la fabricación de la bomba atómica a la Unión Soviética. En el caso de Chile, el Código Penal de ese país establece en su Artículo 106 que "Todo el que dentro del territorio de la República conspirare contra su seguridad exterior para inducir a una potencia extranjera a hacer la guerra a Chile, será castigado con presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo. Si se han seguido hostilidades bélicas la pena podrá elevarse hasta la de muerte."

En México, país que ha sido víctima de una larga historia de intervencionismo norteamericano en sus asuntos internos, el Código Penal califica en su artículo 123 como delitos de traición a la patria una amplia gama de situaciones como realizar "actos contra la independencia, soberanía o integridad de la nación mexicana con la finalidad de someterla a persona, grupo o gobierno extranjero; tome parte en actos de hostilidad en contra de la nación, mediante acciones bélicas a las órdenes de un estado extranjero o coopere con este en alguna forma que pueda perjudicar a México; reciba cualquier beneficio, o acepte promesa de recibirlo, con en fin de realizar algunos de los actos señalados en este artículo; acepte del invasor un empleo, cargo o comisión y dicte, acuerde o vote providencias encaminadas a afirmar al gobierno intruso y debilitar al nacional."

La penalidad prevista por la comisión de estos delitos es, según las circunstancias, de cinco a cuarenta años de prisión. La legislación argentina establece en el artículo 214 de su Código Penal que "Será reprimido con reclusión o prisión de diez a veinticinco años o reclusión o prisión perpetua y en uno u otro caso, inhabilitación absoluta perpetua, siempre que el hecho no se halle comprendido en otra disposición de este código, todo argentino o toda persona que deba obediencia a la Nación por razón de su empleo o función pública, que tomare las armas contra ésta, se uniere a sus enemigos o les prestare cualquier ayuda o socorro."

No es necesario proseguir con esta somera revisión de la legislación comparada para comprender que lo que la "prensa libre" denomina disidencia es lo que en cualquier país del mundo -comenzando por Estados Unidos, el gran promotor, organizador y financista de la campaña anticubana- sería caratulado lisa y llanamente como traición a la patria, y ninguno de los acusados jamás sería considerado como un "disidente político." En el caso de los cubanos, la gran mayoría de los llamados disidentes (si no todos) están incursos en ese delito al unirse a una potencia extranjera que está en abierta hostilidad contra la nación cubana y recibir de sus representantes -diplomáticos o no- dinero y toda suerte de apoyos logísticos para, como señala la legislación mexicana, "afirmar al gobierno intruso y debilitar al nacional."

Dicho en otras palabras, para destruir el nuevo orden social, económico y político creado por la revolución. No sería otra la caracterización que adoptaría Washington para juzgar a un grupo de sus ciudadanos que estuviera recibiendo recursos de una potencia extranjera que durante medio siglo hubiese acosado a los Estados Unidos con el mandato de subvertir el orden constitucional. Ninguno de los genuinos disidentes arriba mencionados incurrieron en sus países en tamaña infamia. Fueron implacables críticos de sus gobiernos, pero jamás se pusieron al servicio de un estado extranjero que ambicionaba oprimir a su patria. Eran disidentes, no traidores.

*Sociólogo argentino, director del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED)
Publicado en TeleSURtv.net

miércoles, 24 de marzo de 2010

ABRAZO


Un abrazo es un acto que ya tiene varias dimensiones. Implica al menos a dos, porque un abrazo a sí mismo a cualquiera le suena a simio, a desfasado, a narcisista. El abrazo consiste de al menos dos: uno que abraza y otro que es abrazado. Son los brazos los que abrazan y entre ellos hay alguien más que uno. El abrazo es un acto de comunicación.

Un abrazo nos pone en la situación peculiar y única de estar con otro. Nunca estamos con alguien como con cualquiera. Nunca tenemos tiempo de ponernos a pensar estas cosas, pero siempre que estamos con alguien somos otros. La vecina que nos tira mala onda nos hace ser antipáticos. El portero que nos hace chistes tan temprano nos hace simpáticos. El taxista que pone el seguro de la puerta trasera cuando se acerca un pobre nos hace impotentes o gritones o pasajeros ya tensos por la radio sintonizada en la 10.

Los demás van sacándonos de a una las cartas apiladas que somos. Sartre dijo que el infierno son los otros. También son el cielo, la nube y el rayo. Los otros son los que nos sacan de nuestra introspección, de esa mitad que somos reconcentrados en nosotros, de nuestros pensamientos recurrentes, de nuestros soliloquios. Los otros nos determinan. Ellos completan todas las circunstancias que vivimos.

El abrazo, así, puede ser íntimo y privado, pero nunca individual. Siempre hay alguien que abraza y alguien que es abrazado.

El abrazo también puede ser colectivo. Los abrazos como forma de manifestación implican respaldo y protección. Cuando se abraza a un hospital, es porque algo en él corre peligro, porque se valora a su personal o porque hay una amenaza. El abrazo a un tribunal puede querer decir que se respalda y se quiere proteger algo que allí corre peligro. Una causa, por ejemplo. Una causa que no avanza o que será condenada extrajudicialmente por la Justicia. Lo ideológico también es extrajudicial. Los grandes avances del derecho se han dado cuando la interpretación de las leyes ha podido saltear lo ideológico. Tiene que ver con esto la venda de la Justicia. Con no elegir a uno y perjudicar a otro por motivos de raza, religión o ideología.

“Madres de la Plaza, el pueblo las abraza” un canto que nos acompaña desde hace más de treinta años como pueblo, implica el sostén y la solidaridad de muchos con ellas, que fueron puestas a sufrir el duelo sin fin de las desapariciones. Nos faltan 30.000 dirigentes políticos, sindicales y barriales de 50 años. Nos las hemos tenido que arreglar sin ellos, que seguramente habrían arrojado referentes políticos que hoy no tenemos. Tenemos ese Congreso con esos personajes inenarrables, que reciben y dan continuamente transfusiones de los grandes medios. Intercambian objetivos, deseos, anunciantes, estrategias, material judiciable. La evidente reivindicación del terrorismo de Estado que se puso en marcha discursivamente hace ya meses se corona esta semana con la actuación de la Cámara de Casación en la causa Noble y con el tratamiento vergonzoso que recibió la causa Sarmiento.

Para colmo, la muerte de dos adolescentes de Baradero en un hecho en el que un móvil de la Dirección de Tránsito es sospechado de haberlos perseguido y atropellado es leída para los espectadores de los dos canales de noticias por César Scollo, a quien presentaron como “periodista” pero está imputado en delitos de lesa humanidad, entre ellos uno que le adjudica la desaparición del hijo de Sara Cobacho, la titular de la Secretaría de Derechos Humanos provincial que en diciembre fue atacada.

Este 24 nos encuentra recordando más que nunca, conectados como hace mucho tiempo que no estábamos con la memoria. En los años que han pasado, hasta Chiche Gelblung tuvo un programa que se llamó Memoria. La palabra fue expropiada por los que no entran nunca en el sentimiento popular y ético de lo que significa la memoria en la Argentina. No solamente a un vip uno tiene o no acceso. A los sentimientos populares también. Hay gente que no tiene la predisposición moral necesaria para entrar en una dimensión colectiva del amor. O de la pulsión de vida, que es lo mismo.

Este 24 el abrazo a las Madres y las Abuelas es más fuerte, más hondo y más intenso. Porque cuando abrazamos no estamos nunca solos y porque recordamos. Ni olvido ni perdón fue la consigna de estos treinta años. Y el pedido, siempre el mismo, aunque todavía haya que gritarlo: justicia.

Por Sandra Russo
Publicado en Página12 - 24/03/2010

MEDIOS, POLÍTICA Y PODER

                                                                 Por Roberto Samar *
Cuando la Presidenta inauguró la sesiones del Congreso nacional mencionó que hay un país real y uno virtual o mediático, donde nada está bien, donde todo está mal. A partir de esta afirmación sobre la realidad virtual y la verdadera podemos preguntarnos: ¿Cuál es la verdad de la realidad? ¿Existe una “realidad verdadera”?

En realidad, valga la redundancia, no hay una verdad ni una única mirada de las cosas. Siempre hay interpretaciones subjetivas de la realidad que percibimos. Según Michel Foucault, “no hay nada absolutamente primario para interpretar, porque en el fondo todo es interpretación, cada signo es en sí mismo no la cosa que se ofrece a la interpretación, sino la interpretación de otros signos”.

En otras palabras, cuando pensamos políticamente nuestra situación actual, lo hacemos a partir de interpretaciones realizadas por otros. Siempre son construcciones colectivas de sentido.

Es decir, mientras leemos el diario o miramos la tele y pensamos cualquier situación actual, la interpretamos. Mientras percibimos la “realidad” y nos comunicamos, producimos nuevas interpretaciones que tomarán otros. Una semiosis ilimitada de sentido.

Pero esta discusión sobre qué es la “realidad verdadera” se complejiza en el mundo de hoy que está hipermediatizado por los grandes medios de comunicación. Quienes tienen un gran poder a la hora de transmitir sus interpretaciones. En esta sociedad, todos ocupamos distintos espacios de poder, pero muy desiguales. Por lo cual serán distintos los efectos de esas lecturas de la “realidad”.

Mi lectura de cualquier problema ocupará un espacio de poder en esa construcción colectiva de interpretaciones. La cual, obviamente, es mínima en relación con la opinión que brinde Marcelo Tinelli o con la política comunicacional de un grupo mediático.

Sin embargo, cuando se discute la problemática de la concentración de los medios, muchas veces se plantea como un enfrentamiento caprichoso entre Clarín y Kirchner. Pero el problema es profundo, porque una sociedad con una gran concentración de medios de comunicación tenderá a construir un país con puntos de vista hegemónicos. En sí, lo que se discute es el modelo de democracia en la cual queremos vivir.

Si repartimos el poder de los grandes medios, se permite garantizar el acceso a todas las voces. En otras palabras, se permite difundir todas las interpretaciones de la realidad. Ese es el espíritu de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que se votó el año pasado.

Cuando se logre la plena implementación de la ley se podrán difundir otras miradas. Lo cual permitirá que entendamos nuestros problemas de distintas maneras. Pensando desde nuevos ángulos, podemos ver nuevas alternativas y soluciones. Se podrán generar nuevas políticas posibles.

Con otras voces, que defiendan nuestros intereses se podrá construir un pensamiento contrahegemónico para transformar la realidad.

Otro elemento de análisis importante en la comunicación, a la hora de democratizar los medios, es el fenómeno llamado “la espiral del silencio”: cuando una opinión se presenta como mayoritaria, los que coinciden con esa lectura de las cosas se sienten más seguros y tienden a manifestar con más fuerza sus posturas. Paralelamente, quienes se sienten en una situación minoritaria tienden a inhibir sus afirmaciones.

A modo de ejemplo. Instalado el discurso de “mano dura”, seguramente quienes se sienten identificados con posturas alternativas tenderán a callarse y aislarse. Mientras quienes alienten el endurecimiento de las leyes lo manifestarán con orgullo.

Los grandes medios tienen la capacidad de amplificar una interpretación particular y hacer que se vea como mayoritaria, aunque no necesariamente sea así.

Si queremos profundizar nuestra democracia, no les tengamos miedo a las opiniones hegemónicas. La “realidad” es una construcción colectiva que hacemos entre todos. Y todos, desde nuestro mayor o menor lugar de incidencia, podemos interpretar y difundir otras lecturas, que son fundamentales si queremos construir otro mundo posible.

* Licenciado en Comunicación Social, docente del Seminario de Filosofía Política Moderna, UNLZ.
Publicado en Página12 - 24/03/2010

martes, 23 de marzo de 2010

DESCRIBIENDO AL "GRUPO A"


Ciertas entidades políticas son muy ensordecedoras aunque no tienen nombre, no poseen siglas ni banderines. O bien, tienen un nombre insípido, volátil, intrascendente. Como pertenecen al espíritu de la época, parecen casi inexistentes. Son etéreas, aceptan ser denominadas por esquemas rápidos, descripciones de apariencia casual. Para darse nombre se inspiran en situaciones momentáneas, el lugar en que se reunieron por primera vez, una calle, un día, una palabra casual apenas borroneada, lo primero que se tiene a mano. Grupo Esmeralda, Grupo Talcahuano, Grupo de los 20, Grupo de los 8. Las contingencias del nombre, un mero préstamo del abecedario, del nomenclador urbano, de la aritmética, de la numerología, no obsta para que algunos de ellos hayan perdurado más allá de la urgencia de su nacimiento ni que su destino histórico haya sido en su momento pertinente.

El grupo A fue el nombre de urgencia que recibió hace un par de meses una escueta mayoría parlamentaria. Según parece, inspirada en el rápido espíritu catalogador de la diputada Bullrich. Posee la aparente inocencia de una distribución espacial parlamentaria. Las mayorías y minorías se otorgan nombre, a veces con esas mismas palabras que surgen del vocabulario técnico parlamentario. Otras veces se buscan nociones topológicas que se convierten en alusiones ideológicas: recordemos “la montaña” que, según es fama, eran los diputados de la convención francesa ubicados en la parte de arriba del recinto parlamentario. Izquierda y derecha, como se sabe, fueron nociones espaciales que luego la historia cargó de contenido.

Una imaginación administrativa necesitada de denominaciones no comprometedoras divulgó el nombre de cierto Grupo A, esas nuevas mayorías parlamentarias operando el día específico de apertura de la Cámara baja. Se dirá que no existe ahora tal grupo A, que no encaja dentro de las tradiciones y prácticas parlamentarias, que han sido superadas las circunstancias de su surgimiento y que cada sector parlamentario reasume ahora su nombre. Pero no es así, el Grupo A –tal cual, con su nombre inocente, nombre de mercería, de juego escolar– es una fuerte malla coercitiva, una razón de época invisible pero tiránica, un armazón que domina conciencias a la distancia, desde un no-lugar. Pero, en verdad, es un tejido cultural poderoso, traduce intereses sociales que son más homogéneos que lo que se piensa, aunque las divergencias ideológicas son más visibles de lo que a veces se percibe. No obstante, por encima de todo, con el fácil pretexto de una mal explicada hipótesis republicanista y moralizante, expresan una alianza cultural fundada en un impreciso malestar social que es una disconformidad difusa, ni ilegítima ni incomprensible, pero terreno de operaciones de un estado mayor clasista de las derechas recicladas en medio de graves culturas mediáticas y sus taumaturgos de turno.

El Grupo A actuó en el tribunal atroz que se levantó contra Marcó del Pont, en las reivindicaciones videlistas de Duhalde, en la presunta alianza de Carrió y Solá, en la vendetta sobradora de alterar las proporciones de las comisiones del Senado, en el reaccionarismo encubierto de los despreciativos chistes de laboratorio de Luis Juez, en la creencia de que proseguir la tarea de citar judicialmente a los represores de antaño serían “jugadas del Gobierno”. Actúa también el “grupo A” en los editoriales en comandita de los grandes medios de comunicación, en el sarcasmo vertiginoso de los movileros, en el ocasional diálogo en un taxi, en los anónimos comentarios de la prensa digital, en los libros de ocasión con investigaciones inquisitoriales, en los melosos salmos de muchos presentadores de televisión. No es omnisciente ni excelsamente ubicuo. Pero es una realidad social en parte artificial y en parte fundada en oscuras corrientes emocionales de la sociedad, que nadie debe eximirse de examinar acudiendo a la imaginación política y el siempre válido estremecimiento intelectual.

En su concisión simultánea de realidad y entelequia, “grupo A” es el nombre de fantasía con el cual se persignan los usufructuarios de una extraña hegemonía cultural –el “enigma argentino”– que goza de sus penumbras pero origina un vocerío estentóreo, la ronca lengua de los sacristanes del poder real. Tiene muchas ramificaciones y sectores, estilos personales y rencillas internas, juega con izquierdas y derechas. Vive quizás de la ilusión de que en otro momento podrán recuperar lo que fue la identidad de cada uno o lo que cada uno imaginó para sí. ¿Cuándo? Concluida la misión común que un marginal maestro de ceremonias del suburbio definió como “sacarse de encima al loco”. Entonces todos volverían a sus casilleros. El crítico por derecha volvería a sus casamatas visibles tanto como el crítico de izquierda retomaría sus recoletas tribunas. Pero son derechas e izquierdas sobredeterminadas por el espectral “grupo A”. No son libres, no son emancipadas, son prisioneras de los dictámenes de la fuerza sin nombre, sin neologismo ni cucarda, son los oprimidos por el embrujo del Grupo A, ese cuerpo sin órganos.

Claro que en cualquiera de esas denominaciones hay hombres y mujeres dignos, que siguen actuando por ideas y saben ver con lucidez la enorme fuerza abusiva que se ha forjado, esgrimiendo intereses oscuros –es cierto que muchas veces se muestran a la luz–, aprovechando errores de las políticas públicas, incluso la de las más progresistas. Todos somos responsables de nuestras opciones, pero también del derecho a preguntar: ¿es más cómodo ese invisible hilo conductor que desemboca en una obstinada derecha irascible que sumergirse en el arduo laberinto del que puede resurgir una sólida política popular? Cierto, el ágora comunicacional y estratégica del grupo A no deja de tener sutiles publicistas (aunque enceguecidos de odio, a veces refinado, a veces grotesco) y aceptan asombrosamente recrear su propia “ala izquierda” a la que escuchan con fingido interés. Total, es la izquierda del Grupo A, arrastrada como furgón quisquilloso de una época ya definida como la del fin de los derechos humanos. Estos estarían destinados en los cálculos futuros de los miembros espectrales del G-A, a ser un nomenclador administrativo soportable y no como lo son hoy, una tribuna de recomposición del pasado, de reflexión sobre las injusticias producidas por sanguinarias máquinas insociales y un concilio social de reparación por medio de meditaciones siempre abiertas sobre la condición humana. En el monolingüismo de esa letra A, ¿caben realmente las añejas creencias emancipatorias?

No es fácil nombrar y descifrar este entresijo de la Argentina contemporánea que lleva a crear un nombre operativo que es en verdad un nonombre. Sin embargo, el grupo A falla. Ya ha fallado. Pero su voz de socavón, retrasos y cerrazones está aliada a los grandes poderes de la época, los taumaturgos del pánico colectivo, de la teoría bursátil de la existencia, el subibaja refinadamente cruel de los valores de la vida. Para que no prosperen, faltan pedagogías innovadoras, palabras revisitadas, nuevos conceptos, esto es, la reconstrucción de la vieja alianza entre hechos y palabras. Muchos ciudadanos que son portadores de un itinerario de demócratas genuinos, ligados a las transformaciones del país, comprensiblemente molestos por demoras, desvíos o errores, han permitido que confisque sus pensamientos esa letra A del nomenclador de los operadores de miedo y el desmantelamiento cívico. ¿Vale más la pena estar en el cinturón de la Gorgona con su ristra de serpientes, aunque haya momentáneos lucimientos, que en el lugar contradictorio y doloroso donde aún se halla la posibilidad de proseguir viejas tareas libertarias?

Es que en los del grupo que ha articulado la letra A debe percibirse que, en nombre de la república, atentan contra ella; en nombre de la democracia, la debilitan; en nombre del procedimiento, lo convierten en bizantinos pretextos; en nombre de la ética pública, la transforman en una amenaza al anfiteatro donde se revelan las vidas que surgen del hangar moral de la historia.

Muchos quisieran evadirse de la fuerza fantasmal del Grupo A o no atinan a identificar el origen retrógrado de su imán, esos refinados hilos que teje una época en la que se escuchan los cánticos que preparan el gigantesco retroceso. A ellos nos dirigimos. Lo actuado por este gobierno y cualquier otro debe ser objeto de crítica y éstas deben tener audibilidad legítima. No debe existir gobierno que no desee esas críticas. En verdad, un gobierno es y debe ser algo que vive inmerso en ellas. Pero a quienes el Grupo A los arrastra con sus cabellos de Medusa –¿qué hace allí un Giustiniani encadenado, rebotando contra los arrecifes?– los llamamos a que se desembaracen de la tela de araña inasible que los sujeta, esa impalpable pero estruendosa maraña serpenteante, casi una inocencia de manual académico, pero en verdad grado cero de la brutalidad institucional: el glutinoso Grupo A. La arenga o la conversación de los hombres dignos, justamente insatisfechos, puede y debe estar en otros lados.

por Horacio Gonzalez
Sociólogo / Director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires
Página12 - 23/03/2010

domingo, 21 de marzo de 2010

MERCADO INTERNO

Los precios de la hacienda en pie se ubican por encima de los de Uruguay, cuando el comportamiento desde 2006 fue en otro sentido. Desde comienzos de diciembre del año pasado, el valor del novillo se incrementó 50 por ciento, y las otras categorías subieron un poco más: novillito 64 por ciento y ternero 65 por ciento. Esos ajustes implicaron una acelerada recuperación de la rentabilidad ganadera, medida en dólares en un nivel más alto que la pretensión histórica de los productores. Esa mejora en el primer eslabón de la cadena se trasladó al precio de la carne en el mostrador, sin que los dominantes frigoríficos y cadenas de comercialización absorbieran como costo una parte de esas subas.

 El descontrol en ese sensible producto de la canasta básica de alimentos refleja el derrape de la estrategia del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Si durante más de tres años fijó precios de referencia informal en el Mercado de Liniers, estos incrementos muestran que esa intervención ya no tiene influencia sobre los principales actores de esa actividad. La medida desesperada de frenar las exportaciones entorpeciendo el proceso de aprobación de despachos es una reiteración de su mediocre gestión: en búsqueda de un objetivo notable, como el de garantizar el abastecimiento interno, interviene con herramientas e iniciativas desarticuladas motivadas por la urgencia, provocando conflictos con los productores, internas con funcionarios del área y afectando expectativas de mediano y largo plazo entre pequeños ganaderos.

En un área tan sensible como la de alimentos, el Estado tiene un papel central e insustituible para asegurar, como prioridad, el abastecimiento del mercado interno a precios que no excluyan a la mayoría. No es una tarea sencilla, porque el consenso hegemónico sostiene que el crecimiento de la economía se motoriza con la apertura económica y financiera. Por lo tanto, con la consiguiente expansión de las exportaciones. La idea central de esa corriente de pensamiento económico es que el mercado interno se desarrolla si antes se privilegian las exportaciones. La mayoría de los analistas de la city que señalan como ejemplo otras economías tiene como eje ordenador la subordinación del consumo interno a la satisfacción de la demanda externa. Esto implica proponer el sacrificio para las mayorías vía precios internos elevados y rentabilidades abultadas para las elites productoras y exportadora. Para convocar a esa cruzada se les ofrece una promesa de bienestar vía el derrame de la bonanza externa que, como se sabe, nunca llegará a esos grupos vulnerables.

La tensión que se registra en los precios de los alimentos, con el de la carne actuando como el principal factor perturbador, se desarrolla en un escenario político complejo. Esta restricción no colabora para comprender situaciones de la economía. El incremento de precios es una señal que requiere de atención aunque no muestra niveles que por el momento sugieran descontrol, como los que se registraron en décadas pasadas. Se trata de una inflación media, al menos para la historia local. Uno de los aspectos más relevantes de los ajustes de precios en el período diciembre-marzo se encuentra en las evidentes resistencias que economías periféricas, como la argentina, exponen para la incorporación al consumo masivo de los sectores postergados y de ingresos medios-bajos. El alza de precios reconoce factores multicausales, entre los que hoy no se destacan los tradicionales esgrimidos por la ortodoxia, como la expansión monetaria o las presiones salariales. El aumento de los haberes jubilatorios junto a la suma extra de fin de año, la universalización de la asignación familiar por hijo y la instrumentación del plan Argentina Trabaja incrementaron considerablemente el poder de compra de grupos sociales de consumo deprimido. Entonces los conglomerados económicos con posición dominante en el mercado de alimentos emprendieron un acelerado proceso de apropiación de esa mejora de ingresos vía precios, en lugar de ampliar la frontera de producción y su oferta. En esta instancia, momento previo a la negociación paritaria por el salario de los trabajadores y al inminente ajuste anual del salario mínimo, se presenta con más nitidez el objetivo de las elites empresarias de subordinar la evolución del mercado interno a la política de expansión exportadora. Esto se refleja tanto por el desplazamiento del abastecimiento local a manos de la salida exportadora como por las subas de los precios domésticos.

A cualquier observador alejado de los ruidos político-mediáticos le resultaría sorprendente que en Argentina se presentaran problemas de oferta y precios en el sector alimentos. La clave para acercarse a una explicación se encuentra en el ejercicio de posición dominante en mercados sensibles por parte de pocas empresas que contabilizan y presionan para mantener elevadas tasas de ganancias. La participación de estos actores junto a las manifiestas limitaciones que expone la política pública en su intervención en áreas estratégicas deriva en ese panorama complejo en el área de alimentos. En ese contexto se requiere de un Estado activo en definir reglas de juego para alentar la expansión de una producción equilibrada. Esto significa: garantizar el abastecimiento interno, en cantidad y precios, para toda su población, no sólo para los grupos acomodados y la clase media en ascenso, que expresan su bonanza en la explosión de consumo que se registra en sus respectivos segmentos.

El sendero ascendente del consumo y el incremento de los precios de los alimentos provoca fastidio social, pero no crisis social, porque, en general, la mejora de los ingresos acompaña ese ritmo de crecimiento. De todos modos, se requiere de una política de precios más sofisticada que los rudimentarios acuerdos con las grandes empresas proveedoras de alimentos definidos por Moreno, que en la práctica son inofensivos. El problema con los precios de los alimentos necesita un tratamiento inmediato y efectivo porque castiga a los perceptores de ingresos fijos. Aparece, además, un factor que merece atención: los formadores de precios generan un cuadro de inestabilidad de precios relativos que afectan la percepción de las mayorías sobre el actual proceso económico.

Por Alfredo Zaiat
Publicado en Página12 - 21/03/2010

LOS RESISTENTES

Ahora son viejitos. O están viejitos. Porque serlo, no lo son. Aunque vacilen al hablar o el Parkinson asome aquí y allá. Esta gente no envejece. Protagonizó una de las luchas más puras de nuestra historia. La hicieron al margen de la conducción de Perón. La hicieron desde el corazón de las masas. No mataron a nadie. “Nosotros no matamos a nadie.” Llevaron adelante una huelga ejemplar respaldada por todo un barrio populoso y proletario: Mataderos. Hicieron, así, la Comuna de Mataderos, pero hablada en el idioma del Buenos Aires obrero, de los perseguidos por la “Libertadora”, de los que estaban dispuestos a no ceder, a no humillarse, a seguir peleando.

Si Alejandro Fernández Mouján mostró en su film anterior, Pulqui, cómo era “la patria de la felicidad”, en éste nos muestra la patria de la persecución y de la resistencia a esa persecución. Los que toman la palabra son los veteranos luchadores. Uno de ellos dice que la lucha que protagonizaron (La Resistencia) “está oculta. No la quiere levantar nadie”. Por supuesto: nadie tiene ni tuvo mucho interés en levantarla. Si bien la Jotapé la reconoció siempre como antecedente, era sólo eso: un comienzo, un balbuceo. Incluso en esa estrofa que le añade a la Marcha Peronista está expresada la imposibilidad de entender el germen, el núcleo esencial de la Resistencia: Ayer fue la Resistencia/ Hoy Montoneros y FAR/ Y mañana el pueblo entero/ en la lucha popular. Error, grave error. ¿Cómo tantos podían vocear una consigna tan mal construida? ¿Nadie se daba cuenta? La consigna debió ser: Y por siempre el pueblo entero/ en la lucha popular. ¿Cómo el pueblo va a estar recién mañana en una lucha que se define popular? ¿Cómo va a ser popular una lucha que no tiene pueblo? Ahí está el iluminismo de la vanguardia foquista. Ellos son el pueblo. El pueblo, todavía, no está en la lucha que se hace en su nombre porque le falta, porque no está preparado o no está organizado. Falso: si no está el pueblo, la lucha no es popular. Podrá ser foquista, vanguardista, el germen de un Vietnam, lo que se quiera. Pero no popular. (Vietnam fue popular porque la lucha la hizo un ejército con una gran conducción y el apoyo de todo un pueblo. No fue por azar que ganaran.)

Hubo, en las guerrillas latinoamericanas, un error fatal: creer que se podía luchar en nombre del pueblo pero sin el pueblo. Los resistentes de la Resistencia Peronista eran el pueblo. Por eso la continuidad que marca la versión montonera de la marchita es errónea: Ayer fue la Resistencia/ Hoy Montoneros y FAR. No es así. Montoneros y FAR no son la continuidad de la Resistencia. La Resistencia estaba formada por obreros. Las formaciones especiales (que Perón bautizo bien: especiales, para una etapa especial de la lucha) no nucleaban obreros, sino jóvenes de la mediana burguesía, educados, con lecturas, con instrucción militar en Cuba y con la lucha armada como metodología principal de la praxis. La Resistencia es anterior a la Revolución Cubana. Nace –como bien dicen los militantes que filma Fernández Mouján– el 16 de junio de 1955. Es decir, retornado a la queja que estamos analizando (¿por qué nadie recuerda, nadie levanta a la Resistencia Peronista?) tenemos una primera respuesta: la Tendencia Revolucionaria del ’70 la levanta mal. Desde el foquismo, no desde las masas. ¿Quién más pudo haberla levantado? ¿Perón? No: la Resistencia fue la más importante acción de lucha del pueblo peronista, pero se dio al margen de la conducción de Perón. Los viejitos de Fernández Mouján son peronistas, pero no esperan ni carta de Perón, ni comunicación telegráfica o telefónica ni el famoso casete del grabador Geloso de la época. No esperan nada. No pueden esperar. Se han largado a pelear por su cuenta. Incluso la dura condena que Perón arroja sobre el levantamiento de Valle tiene ese raro tufillo: se hizo sin la orden correspondiente, sin el visto bueno del Padre Eterno. Por eso fracasó. Fue prematura. Claro: él no la había ordenado, ¿cómo no habría de ser prematura? Los resistentes no pueden ser levantados por el líder porque el líder no los condujo. La Resistencia tendría que haber sido levantada por el Movimiento Obrero, pero, una vez derrotada, los jerarcas de la conducción sindical se olvidan de la lucha y adhieren al diálogo, a la conciliación, al pacto, a la negociación infinita. Se acabó la lucha. Y no hay nadie más. Los comunistas –aunque participaron– nunca se llevaron bien con los obreros peronistas. Los radicales, ni hablar. Partido de clase media, siempre pacta con el régimen antes de hablar con los obreros.

Por eso es tan valioso este film. Hay que verlo. (Se da en el Malba. Hay que verlo pronto para que no baje. Si no, los resistentes van a sufrir otra tristeza: haber tenido poco tiempo para que la gente los conozca, para contar su apasionante historia.) Hay que escucharlos y hay que mirarles las caras curtidas por los años y por las luchas que protagonizaron. Son Eladio “Tate” Martínez, Enrique “Chiche” Pecorino, Jorge Vázquez, Juan Carlos “El Negro” Cena, Rafael Cullen y Reynaldo Mena. Ellos miran a la cámara y hablan. Y dicen muchas cosas memorables: “¿Qué nos dio el peronismo? El coraje de discutirle a un patrón. ¿Vos sabés lo que es discutirle a un patrón? ¿Lo que era eso en 1946, 1947? Era increíble. Y nosotros lo hacíamos. Con el peronismo habíamos aprendido que teníamos el derecho de hacerlo. Que el patrón no era el mandamás al que había que tenerle miedo. No, era un tipo como cualquier otro. Y nosotros le discutíamos. Si le pedíamos aumento de sueldo, nos decía: ‘Andá a pedírselo a Perón’. Si queríamos vacaciones, lo mismo: Perón, que te las dé él. Era una venganza. Los habíamos ofendido. Porque el obrero –con el peronismo– empezó a tener dignidad. ¡Empezó a ir a Mar del Plata! De pronto, los patrones que paseaban cómodos y tranquilos por la Rambla nos vieron aparecer a los negros ¡haciendo lo mismo! No lo podían creer. Iban a los cines del centro. Al Gran Rex. O al Opera. Y de pronto se les sentaba un negro al lado. Ahí les nació el odio. Si llevábamos una carretilla y la teníamos que dejar 10 metros más allá pero sonaba el timbre del mediodía, ¡a la mierda!, dejábamos la carretilla donde estaba. Exactamente en el punto al que había arribado no bien llegó el timbre. Algunos decían: ‘¡Negro hijo de puta! Llevá la carretilla ésa adonde tiene que estar’. ‘Llevala vos. Yo trabajo hasta que suena el timbre. Ahí, el tiempo es mío’. Nos odiaban. Por eso se vengaron tan fieramente. El decreto 4161. Si decías Perón o Evita, si cantabas la Marcha ibas en cana. ¡Y cómo picaneaban, hermano!” “Yo –dice otro– salía con el escudito peronista en la solapa, pero lo daba vuelta para que no se viera. A veces, un cana me bloqueba el paso. ‘¿Qué llevás ahí?’ ‘¿Dónde?’ ‘¿Cómo dónde? En la solapa, atorrante. Dalo vuelta, vamos.’ Yo lo daba vuelta y el cana veía el escudito. Me decía: ‘Boludo, te puedo meter en cana un mes o más por eso? Yo le sonreía. Me le acercaba un cachito y le decía: ‘Dale, si vos también sos peronista’. El cana se sonreía, pero como conteniéndose. Por fin, decía: ‘Andate. Pero cuidate más. No te regalés. No todos son como yo’.”

Las reuniones se hacían en las cocinas. Ahí se juntaban los morochos de la Resistencia. Le decían la militancia de las cocinas. A uno no le gustaba que le dijeran Negro. “¿Cómo Negro, carajo?” –decía–. “Yo soy un morocho sudamericano.” Iban a bailar. A los clubes de barrio. A las milongas. Las mujeres contra una pared. Los hombres, contra otra. A las mujeres les decían “Teneme el chico”. Porque no tenían dónde dejar a los pibes y eran madres solteras. Entonces, si algún morocho sudamericano las cabeceaba para bailar, ellas le decían a la amiga que tenían al lado: “Teneme el chico”. Eran todos laburantes. Todos tenían que ver con algún gremio. El PC buscaba unírseles. Pero sus militantes no querían cantar la Marchita. Ahí se armaba. Había canas jóvenes que colaboraban. Toda la primera resistencia –hasta 1960– fue cerradamente peronista. No hubo izquierda. Pero no porque fuera rechazada. Sino por otro motivo: no se presentó. La izquierda era culta y discutía en revistas –que los resistentes no podían conocer– si el peronismo había sido un fenómeno nacional burgués, bonapartista o, sin más, fascista. Por qué no había hecho la reforma agraria, por qué no había expropiado a los Bemberg, por qué sólo fue un fenómeno distributivo y no revolucionario. Entre tanto, los obreros ponían caños. Hacían sabotajes. Eran sacados de sus casas. O los milicos entraban en las villas.

No hubo ni habrá nada como la Resistencia Peronista. La hizo el coraje y la lucidez de los auténticos obreros. No la condujo Perón. Ni pensaron en la lucha armada, en matar a alguien. Se reunieron en las cocinas y la huelga del frigorífico Lisandro de la Torre fue ejemplar. La tuvieron que liquidar cruelmente con tanques Sherman y 2000 soldados. Bajo el Conintes de Frondizi. Pero nada podrá detener la lucha de los desposeídos, de los condenados. No significa que van a ganar. Eso nadie puede decirlo. Y ya se dijo demasiado. No. Significa que van a seguir peleando. Porque un día –en plena lucha de la Resistencia– apareció una pintada en un pequeño lugar que llevaba por nombre Villa Manuelita. Y expresa el empecinamiento de los hombres por pelear hasta el fin por eso que los hace –precisamente– hombres, su libertad. La pintada decía: Los yankis, los rusos y las potencias reconocen a la Libertadora. Villa Manuelita no.

Por José Pablo Feinmann
Publicado en Página12 - 21/03/2010

viernes, 19 de marzo de 2010

LA ARGENTINA SOJERA


“Se piensa que el glifosato es inocuo y que se degrada fácilmente, por ello se emplea mucha más cantidad que la necesaria”, señala la doctora Haydée Pizarro, docente e investigadora de la FCEyN-UBA y del Conicet. Un efecto indeseado de la aplicación en exceso es que se están generando malezas resistentes, lo que lleva a los fabricantes a desarrollar formulaciones cada vez más potentes.

Si bien lo aconsejable, según el INTA, es emplear un litro del formulado por hectárea, “los productores confiesan que vierten entre 10 y 14 litros por hectárea”, según informa Pizarro. El formulado comercial (Round up, la marca registrada de la empresa Monsanto) contiene 48 por ciento del principio activo, y el resto, un compuesto que facilita la entrada del producto a la planta. En particular, se emplea uno que se conoce como POEA, que, según algunos estudios, puede ser más tóxico que el glifosato.

La doctora Pizarro, junto con el doctor Horacio Zagarese del Instituto Tecnológico de Chascomús (Intech) y el doctor Carlos Bonetto, del Instituto de Limnología de La Plata, determinaron que, en los cuerpos de agua, el glifosato produce una modificación de la comunidad de algas, ya que elimina a algunas de ellas, hace que otras aumenten y, además, se produce un incremento de fósforo en el agua, compuesto que forma parte de la propia molécula del glifosato. Los resultados acaban de publicarse en Ecotoxicology.

“La adición del formulado genera cambios significativos en la estructura y el funcionamiento de las comunidades de algas”, señala Pizarro, y destaca: “Tanto el fitoplancton como el perifiton conforman la base de la trama alimentaria acuática y, si hay alteraciones en estas comunidades, se generan efectos en los demás componentes del ecosistema, por ejemplo los peces”. El perifíton designa a aquellos organismos muy pequeños que se adhieren a las paredes o a otros sustratos presentes en los cuerpos de agua.

ALGAS RESISTENTES

Los experimentos fueron realizados en un predio del Intech, en Chascomús, en diez piletas construidas especialmente, de 25 metros cuadrados de superficie, que semejaban lagunas.

En cinco de esas piletas, los investigadores inocularon el formulado Round up para tener en el agua 8 miligramos de glifosato por litro, cantidad comparable con la que puede recibir una laguna en un ambiente natural, rodeado por cultivos, y adonde el viento puede transportar el herbicida desde las avionetas o los tractores que fumigan.

Al cabo de once días, los investigadores observaron que el herbicida en cuestión producía una gran mortandad de ciertas algas, pero un grupo en particular, las cianobacterias, hicieron frente al embate del herbicida. Estas últimas son resistentes a situaciones extremas, por ejemplo temperaturas muy altas o muy bajas, o falta de agua. De hecho, se las encuentra en los desiertos, así como en la Antártida.

Terminado el experimento, las piletas fueron vaciadas, pero en el fondo quedó el sedimento que se había formado. Al tiempo, los investigadores volvieron a llenar las piletas con agua limpia, con el fin de realizar un nuevo experimento. Pero, al cabo de unos meses, hallaron que en cinco de ellas el agua estaba turbia. Se habían puesto turbias, precisamente, las que habían recibido la aplicación de glifosato el año anterior.

“Fue un efecto impensado. El glifosato, con una sola inoculación un año atrás, se había unido a compuestos del suelo y, a largo plazo, había provocado la turbidez del agua”, destacó Pizarro.

LAS AGUAS BAJAN TURBIAS

“La turbidez del agua en las piletas se relaciona con una gran proliferación de algas debido al efecto a largo plazo del glifosato”, subrayó Pizarro. El herbicida contribuyó a aumentar la presencia de fósforo, que acelera el proceso de eutrofización, es decir, el aumento de materia orgánica en el agua. Este es un problema que afecta a las lagunas de la provincia de Buenos Aires y ello se debe, sobre todo, a la actividad agrícola.

“La gran mayoría de las lagunas pampeanas se encuentra hoy en un estado más turbio que el original. La eutrofización en ellas se ha incrementado en los últimos veinte años debido a la intensificación de la agricultura, que trajo aparejadas elevadas tasas de fertilización. Los excedentes de nutrientes terminan en los cuerpos de agua de la región e incrementan aún más su grado trófico”, explica el doctor Armando Resella, docente en la Facultad de Agronomía de la UBA, quien participó en un trabajo de relevamiento y estudio de las lagunas pampeanas.

A medida que una laguna se carga de nutrientes pasa por diferentes etapas, en que varía tanto la flora como la población de peces. “Si la carga de nutrientes y materia orgánica es muy elevada, la laguna puede pasar a un estado hipertrófico, en donde las condiciones ya no son viables para la continuidad de peces como el pejerrey. En estos cuerpos de agua sumamente turbios, con fondos sin oxígeno y de olor desagradable, son más frecuentes las floraciones de algas potencialmente tóxicas”, señala Rennella.

El nivel de eutrofización se vincula, por lo general, al uso de la tierra en la cuenca de drenaje de la laguna. “A mayor intensidad de uso de la tierra (urbanización, agricultura intensiva, ganadería en feed lot), mayor carga de nutrientes en el cuerpo de agua y por lo tanto mayor desarrollo del fitoplancton y mayor turbidez. Las causas principales son los fertilizantes utilizados en la agricultura y las descargas de desechos urbanos pobremente tratados”, recalca el investigador.

Cuando un cuerpo de agua se vuelve turbio y eutrófico, pueden aparecer algas nocivas para el hombre, como la Microcistis aeruginosa, una cianobacteria, que es tóxica para el hombre y los animales, y afecta principalmente al hígado. Esa alga no sólo resiste el efecto del herbicida, sino que, además, lo emplea como nutriente, por su alto contenido en fósforo.

“En nuestro trabajo el problema era el herbicida”, dijo Pizarro. Luego de haber observado que cinco de las piletas estaban turbias, los investigadores realizaron otro experimento, y agregaron glifosato a cinco de las piletas al azar, ya fueran turbias o claras. Luego colocaron distintos sustratos para que las poblaciones de algas se adhirieran a ellos. Y los retiraron a diferentes lapsos: a los 8, a los 14, a los 28 y a los 42 días. “Vimos que había una gran mortandad de varias especies de algas, principalmente diatomeas, mientras que a las otras algas, las cianobacterias, este herbicida no las había afectado. Donde no pusimos herbicida, las diatomeas crecieron.”

MAS ESTUDIOS

Ahora, los investigadores están trabajando con otro equipo de investigación de la FCEyN para determinar por qué se produce la mortandad de algas, y si la toxicidad proviene del principio activo del glifosato, del aditivo o de la mezcla de ambos.

Lo cierto es que los resultados obtenidos ponen en evidencia el efecto que el uso indiscriminado del glifosato puede tener sobre la calidad de las lagunas, que son fuente de agua dulce para el hombre, así como sobre la vida de los organismos que allí habitan y que se encuentran en la base de la cadena alimentaria.

Por Susana Gallardo

Centro de Divulgacion Cientifica, UBA
Publicado en Página12